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Pekín deja atrás el pico de contagios y se zambulle en la normalidad con las fiestas del año nuevo chino

Las autoridades calculan que en la última ola ha habido 1.100 millones de personas infectadas y 73.000 muertos, una cifra muy inferior a las estimaciones occidentales. La preocupación persiste en las zonas rurales, con sistemas de salud más frágiles

Un puesto de dulces adornado con motivo del Año Nuevo chino en Pekín,
Un puesto de dulces adornado con motivo del Año Nuevo chino en Pekín,Mark Schiefelbein (AP)

China ha recibido al año del conejo con las esperanzas puestas en que este animal, que se asocia con la calma y la amabilidad en el zodiaco chino, traiga paz y prosperidad tras sustituir al feroz tigre. “El año pasado fue muy duro por la lucha antiepidémica; este, será el del renacer y recuperar la normalidad”, expresa una chica en el complejo de templos Badachu de Pekín, al que ha acudido para pedir “trabajo y dinero”. La Fiesta de la Primavera, como se denomina el Año Nuevo del calendario lunar, ha llegado un mes y medio después de que el gigante asiático pusiese abruptamente fin a tres años de duras restricciones para frenar la propagación de la covid-19. El carpetazo a la estricta política de covid cero provocó en diciembre y principios de enero un tsunami de contagios y decenas de miles de muertos, como han reconocido recientemente las autoridades tras las presiones de la Organización Mundial de la Salud. Ahora, superado el pico de infecciones en las grandes ciudades, los chinos han perdido el miedo a salir a festejar, y en los parques se respira ilusión ante un nuevo florecer.

El repentino giro en la estrategia de cero covid —precedida por una ola de protestas ciudadanas insólitas en el país— llevó al límite a la población y puso contra las cuerdas el sistema sanitario de las grandes urbes en diciembre y principios de enero. No obstante, según informaron este miércoles las autoridades, el brote de infecciones ha empezado a ceder después de alcanzar el pico el pasado 22 de diciembre, dos semanas después del fin oficial de la política de covid cero. El Centro de Prevención y Control de Enfermedades calcula que más de 1.100 millones de personas en toda China se han contagiado en esta ola y que unas 73.000 fallecieron entre el 8 de diciembre y el 19 de enero. El número de casos críticos bajó a finales de enero un 72% en comparación con finales de diciembre, mientras que las muertes diarias en hospitales cayeron en un 79% en el mismo periodo de tiempo. El balance, sin embargo, contrasta enormemente con estimaciones occidentales, como las de la compañía británica de análisis Airfinity, que calcula alrededor de 36.000 decesos diarios durante esta semana de vacaciones.

Ahora, una marea avanza hasta la entrada a Badachu, ubicado en el oeste de Pekín. El tráfico está restringido en las inmediaciones de este parque debido a la gran afluencia de visitantes que está recibiendo estos días. Muchos niños ―y no tan niños― llevan gorritos con largas orejas de conejo; otros, visten de rojo, el color de la suerte. La prioridad de los chinos en estas fechas es, además de reunirse con la familia, cumplir con las tradiciones, algunas, ancestrales, otras, fruto de la superstición, pero todas con el objetivo de alejar los malos espíritus y atraer los buenos.

Las ganas de disfrutar de las festividades por primera vez en tres años se han impuesto a las gélidas temperaturas que registran estos días los termómetros de la capital china. El confinamiento de Wuhan ante la incrédula mirada del planeta el 23 de enero de 2020, a un día de la víspera de Año Nuevo, obligó a las autoridades del país a cancelar todos los eventos relacionados con la Fiesta de la Primavera, mientras que la férrea implementación de los protocolos antipandémicos también impidió que se organizasen en 2021 y 2022.

Este año, los 10 grados bajo cero no han desalentado a los pekineses a acudir en masa a las ferias de los templos, conocidas como miaohui. Y es que la vida en Pekín ha regresado, en cuestión de un mes, a prácticamente como se la conocía antes de la pandemia: sin códigos sanitarios ni pruebas PCR, y con total libertad de movilidad. El único residuo que queda es la mascarilla, que, si bien su uso es solo obligatorio en el transporte público y lugares de riesgo, como hospitales o centros de mayores, es raro ver a alguien sin ella en la calle.

Zona de patinaje sobre hielo en un parque público de Pekín, este jueves.
Zona de patinaje sobre hielo en un parque público de Pekín, este jueves.Mark Schiefelbein (AP)

Aunque las autoridades continúan pidiendo precaución, la eliminación de prácticamente todas las medidas anticovid ha animado a muchos a hacer las maletas y regresar a sus pueblos de origen. Por ello preocupa que la oleada de contagios se extienda a las zonas rurales, con menos recursos y sistemas de emergencias más débiles. El Ministerio de Transportes calculan que se realizarán más de 2.000 millones de desplazamientos durante el periodo de 40 días en torno a la Fiesta de la Primavera.

Esas inquietudes parecen haber desaparecido dentro del recinto de Badachu, donde las risas de los más pequeños se mezclan con el sonido de los tambores, mientras que el dulce aroma del algodón de azúcar (con forma de conejito) y las majuelas confitadas se fusiona con el del incienso. Estas ferias son el último vestigio de los mercadillos que, en época imperial, rotaban por los templos budistas y taoístas durante el calendario religioso. Ahora, en los días previos al Festival de los Farolillos (que se celebra el decimoquinto día del calendario lunar como broche final a los festejos), los templos de Pekín dan la bienvenida no solo a los creyentes, sino también a todo aquel que quiera degustar aperitivos tradicionales o probar suerte en las tómbolas. En Badachu, de hecho, se puede hasta patinar sobre hielo. Desde la celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno Pekín 2022, los deportes de nieve se han popularizado.

“Es la primera vez que venimos solos, nos lo estamos pasando muy bien”, afirma un adolescente pekinés que está en la feria con cuatro amigos. “Antes del virus siempre íbamos al pueblo natal de mis padres. Este año también nos hemos quedado aquí, por seguridad”, agrega. Otro chico del grupo acaba de ganar en un juego de romper huevos un kuaiban, una especie de castañuelas hechas de bambú. “Teníamos muchas ganas de salir a divertirnos. Hemos pasado demasiado tiempo encerrados en casa”, se quejan.

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