Europa se erige en defensora de un comercio global en retroceso
Los líderes comunitarios intentan reconstruir las partes dañadas del liberalismo comercial a manos de Trump y en mantener pactos como el del clima de París o el nuclear con Irán
Con esmero, paciencia y resignación, Europa intenta salvar los añicos del orden multilateral del siglo XX, triturado día a día por el presidente estadounidense Donald Trump. Los líderes europeos se afanan en reconstruir las partes dañadas del liberalismo comercial, en evitar golpes irreparables a la alianza transatlántica y en mantener en pie los acuerdos abandonados por el mandatario estadounidense, como el protocolo de París contra el cambio climático o el pacto para la desnuclearizacion de Irán.
Una de las fronteras más calientes en esa extenuante batalla es la del comercio internacional, en franco retroceso como consecuencia, en parte, del repliegue nacionalista de Washington. “Hemos pasado de un período de optimismo esperanzado sobre los beneficios de la integración económica internacional a otro de sospecha y desconfianza”, lamentaba la comisaría europea de Comercio, Cecilia Malmström, durante una visita a Washington.
El comercio mundial vivió su edad de oro entre 1990 y 2008, el período aludido por Malmström. El valor intercambiado de bienes y servicios pasó del 36% del PIB mundial al 61%, según un ensayo del último boletín del BCE.“Desde entonces, el comercio se ha ralentizado (hasta el 58% del PIB), mientras el proteccionismo ha aumentado”, señala ese texto. Las guerras comerciales desatadas por Trump precipitaron una caída del comercio del 3% a finales de 2018 y “harán de 2019 el peor año desde la crisis financiera”, según los analistas de ING.
La Unión Europea ha intentado contrarrestar esas tendencias con una batería de acuerdos de liberalización comercial, desde Canadá a Singapur y de Japón a Vietnam. Pero esos cuatro países solo representan el 8% del comercio de la UE y los pactos logrados han requerido largas negociaciones y tortuosas ratificaciones (todavía pendientes) para unos resultados limitados (dejan fuera la inversión en ciertos casos) y crecientemente impopulares dentro de la propia Unión Europea. Bruselas parece haberse agotado en el esfuerzo y ya solo espera rematar las negociaciones pendientes, en particular, la interminable (desde 1999) con el Mercosur.
En el camino podrían quedarse los dos acuerdos más importantes: el recién planteado con EE UU (sustituto del TTIP) y el de protección a la inversión con China, que podría verse arrastrado por las turbulencias comerciales. La próxima legislatura en Europa tampoco se anuncia fácil para estos acuerdos, tras unas elecciones que han puesto fin al dominio de populares y socialistas y apuntan a un giro hacia las posiciones de los Verdes.
“Será prácticamente imposible ratificar cualquier acuerdo comercial los próximos cinco años”, apunta una fuente comunitaria. La UE se concentrará en explotar al máximo el margen de los acuerdos ya firmados y en intentar evitar el colapso de la Organización Mundial de Comercio, al borde del bloqueo por la negativa de EE UU a renovar sus órganos de apelación. Una reliquia del siglo XX que podría sucumbir en un nuevo orden marcado por el choque de Washington y Pekín.
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