China busca resetear su economía
El FMI pronostica “una recuperación más rápida de lo previsto” después de que Pekín haya dejado atrás la política de cero covid
Pasado el tsunami de contagios tras el abandono de la política de cero covid, China se adentra en el nuevo Año Lunar con la intención de resetear su economía. Tras un año negro en el que creció al 3%, el segundo peor dato desde 1976 (solo por detrás del pandémico 2020), algunos indicadores, como el alza en la producción de manufacturas y el repunte del turismo interior, permiten vislumbrar una recuperación. Mientras, Pekín subraya con mensajes políticos y diplomáticos su intención de arrancar de nuevo la locomotora. Pero en un mundo geopolíticamente volátil siempre hay sustos, como la crisis de los globos, que amenaza uno de los puntos clave que persigue Pekín para restablecer su economía: la estabilidad en las relaciones con Estados Unidos.
En el reciente Foro de Davos, el viceprimer ministro chino, Liu He, el hombre al frente de los asuntos económicos, dio señales claras ante los prebostes de las finanzas: el crecimiento chino “mejorará significativamente” este año, dijo, y pronosticó un “muy probable” regreso a la normalidad. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha recogido el guante en su último informe de previsiones, en el que eleva ocho décimas el crecimiento del Producto Interior Bruto del país en 2023, hasta el 5,2%. “La reciente reapertura ha allanado el camino para una recuperación más rápida de lo previsto”, asevera el documento.
El empuje chino se sentirá en el resto del globo, según este organismo: entre la segunda potencia mundial y la India serán responsables del 50% del crecimiento anual de un planeta aún marcado por la inflación, la guerra y las magras cifras de actividad en Estados Unidos y Europa. Pero el FMI también avisa de un crecimiento en China inferior al 4% en el medio plazo, “en un contexto de menor dinamismo empresarial y lentos avances en las reformas estructurales”.
Las dudas se centran en la crisis del sector inmobiliario, tradicional motor del país, que suma cerca del 30% del PIB. Aún no hay signos de mejora, a pesar de las iniciativas del Gobierno chino puestas en marcha en los últimos meses para aliviar la asfixia de los promotores y terminar proyectos inacabados. En noviembre, el valor total de las transacciones de nuevas viviendas cayó un 26,6% interanual. “Es prioritaria la actuación del Gobierno central para resolver la crisis inmobiliaria”, advierte el FMI.
El organismo con sede en Washington ha profundizado en los argumentos en un informe sobre China publicado el viernes pasado, en el que cita los retos que supone una mano de obra en retroceso (la población del país menguó en 2022 por primera vez en más de 60 años) y unos rendimientos decrecientes de la inversión de capital. “Las reformas favorables al crecimiento, como una mayor apertura de los mercados nacionales y la garantía de neutralidad competitiva entre las empresas privadas y las estatales contribuirán a apuntalar el bajo crecimiento de la productividad en un momento de contracción de la oferta de mano de obra”, ha asegurado Thomas Helbling, subdirector del departamento de Asia-Pacífico del FMI, en una comparecencia en la que ha recordado que la previsión de crecimiento “está sujeta a un alto grado de incertidumbre” no solo por cuestiones económicas: también se ha de tener en cuenta la futura evolución del virus.
Pekín es consciente de los desequilibrios. A finales de enero, en el primer día laborable en el gigante asiático tras las vacaciones del Año Nuevo, el primer ministro, Li Keqiang, se reunió con el Consejo de Estado (el Ejecutivo chino) y aseguró que es necesario reactivar la demanda interna: “Tenemos que restaurar el papel estructural del consumo en la economía”, dijo Li, según la lectura oficial del encuentro. “El mayor potencial de la economía china reside en el consumo de sus 1.400 millones de personas”.
El Gobierno busca fomentar la compra de artículos de gran valor, como los coches, aumentar “razonablemente” el crédito al consumo y reactivar el sector inmobiliario instando a la finalización y entrega de las viviendas inacabadas. El Ejecutivo también subrayó el compromiso con la apertura tras tres años de aislamiento y prometió esfuerzos para promover los intercambios empresariales con el extranjero. Pero para constatar el giro económico toca esperar a marzo, cuando se reúne la Asamblea Nacional Popular (el Legislativo chino), se nombra al nuevo Gobierno y se prevé la renovación de Xi Jinping como jefe del Estado.
El período de fiestas ya ha dado signos de que existe una demanda latente y ávida tras el fin de las restricciones: se han realizado 308 millones de viajes turísticos dentro de China, cifra que alcanza el 88,6% de 2019, según el ministerio de Cultura y Turismo. Los vuelos internacionales muestran una mejoría más perezosa: están en el 6% de los niveles precovid, aunque las autoridades quieren alcanzar el 25% en primavera y el 80% a finales de año.
Los datos de la actividad de la industria manufacturera sí denotan dinamismo: el índice gerente de compras, indicador de referencia, rebotó desde los 47 puntos de diciembre (el peor registro del 2022 y tras encadenar tres meses de contracción) hasta los 50,1 en enero; superar el umbral de los 50 puntos supone un alza de la actividad con respecto al mes anterior, mientras que quedar por debajo implica una recaída.
“Soy cautamente optimista”, dice sobre el 2023 Carlo Diego D’Andrea, vicepresidente de la Cámara de Comercio de la UE en China, asociación que representa a más de 1.800 compañías comunitarias en el país. D’Andrea considera que habrá un resultado “mixto”, según los sectores: la hostelería debería mejorar porque han desaparecido las cuarentenas, pero sigue existiendo “incertidumbre” en el consumo, entre otras cosas porque los costes de un ingreso en la UCI son elevados y habrá quien se resista a gastar sus ahorros por si vienen mal dadas. No espera un rebote del 18%, como el del primer trimestre del 2021, sino un “crecimiento lento pero sostenido”. Y advierte de que el inesperado cambio de estrategia sanitaria subraya una China cada vez más “imprevisible” para los empresarios que valoran invertir en el país.
Ding Yifan, investigador principal de Taihe, un centro de análisis con sede en Pekín, y exsubdirector del Instituto de Desarrollo Mundial, dependiente del Centro de Investigación para el Desarrollo del Consejo de Estado, es más positivo: tras poner la pandemia “bajo control”, asegura que la economía repuntará en el primer trimestre arrastrada por el consumo y los servicios. En primavera, añade, el crecimiento estará vinculado a la “profundización” de las reformas del Gobierno, que liberará “cierto impulso” de crecimiento. “Todavía tenemos margen de maniobra, especialmente en el sector de propiedad estatal”, subraya.
Los analistas de la financiera japonesa Nomura confían en que habrá un efecto rebote, pero el ritmo de la recuperación “no debe exagerarse”, explican un informe reciente. Creen que la demanda cautiva es “modesta” y estiman el exceso de ahorro en los tres años de pandemia en el 3,3% por encima de los ingresos disponibles de los hogares en el trienio anterior al coronavirus. Avisan de que un flujo excesivo de estas reservas acumuladas, cuando la oferta aún se encuentra renqueante, puede alimentar la inflación en un mundo ya atenazado por el alza de precios y el endurecimiento de políticas monetarias. “Los que abogan por un gran aumento de la demanda china reprimida deberían tener cuidado con lo que desean”.
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