La crisis demográfica y la creación de empleo, los grandes retos de China en 2023
Los legisladores chinos se reúnen esta semana en Pekín para establecer hacia dónde se dirigirá la potencia asiática este año
La gran cita política anual de China, conocida como las Dos Sesiones, arrancó el fin de semana en Pekín con las miradas puestas en restablecer el crecimiento económico y crear empleo después de tres años de estrictos controles para frenar la propagación de la covid-19. El gigante asiático, que declaró el mes pasado “la victoria decisiva” al coronavirus tras sufrir la peor ola de contagios de la pandemia, ya ha impulsado la producción –la actividad manufacturera creció en febrero al ritmo más rápido en 11 años–, pero se enfrenta en este 2023 a varios retos sociales, como la caída de la natalidad, el alto desempleo juvenil y los problemas persistentes en el mercado de la vivienda. Varias muestras de descontento han copado titulares en los últimos meses: desde trabajadores defendiendo sus derechos hasta los pensionistas, pasando por los estudiantes que a finales del año pasado salieron a las calles a pedir el fin de la estrategia de covid cero.
Según ha adelantado la prensa estatal, la crisis demográfica y sus efectos está ocupando gran parte de estas reuniones, que sirven para ofrecer un mapa de hacia dónde se dirigirá China y qué inquieta a las altas esferas. Los cónclaves aparecen retratados en los medios oficialistas como un modelo a la china de la democracia representativa, con la intención de darle color a un evento que en su esencia es monocromático: se trata de un púlpito desde el que dar a conocer una agenda planificada de antemano por la jerarquía comunista.
Además de ayudas para aliviar los altos costes de la crianza, entre las propuestas que se han hecho públicas para motivar a la población a tener hijos destaca eliminar por completo las políticas de planificación familiar —desde 2021 China permite un máximo de tres hijos por familia—; poder registrar a todos los recién nacidos, independientemente del estado civil de sus progenitores —la ley reconocería así a los bebés de madres solteras, de parejas no casadas y de aquellos con más de tres retoños—; garantizar la protección laboral de las trabajadoras después de dar a luz; que todas las mujeres tengan acceso a procesos de fertilidad asistida sin la obligatoriedad de estar casadas, así como subvenciones a la fertilización in vitro y a la congelación de óvulos.
En 2022, la población del país registró un crecimiento negativo por primera vez en 61 años y un desplome histórico de la tasa de natalidad, una situación que aumenta la presión sobre el sistema laboral y de pensiones.
Según Guo Weimin, portavoz de la Conferencia Consultiva (el principal órgano asesor de la nación), el asunto que más preocupa a los delegados es el entorno laboral del país, por lo que han hecho de la estabilización y promoción del empleo “una prioridad”.
14 millones de jóvenes a la búsqueda de empleo
La tasa de desempleo juvenil se ha mantenido al alza en los últimos años, situándose en diciembre de 2022 en un 16,7%. Y las perspectivas no son especialmente prometedoras. El Ministerio de Educación calcula que alrededor de 14 millones de jóvenes con estudios superiores buscarán trabajo este año, mientras que el medio económico Caixin estima que, de la cifra récord de 11,58 millones de universitarios que se graduarán este verano, menos de ocho millones tendrán opción de incorporarse al mercado laboral.
Los analistas de Trivium China consideran que la economía no puede asumir esos datos: “Cada 1% de crecimiento del PIB suele generar unos dos millones de empleos, y el objetivo que se ha marcado China para este año es del 5%, lo que se traduce en 10 millones de empleos nuevos”. Pekín ha asegurado en su Informe sobre la Labor del Gobierno que en 2022 creó 12,06 millones de nuevos trabajos urbanos y que la tasa de desempleo urbano rondaba el 5,5% en diciembre. Sin embargo, los expertos apuntan que la mayoría de esos puestos fueron temporales, ofertados por los gobiernos locales en un año marcado por los confinamientos y las campañas de PCR masivas. Solo en 2022, las provincias chinas invirtieron alrededor de 48.000 millones de euros a la lucha contra la covid-19, según los presupuestos oficiales.
La Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma ha prometido para este 2023 “situar en un lugar más destacado la promoción de la colocación de los jóvenes” y aumentar los subsidios a los desempleados. En el informe del máximo órgano de planificación económica de China también se insiste en que las “viviendas son para habitarlas, no para especular con su compraventa” y se asegura que, en el último año, se han habilitado 2,65 millones de residencias de protección social en alquiler para “reforzar las dificultades habitacionales de las nuevas poblaciones urbanas, los jóvenes y otros colectivos”. El precio de la vivienda en las urbes más desarrolladas del país aumentó un 0,2% en enero respecto al mes anterior, mientras que, de las 70 ciudades más grandes, 36 registraron un incremento de los costes, en comparación con las 21 que lo hicieron en diciembre.
El envejecimiento de la sociedad y la consecuente reducción de la fuerza laboral supone un grave problema para la segunda economía del planeta, que durante décadas basó su crecimiento en su vasta y poco costosa mano de obra. La población activa de China no ha dejado de descender desde que en 2014 alcanzó un máximo de casi 1.000 millones de personas. En julio, Naciones Unidas anunció que, para finales de este siglo, el número de chinos en edad de trabajar no superará los 400 millones. La situación añade presión al sistema de pensiones, que a finales de 2022 ofreció cobertura básica a 1.053 millones de personas.
En su informe anual, el Ministerio de Hacienda ha comunicado que el seguro de vejez básico ha experimentado un aumento de 140 millones de beneficiarios. Pese a la enorme oposición popular, cada vez resuena más la posibilidad de retrasar la edad de jubilación, que desde hace cuatro décadas está fijada en 60 años para los hombres y 55 para las mujeres.
Los jubilados chinos protagonizaron en febrero unas protestas poco habituales contra los recortes en sus asignaciones mensuales para gastos médicos, que forman parte de una reestructuración nacional en medio de las múltiples presiones que enfrenta el sistema sanitario. Esta reivindicación llegó después de las protestas de los folios en blanco de noviembre, en la que cientos de personas salieron a las calles a exigir el fin de la férrea política de control anticovid. Aquel acto de rebeldía se producía poco después de que los trabajadores migrantes de provincias en Guangzhou protagonizaran varios choques con la policía y miles de empleados de la fábrica de Foxconn de Zhengzhou —el mayor fabricante de iPhone del planeta— exigieran que se les pagara el salario estipulado.
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