Yahya Abdul-Mateen II, la próxima estrella de Hollywood: “Creo que es un gran momento para ser negro en América”
Este ex arquitecto estadounidense fue el hallazgo de la nueva ‘Matrix’ y próximamente estrena ‘Ambulancia’, que coprotagoniza junto a Jake Gyllenhaal. Ahora, se enfrenta a la fama mundial
Yahya Abdul-Mateen II (Nueva Orleans, 35 años) está en su casa de Nueva York desayunando un yogur e intentando entenderse con un transportista. “Me acabo de mudar, tío”, se justifica al otro lado de la pantalla. “Me tenían que haber traído una mesa esta mañana, pero no sé qué pasa. Perdóname un segundo”, se disculpa antes de empezar a teclear en su móvil, hablando al mismo tiempo: “Es-to-y-en-u-na-en-tre-vis-ta. De-jo-la-puer-ta a-bier-ta. Pa-se-sin-lla-mar”. Entonces levanta la cabeza y sonríe. “Ya está, ¿esto lo vas a meter en el texto, ¿verdad?”. Me temo que sí. “Lógico, yo también lo haría. Bueno: ¿todo bien por Madrid?”. Todo bien, gracias.
Si usted se cruzara hoy con Yahya Abdul-Mateen II es más que probable que no lo reconociera. Quizás le suene como el Morfeo de la nueva Matrix: Resurrections. Si es fan del cine de superhéroes, tal vez le recuerde como Black Manta, el villano de Aquaman (2018). Incluso es posible que se fijara en él cuando interpretó al líder de los Panteras Negras, Bobby Seale, en El juicio de los siete de Chicago (2020). Pero no es ni mucho menos Denzel Washington. Él se parte de risa cuando escucha eso. “Si no me reconocen es porque tengo muchas caras”, bromea. “Me dejo una barbita o me cambio de peinado y parezco otro. Ahora en serio, tienes razón. No tengo problemas cuando voy por la calle todavía”.
Tras diez años de trabajo, Abdul-Mateen II ha llegado a ese momento en el que todo indica que está a punto de entrar en el pequeño grupo de actores negros famosos. Esa hornada de treintañeros en la que despuntan Michael B. Jordan (Black Panther o Creed) o Jonathan Majors (de la serie Lovecraft Country) destinada a sustituir a Will Smith o Jamie Foxx. Una generación que está viviendo oportunidades en Hollywood comparables a las que se abrieron en 1964 con el Oscar de Sidney Poitier. Porque a pesar de que las tensiones raciales en EE UU han dado lugar a movimientos como Black Lives Matter, los intérpretes afroamericanos acceden hoy a papeles que antes parecían reservados a blancos.
Da la impresión, viendo las noticias que llegan de ese país, que estos son tiempos mejores para los actores racializados. “Creo que es un gran momento para ser negro en América. Punto”, replica. “Nadie te da a elegir tu color cuando naces. Así que mejor que conviertas tu vida en el mejor tiempo para estar vivo. Pero es verdad que cuando miras el estado del mundo en términos de asuntos sobre la negritud, el arte nos da la oportunidad de expresar nuestro punto de vista, de controlar la narrativa, de contraatacar. Estamos sufriendo, pero entendemos que somos poderosos. Creo que mucha gente está despertando y entendiendo nuestro poder en los espacios económicos, artísticos y culturales. Creo que también se empieza a tomar control de los espacios empresariales y políticos. Y creo que estamos en una posición en la que podemos decir que el futuro será mejor de lo que ha sido el pasado”.
Abdul-Mateen II empezó a destacar tras ganar el Emmy a mejor actor secundario por su papel en Watchmen en 2020. “Fue extrañísimo. Que me nominaran fue muy excitante, pero la ceremonia fue en remoto. Estaba en casa, escuché mi nombre y lo siguiente que supe es que estaba en Zoom recogiendo el premio. Fue muy raro. Aunque muy gratificante”. Desde entonces no ha dejado de trabajar. “Ya te digo”, reconoce riéndose. “Llevo un par de años de no parar. Este es un trabajo que consiste básicamente en dar, estás todo el día ofreciendo algo de ti a los demás. Así que ahora el reto es aprender a recoger, a quedarme algo para mí. En ello estoy. Acabo de terminar mis 20 minutos matinales de meditación”, explica señalando fuera de pantalla a lo que debe ser la esquina de meditar. “Saco tiempo para el gimnasio, esas cosas…”. ¿Y vacaciones? “Hombre, sí”, responde repentinamente azorado. “Para mí, que viajo tanto, vacaciones significa volver a ver a mi familia y la semana pasada fui a casa de mi madre un par de días a pasar Acción de Gracias. ¿Acción de Gracias fue la semana pasada, no? Espera... sí, sí, claro que fue la semana pasada”, concluye encogiéndose de hombros al darse cuenta de que no sabe en qué semana vive.
Tiene una avalancha de estrenos que acaban de llegar o están al caer. Después de Matrix: Resurrections será el turno de Ambulancia, una superproducción de acción dirigida por Michael Bay que se estrenará en abril. A lo largo de 2022 se sumarán, al menos, otros tres filmes: Aquaman and the Lost Kingdom, By all y Emergency Contact. Además, se está haciendo un nombre como hombre de negocios. En diciembre se anunció que su productora, House Eleven 10, ha llegado a un acuerdo con Netflix. La plataforma estrenará los proyectos de Abdul-Mateen II.
“Es una gran oportunidad. Soy de esas personas que a lo que dedican el tiempo libre es a pensar en su próximo trabajo y quiero tener el control. Quiero elegir yo los proyectos, que hablen de mi mundo, de mi gente y sus problemas”. Basta con ver el primer proyecto que ha puesto en marcha. Será una adaptación de la novela The Scent of Burnt Flowers, de Blitz Bazawule: la historia de una pareja de activistas afroamericanos de los sesenta que, huyendo de la persecución en EE UU, buscan asilo en Ghana. Con esa novela debuta este año como escritor Bazawule, rapero y cineasta ghanés.
Por todo lo anterior, la muy respetable The Hollywood Reporter, gigante de la prensa cinematográfica estadounidense, le incluyó recientemente en su lista de la nueva primera división de estrellas de Hollywood. Cuando se le pregunta qué le parece, guarda un reflexivo silencio. Por primera y última vez en toda la entrevista cavila durante unos segundos antes de hablar. “Diré que no está mal para un tipo que fue despedido como urbanista municipal en 2008. ¿Qué te parece? ¿Te vale?”, responde. Y otra vez se echa a reír.
Porque Yahya Abdul-Mateen II no es de esos actores vocacionales que llevan una vida apostándolo todo para llegar a lo más alto. Ni siquiera fue su primera opción profesional. Buen estudiante y buen atleta, estudió arquitectura becado en la Universidad de Los Ángeles. “La verdad es que fue por mi padre, que era albañil. Él siempre quiso que estudiara algo que me permitiera ganar dinero y ayudar a la comunidad. Teníamos el sueño de construir algún día una casa para nuestra familia que yo hubiera diseñado”.
Trabajó hasta 2008 para el Ayuntamiento de San Francisco, en asuntos de planificación urbana. “Fue muy interesante. De repente iba con traje y corbata y era adulto. Me encantaba pasar tiempo en los barrios. Hablar con los líderes comunitarios de las necesidades de cada zona”. Pero la crisis económica provocó su despido. “Se quedaron sin fondos y cancelaron los proyectos en los que yo trabajaba”, recuerda. Un año antes, su padre había fallecido y él decidió que era el momento de dar un giro a su vida profesional. “No recuerdo exactamente el día en que decidí ser actor profesional, pero sí que hubo un momento en que pensé: ‘Me voy a dar tres años para que pase algo relevante. Si no ocurre nada, hago un máster y vuelvo a la planificación urbana’. En realidad no tenía ni idea de qué quería decir con ‘algo relevante’, pero sabía que si pasaba lo reconocería al instante”. Fue entonces cuando supo que había sido admitido en el prestigioso curso de interpretación de la Universidad de Yale. “No fue sencillo entrar, no”, reconoce. “Pero trabajé duro y lo conseguí. Una de esas decisiones que te cambian la vida”.
No es que hasta entonces, con 25 años, nunca se hubiera subido a un escenario. Abdul-Mateen II es el pequeño de seis hermanos (un chico, cuatro chicas, y él) y era el payasete de la familia. “Me apuntaba a cada representación que podía. Pero nunca me lo planteé como una salida profesional. Creo que el talento para las artes lo heredé de mi madre. Es ama de casa, bastante tenía con cuidarnos a los seis, pero tiene una capacidad natural para cantar y la actuación. Yo siempre estaba metido en movidas de teatro en el colegio”, recuerda.
Abdul-Mateen II tiende a quitar hierro a sus decisiones más trascendentales. Por ejemplo, en su casa, su madre era cristiana y su padre musulmán, y él fue criado en ambas fes. “Celebrábamos Navidad y Ramadán. A mí me parecía lo normal, aunque luego me di cuenta de que no lo es, para nada”. ¿Ha terminado por quedarse con alguna de las dos creencias? “Sí, de adolescente empecé a ir a misa y dejé de ir a la mezquita”. ¿Por qué? “En la iglesia había más chicas. Cuando tienes 15 años es un argumento sólido”.
A simple vista parece un tipo feliz, nada proclive al drama. Nació en Nueva Orleans y después, por el trabajo de su padre, se mudaron a Auckland, California. Vivían de alquiler, cambiaban mucho de barrio, y él fue a 13 escuelas distintas. ¿Fue difícil? “¡Qué va! Para nada. Era una oportunidad de hacer nuevos amigos. Ten en cuenta que en casa éramos una tribu y nunca me sentí solo. Siempre fui el nuevo, y eso me hacía esforzarme más en ser más simpático. Además, a partir del instituto ya nos estabilizamos”.
No consiguió su primer papel importante hasta los 29 años. Uno de los protagonistas de The Get Down (2016), la serie de Baz Luhrmann para Netflix sobre los inicios del hip hop. “Diez días después de terminar en Yale estaba rodando. Lo que me sorprendió es lo cómodo que me sentí. Quizá no tenía muchas expectativas. A partir de ahí todo fue rodado”.
Desde entonces no ha parado de encadenar papeles. Un día, el director Damon Lindelof, que andaba preparando Watchmen, estaba viendo El cuento de la criada en televisión cuando se fijó en él, que interpretaba un rol menor. Quedó impresionado por su actuación y le reclamó para uno de los personajes fundamentales de la serie. “He tenido mucha suerte de elegir bien. El único mérito que tengo es haber sabido distinguir los buenos consejos de los malos. Me han guiado muy bien. Ese es el secreto”, concede. “Los rodajes”, añade, “son trabajos corales. Dependen de muchas cosas, por ejemplo, del carácter de los directores. Lana Wachowski y Michael Bay son directores muy físicos, que lo controlan todo. Sobre todo Michael, que no suelta la cámara en ningún momento. Aaron Sorkin es mucho más reposado, con él se trabajan mucho los diálogos, pero es todo mucho más calmado. De todos aprendes algo”.
Y de los actores, claro. Su compañero en Ambulancia es Jake Gyllenhaal y en Aquaman Jason Momoa. ¿Se ha planteado qué pasaría si fuera al revés? “Lo veo perfectamente posible y serían dos películas totalmente distintas. Con Jake, Aquaman sería un tío mucho más oscuro. Y Jason podría hacer perfectamente el papel de Jake en Ambulancia. Yo sería su hermano mayor. Jason es un osito de peluche. La gente no se da cuenta de que, en realidad, es un auténtico osito de peluche”.
Extremadamente reservado con su vida privada, Abdul-Mateen II no se prodiga en actos sociales. No se le conoce pareja, por ejemplo. ¿Está preparado para asumir que eso cambiaría si le llega la fama? No se piensa la respuesta: “Hemos empezado la entrevista hablando de lo importante que es que me reserve espacio para mí. Eso es un poco lo que pienso de la fama. Es algo con lo que tienes que tener mucho cuidado. Te llega de golpe y desaparece de la misma manera. Mi trabajo es proteger mi salud, mi carrera y mi productora. Asumir la fama todo lo humildemente que pueda y ser consciente de la responsabilidad de emplearla bien. Gracias a ella puedo hacer cosas asombrosas para mí y para mi comunidad. ¿Te parece una buena respuesta para terminar?”. Me sirve. “Pues si no te importa, podemos dejarlo aquí. Voy a buscar a los de la mesa, que todavía no han llegado y deben de estar perdidos aquí cerca”. Por supuesto, mucha suerte.
Realización: Jan-Michael Quammie. Maquillaje y peluquería: Carlos Ferraz (Carol Hayes Management). Asistente de fotografía: Sophie Guillouart. Asistente de realización: Lois Jenner. Producción: Michael Radford y Adriana Suárez. Agradecimientos: Vitra.
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