‘The Power 100’: la lista de los más poderosos del mundo del arte incluye a dos españoles
Paul B. Preciado y Elvira Dyangani Ose entran en la clasificación anual con la que la revista británica ‘ArtReview’ elige a las cien personas más influyentes del universo artístico
El mundo está cambiando. Esa es posiblemente la gran conclusión que se extrae de la última lista The Power 100, por la que anualmente, desde hace dos décadas, la revista británica especializada ArtReview identifica a las personalidades más poderosas del sector, y que hoy publica en su edición digital. Hay en ella grandes galeristas, coleccionistas estrella, artistas mediáticos o directores de ferias y museos, sospechosos habituales de un universo donde, desde los tiempos dorados de los mecenas de la Florencia renacentista, el poder lo ha sido todo. Pero también figuran otras opciones más aventuradas, e incluso hay espacio para dos nombres españoles, algo nada común. El resultado, dispar y heterogéneo, más que del mundo del arte dice mucho del mundo a secas, un mundo polarizado, escindido entre el viejo orden y unas puertas que parecen abrirse a nuevas formas de organización social.
Por tercer año consecutivo, aparece en cabeza de la lista un nombre que no representa a una personalidad individual. Se trata de ruangrupa, colectivo artístico con sede en Yakarta, Indonesia, que amalgama personas dedicadas no solo a la producción artística, sino también a la arquitectura y la educación. En las dos ediciones anteriores, el primer puesto lo habían ocupado el estándar de tokens no fungibles ERC-721 (2021) –su desaparición este año apunta la bajada del suflé de los NFTs–, y el movimiento Black Lives Matter (2020).
Dos nombres españoles pasan el corte. Uno, presencia habitual desde 2018, es el escritor, comisario y activista trans Paul B. Preciado, que alcanza el puesto 31 (entre los galeristas alemanes Sprüth & Magers y el cineasta y artista visual tailandés Apichatpong Weerasethakul). La otra es Elvira Dyangani Ose, desde hace un año directora del MACBA de Barcelona, que hace su debut en el listado clasificándose en el número 61. A cambio, esta vez no se citan otras opciones nacionales como Manuel Borja-Villel, director del museo Reina Sofía (ahora en plena polémica ante una posible extensión de su ya extendido mandato), o la coleccionista y galerista Helga de Alvear.
Preciado considera que, como todas las listas, esta sirve para excluir más que para incluir. “Siempre que la veo me pregunto por qué no hay otra gente que a mí me parece más importante del mundo del arte”, declara a ICON Design. “Hay figuras aparentemente menores que definen modos de trabajar fuera de la institución, como [el artista de performance mexicano] Guillermo Gómez Peña o [la escritora y activista feminista boliviana] María Galindo”. En cuanto a Dyangani Ose, proveniente de una familia originaria de Guinea Ecuatorial, el pasado febrero defendía en un artículo de opinión en Babelia otra forma de entender los museos, más horizontal, sostenible y atenta a cuestiones como la emergencia climática y el impulso de estructuras antirracistas y permeables al conocimiento no occidental. En conversación con ICON Design, la directora del MACBA destaca ahora el papel de quienes, de manera más anónima, rodean a los nombres propios elegidos: “Esa valoración o validación es también para aquellos que les apoyan y para los que podrían sentirse inspirados por ellos”.
Es la primera vez que esta lista la lidera una entidad procedente del llamado Sur Global, el conjunto de regiones menos favorecidas o en vías de desarrollo. Ruangrupa ya figuraba en el cuarto puesto en 2021, y puede atribuirse su escalada hasta la cumbre a que este año el colectivo ha comisariado la 15 edición de Documenta, la exposición de arte contemporáneo que se celebra cada lustro en la ciudad alemana de Kassel. Planteada como un evento que desafiaba ideas propias del arte occidental como la autoría individual (los artistas presentes eran el resultado de una cascada de invitaciones en la que intervenían múltiples colectivos), la propia dinámica anti-intervencionista de esta Documenta terminó llevándola a la implosión cuando una de las piezas, un mural de nueve por 12 metros, recibía acusaciones de antisemitismo, lo que dio lugar a encendidas discusiones públicas, la retirada voluntaria de otra artista presente (Hito Steyerl, número 4 de la lista) y la dimisión de la directora general de la muestra. Ciertamente, puede considerarse que la atención de los medios de comunicación y los debates que todo este asunto generó constituyen una forma de influencia –es decir, de poder– que ya justifica la selección de ruangrupa.
En cambio, no puede dejar de señalarse la aparente incongruencia que existe entre el mundo inclusivo que este año parece propugnar ArtReview –un mundo sin rangos ni personalismos, donde cabe todo y el individuo se disuelve en la colectividad–, y su escenificación a través del formato clásico de lista, que se basa precisamente en el dedo que elige de entre la multitud, la dicotomía entre excluidos e incluidos y, dentro de estos, en una estricta jerarquía que los ordena de más a menos poderosos.
Por otro lado, las formas que adopta el poder han cambiado a lo largo del tiempo, dentro del mundo del arte y también fuera de él. Pero aquí cada vez se constata con más rotundidad la pérdida de importancia de la crítica especializada, que en otros tiempos desempeñó un papel esencial en la legitimación y desarrollo de artistas y movimientos. A cambio, el pensamiento y el activismo copan un número creciente de puestos, como destaca Paul B. Preciado, él mismo filósofo y activista: “La lista se ha abierto a esos espacios que antes no estaban presentes”, señala. “Resulta interesante estar en ella cuando no se es director de museo o de galería, es decir, como contra-cultura”. Nombres como Fred Moten (5), Anna L. Tsing (13), Donna Haraway (16), Judith Butler (37), Saidiya Hartman (38), Achille Mbembe (39), Byung-Chul Han (48) o Sara Ahmed (71) estarían, como él, en este registro.
El movimiento de disidentes cubanos San Isidro y el 27N aparecen en el número 67. Y de la mayoría de los artistas presentes parece haberse apreciado ante todo su vertiente activista, caso de Nan Goldin (8) –protagonista del documental All the Beauty and the Bloodshed, de Laura Poitras, sobre su toma de partido en la crisis de los opioides, reciente León de Oro en la Mostra de Venecia-, Cecilia Vicuña (29) o Ai Weiwei (51). El colectivo de creadores aborígenes del norte de Australia Karrabing Film Collective (21), compuesto por varias decenas de miembros, o los ghaneses blaxTARLINES (98), redundan en la idea del esfuerzo colectivo. Más aún, sorprende un tercer puesto concedido a los sindicatos, atendiendo a la reciente tendencia de los artistas y personal de museos a asociarse para defender sus derechos laborales.
Aunque los movimientos Black Lives Matter y MeToo no aparecen formalmente como en ocasiones anteriores, se hace transparente la voluntad de sumar tanto mujeres como personas de raza negra, lo que supone una declaración de intenciones. Destaca el segundo puesto para la comisaria italiana Cecilia Alemani, que este año ha sido la responsable de una Bienal de Venecia no demasiado audaz en lo formal, pero muy rigurosa y fecunda en lo intelectual, y que integraba claras apuestas por el arte realizado por mujeres y por los saberes no occidentales. Por lo que respecta al colectivo de personas de raza negra, los puestos más elevados los ocupan habitantes de Europa o Norteamérica, como Fred Moten, Simone Leigh (7) y Sonia Boyce (33) — premiadas con sendos Leones de Oro venecianos en 2022-, Theaster Gates (18), Kara Walker (19), Carrie Mae Weems (22) –estos días con una exposición en tres centros de Barcelona comisariada por Elvira Dyangani Ose-, Arthur Jafa (26) o Steve McQueen (27), con la autora sudafricana no binaria Zanele Muholi (28) como encarnación simultánea de la negritud, el poscolonialismo, el Sur Global y lo queer. Se aprecia también la voluntad por integrar representantes de los cinco continentes, con especial atención a las regiones de Asia, Latinoamérica y norte y sur de África, más presentes a partir del puesto 30 de la lista.
Pero, en paralelo a este universo centrífugo, colectivo, multirracial, multicultural, decolonial, feminista, LGTBIQ+, vocacionalmente sostenible y altamente politizado que representa una parte de la lista, permanece otro blanco y occidental mucho más fiel a la imagen normativa del poder. Aquí podrían clasificarse megagaleristas a menudo inmersos en una implacable expansión territorial –David Zwirner (9), Iwan Wirth, Manuela Wirth y Marc Payot (17), Larry Gagosian (20), Marc Glimcher (23), Sprüth & Magers (30)-, fundaciones y coleccionistas de tal peso que son una marca en sí mismos —Maja Hoffmann (42), Miuccia Prada (45), Patrizia Sandretto Re Rebaudengo (60), Vincent Worms (68), Julia Stoschek (79)—, comisarios omnipresentes –Hans Ulrich Obrist (34)— o incluso artistas mediáticos –Wolfgang Tillmans (6), Olafur Eliasson (15)—. Aunque la realidad es tan compleja que no conviene reducirla a un esquema binario (algunas de estas personas han destacado por su compromiso con causas como la lucha contra el cambio climático o el apoyo a distintas formas de diversidad, y han incluido en sus muestras y colecciones numerosos artistas del Sur Global), en cierto sentido es como si se hubieran publicado dos listas superpuestas, una representativa del mundo capitalista y darwiniano que conocemos, y otra que refleja una aspiración de diversidad enarbolada por ciertos discursos muy presentes en las expresiones artísticas contemporáneas.
Por todo ello, quizá la lista de ArtReview revele aún más de lo que pretende sobre la sociedad en la que vivimos. Sus propios dilemas y contradicciones sugieren que lo que caracteriza el mundo de hoy son las estrechas convivencias e interrelaciones, así como la tirantez que se genera entre el dominio de las viejas estructuras, aferradas a sus privilegios, y la necesidad de plantear un escenario distinto, más inclusivo y ecológica y socialmente sostenible, como opción de supervivencia colectiva. O, citando a Paul B. Preciado en su último ensayo, Dysphoria mundi (Ed. Anagrama), todo trata sobre “la brecha epistemológica y política, la tensión entre las fuerzas emancipadoras y las resistencias conservadoras que caracterizan nuestro presente”. Añadamos que esa es una tensión que históricamente ha antecedido a todo gran cambio global.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.