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Crítica | Matrix Resurrections
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Matrix Resurrections’: la pastilla roja era un beso de amor

‘Matrix’, la primera, se ha instalado en la condición de clásico moderno. Así que Lana Wachowski ha articulado este guion a partir de una estructura que casi calca la de aquella

Keanu Reeves , en 'Matrix Resurrections'.
Javier Ocaña

Saber o no saber. Tomarte la pastilla azul, la que te convertirá en un esclavo feliz en tu desconocimiento por formar parte de un programa informático en el que no hay libre albedrío, aunque lo parezca, y poder saborear un filete delicioso y perfecto, pero falso; o decidirse por la pastilla roja, la de los rebeldes, los dispuestos a vivir en la pobreza comiendo cada día una papilla inmunda, pero haciendo frente a los diseñadores del mundo de la irrealidad y sabiendo que cada decisión es propia.

Tecnología, cyberpunk, acción, artes marciales, filosofía y religión se aunaban en Matrix (1999), película fundamental en el paso entre los siglos XX y XXI, convertida en saga con dos secuelas estrenadas en 2003. No era difícil ver aspectos de las teorías de Platón y Descartes; a Neo, su protagonista, como un Elegido Jesucristo, a Morfeo como Juan el Bautista y, en la segunda entrega, a un Judas dispuesto a entregar al Mesías a sus enemigos. Sus creadoras, las hermanas Wachowski, conectaron con todo tipo de públicos porque su apuesta podía verse en diferentes niveles, dependiendo de las ganas de cada espectador por ahondar en un (a veces) indescifrable, y también sucesivamente caprichoso, universo de referencias y originalidades. Dos décadas después nos llega Matrix Resurrections, cuarta y tardía entrega, solo con una de las hermanas al frente, Lana. Una película desigual que comienza desprejuiciada y autorreferencial, felizmente cómica en sus guiños al fenómeno que supusieron las tres primeras entregas, pero que se atasca en el núcleo central con un rosario interminable de explicaciones de lo inexplicable.

En ese primer trecho, Mr. Anderson, el personaje de Keanu Reeves, es el creador de un videojuego de histórico éxito llamado Matrix, acogotado por unos problemas psicológicos que le han llevado a no acabar de distinguir la realidad de su ficción. Ahí empiezan los guiños metalingüísticos: “Warner Brothers nos ha pedido una cuarta versión del videojuego. Nos han dicho: ‘O la hacéis vosotros, o se la encargamos a otros”. Hasta qué punto este diálogo de la película está sacado de una posible realidad extrínseca al relato de Matrix y relacionada con las Wachowski, o sin embargo es pura ficción, es casi lo de menos. Lo mejor es que funciona dentro de un engranaje en el que nada es lo que parece.

Dieciocho años después de la segunda y tercera partes, casi nadie salvo los muy fanáticos se acuerda de Reloaded, con sus interminables tiempos muertos y tramas paralelas en la ciudad de Sion, ni de Revolutions. Matrix, la original, en cambio, se ha instalado en la condición de clásico moderno. Así que Lana, también guionista de Resurrections, la ha articulado a partir de una estructura que casi calca la de aquella, y que en cierto sentido puede parecer incluso un remake inconfeso. De hecho, ambas empiezan y terminan exactamente igual, aunque con un esencial cambio en su desenlace, en el que Wachowski ha puesto todo su corazón de mujer, culminando así un último cuarto de hora de relato que deja mejores sensaciones que su excesivamente confuso eje central.

Es en esa fase cuando la película entra en un socavón de continuas revueltas que lleva a su autora a dar demasiadas explicaciones, convirtiéndola en una película que no cuenta ni transcurre, sino que simplemente se está aclarando todo el tiempo. Y aun así, no acaba de entenderse. Ahora bien, como en Reloaded, la clave emocional está finalmente en algo mucho más básico, físico y comprensible: en un beso de amor, y en la relación entre Neo y Trinity, aquí ensalzados una vez más por la estupenda química entre Reeves y Carrie-Anne Moss, ambos de una fascinante belleza natural en su madurez, y en cuyos intercambios y diálogos encuentra Resurrections sus mejores instantes.

Matrix Resurrections

Dirección: Lana Wachowski.

Intérpretes: Keau Reeves, Carrie-Anne Moss, Yahya Abdul-Mateen II, Jonathan Groff, Neil Patrick Harris.

Género: ciencia ficción. Estados Unidos, 2021.

Duración: 148 minutos.

Estreno: 22 de diciembre.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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