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Extraescolares gratuitas y sin salir del colegio

El sistema público requiere incrementar sus recursos para ofrecer actividades vespertinas que complementen lo aprendido en clase

EXTRA COLEGIOS 032025
Hill Street Studios (Getty Images)
Elena Sevillano

De entrada, a los expertos consultados para este reportaje les parecen bien las extraescolares. “En su justa medida, equilibradamente, complementan el trabajo escolar profundizando en los intereses del estudiante o reforzando sus debilidades”, asume Ana Cobos, presidenta de la Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España (COPOE). Los problemas vienen a partir del pero con el que los mismos expertos transforman sus oraciones en coordinadas adversativas cargadas de críticas. Por resumir, señalan que estas actividades son excesivas y estresantes; no tienen en cuenta los intereses de los niños y niñas; se han convertido en una mera herramienta de conciliación para las familias, y en un foco de desigualdad entre quienes pueden y no pueden pagárselas. “Tal y como están planteadas, no responden a una necesidad de crecimiento de los niños; no los estamos mirando a ellos, sino a nosotros”, sentencia la especialista en educación a través del juego Imma Marín.

EL PAÍS reúne a otros tres especialistas en una charla virtual sobre extraescolares. Manuel Fernández Navas, profesor de Didáctica en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Málaga, ve sentido a estas actividades como complemento cultural (y gratuito) dentro de los colegios, y encuadradas “en la lógica de esa vieja idea de los centros como dinamizadores de sus entornos”. Toni Solano, director del IES Bovalar de Castellón, coincide en que pueden ser complemento o ampliación, pero nunca cubrir un vacío que deje la escuela. “Mucho menos a costa del bolsillo de las familias”, apostilla María del Carmen Morillas, presidenta de la Federación de la Comunidad de Madrid de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado (FAPA) Francisco Giner de los Ríos. El tema a debatir es, a juicio de los tres, un hilo más del ovillo de problemas estructurales del sistema: tirando de él van saliendo los demás.

“Que en la pública haya quien normalice que sus estudiantes han de reforzar su asignatura por las tardes me parece terrible”, lamenta Solano, quien, ojo, también entiende la postura del docente con 30 alumnos en el aula, muchísima diversidad y dificultades para llegar a todos. “Es urgente bajar las ratios”, exige Fernández Navas, dicho lo cual, bucea hacia la cuestión más de fondo de cómo se conciben las clases. “Si es solo dar el libro de texto y mandar deberes para casa, con las extraescolares como refuerzo, me parece nefasto. Es entrar en la dinámica neoliberal que siempre genera desigualdad, y en una dinámica de extraescolar como extensión del mal trabajo escolar”, lamenta.

La proporción de clases particu­lares que se dedica a materias curricula­res centrales para recuperación y refuerzo es muy baja entre los alumnos de la privada —en la que las familias centran sus esfuerzos, sobre todo, en los idiomas—, alcanza un 30% del total en la red concertada y algo más del 40% entre los de la pública, según constata Educación en la sombra en España, publicado por EsadeEcPol en 2023. “Es una prueba más de que los hogares más pudientes tienden a invertir más en clases de ampliación para incrementar la oportunidad de aprender de sus hijos, mientras que los hogares con menos recursos concentran el esfuerzo de gasto en clases para recuperar o reforzar, y así prevenir y combatir la repetición de curso”, concluye el informe.

Educación en la sombra

El mayor estudio realizado hasta la fecha sobre este mercado certifica que un 47% de familias con hijos en edad escolar en España pagan clases fuera del horario lectivo; el porcentaje es todavía mayor en centros concertados y privados, y en hogares de rentas altas; y sube por encima del 60% en Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y Bachillerato. Dos de cada tres euros van destinados a ampliar y perfeccionar; uno a reforzar y recuperar. Los autores —el catedrático de Didáctica y Organización Escolar de la UNED Juan Manuel Moreno y el economista Ángel Martínez— llaman a todo esto “educación en la sombra”. Un negocio muy jugoso que ascendió a 1.700 millones de euros en el curso 2019-2020, según recoge su informe a partir de la Encuesta de gasto de hogares en educación de ese ciclo. “El volumen de este mercado en España ha crecido de modo imparable en lo que va de siglo y representa una parte cada vez más importante del gasto privado en educación (casi un 15% en 2021)”, concluyen.

Las familias madrileñas fueron las que más dinero se dejaron en el empeño: 350 euros por alumno, frente a los 270 euros de la media nacional; también fueron las que más desembolso hicieron en idiomas. Algo que, según Morillas, puede ir asociado “al gran problema que tenemos con el programa de bilingüismo de la Comunidad de Madrid; a las cosas que no quedan resueltas en el centro educativo”, especifica. En general, el inglés concentró el 46% del gasto nacional en clases particulares y fue una prioridad para los hogares nacionales.

Educación en la sombra en España deja constancia del impacto negativo de las clases particulares para la equidad educativa: “Tanto en la red pública como en la concertada, el gasto medio por alumno de los hogares más ricos triplica al de los hogares más pobres”; si bien es cierto que los hogares de ingreso medio y bajo están aumentando el porcentaje de sus presupuestos dedicados a este capítulo. Los trabajos sobre extraescolares publicados entre 2000 y 2020, y revisados en 2021 por el entonces doctorando de la Universidad Complutense de Madrid Juan Pedro Franco Hidalgo-Chacón, arrojaban que el coste de estas actividades “podría suponer un elemento más de exclusión social en las familias con menos recursos, y no contribuir a la conciliación”.

EXTRA COLEGIOS 032025
SeventyFour (Getty Images)

Cambio de tendencia

Según la recopilación de Franco Hidalgo-Chacón, en 2007 las actividades más demandadas eran las recreativas —con los deportes a la cabeza—con más de 20 puntos porcentuales con respecto a las cognitivas (idiomas y música, sobre todo). El investigador reforzó estos datos con una encuesta más cualitativa, realizada en el curso 2018-2019. Aquí ya se observaba más equilibrio entre el alumnado participante en las actividades recreativas (un 76,7%) y cognitivas (un 69,4%); incluso avanzaba que “se observa un cambio de tendencia hacia las extraescolares cognitivas, con la aparición de nuevas como robótica, programación y las científicas”. La elección parecía recaer en los escolares: un 76,7% les dedicaban de dos a cuatro días a la semana, un 26,7% de ellos en su propio colegio.

“El de los tiempos escolares es el debate de los egoísmos, tanto por parte de los docentes como de las familias”, reconoce autocrítica Morillas, de la FAPA. El director de instituto Toni Solano cree que la jornada en la ESO es demasiado larga. Apuesta por acortarla y completarla, ya en horario vespertino, con extraescolares financiadas por el sistema público, “en la medida de lo posible”, y de corte lúdico, cultural y deportivo. Por ejemplo, hasta las cinco de la tarde. En el momento actual, la propuesta le parece una utopía, habida cuenta de la infrafinanciación que sufren los centros educativos. Fernández Navas comparte su visión, advirtiendo de que el cambio no lo puede financiar el colegio ni hacerse a costa del claustro.

Para este experto de la Universidad de Málaga lo que está en el centro del debate es la jornada continua y partida. “La continua nos gusta, porque es más cómoda, para el profesorado y el alumnado; es sano que lo enfoquemos así”, reconoce. Saca a colación el concepto de jornada completa, “aunque no para el profesorado, y no con los niños 6,5 horas atornillados a una silla”, aclara. Sería un buen escenario para la intervención de los animadores socioculturales, sugiere. “Hay que dar una vuelta a la manera de trabajar”, reclama. En cualquier caso, concentrar las horas lectivas durante la mañana, como ocurre en muchos centros, implica dejar el resto del día a las actividades organizadas por academias o empresas privadas. Los expertos piden, en aras de la justicia y la equidad, que lo público entre en ese espacio de la tarde.

Optimización

Solano y Fernández Navas lamentan la cantidad de infraestructuras educativas —instalaciones deportivas, bibliotecas, salas de usos múltiples— que se desaprovechan por las tardes cuando el cole o el instituto cierra a las 14.00 o a las 15.00. “Corresponde a las administraciones dotar de personal para mantenerlas funcionando”, aclara Fernández Navas. “También en fin de semana”, suma Morillas. “Desde la FAPA hemos conseguido abrir las pistas de colegios públicos por la tarde en algunas localidades, con muy buenos resultados”, apunta. Marín anima a las asociaciones de padres y madres de alumnos (AMPA) y a los municipios a organizar propuestas, y a que estas sean recreativas y lúdicas, fuera del sota, caballo y rey que es el fútbol, la clase de mates y la academia de inglés. Juegos de mesa, cerámica, huerto urbano, un taller de cocina y otro de ciencias en el que los participantes crean una estación meteorológica o un cohete, según sus intereses.

“Se nos olvida que la principal extraescolar que necesitan los niños es jugar”, subraya Marín. “En los juegos no guiados, entre iguales, aprenden a autogestionarse y a resolver conflictos; no es perder el tiempo, es ganarlo”, enfatiza. Para ello invita a las familias a organizarse: hoy me llevo a tus hijos al parque; mañana lo haces tú con los míos. La experta receta juego libre, y al aire libre si es posible. Le entristece que una parte importante del imaginario de los menores esté copado por las pantallas. Ana Cobos, por su parte, compara estas actividades extra con abrir puertas para que el chico o la chica exploren y, quién sabe, encuentre posibles vocaciones. La música, la danza, el ajedrez, el deporte. Y aquí vienen los peros: hay que preguntar al interesado y pactar qué quiere hacer, encontrando el equilibrio entre los intereses del menor y los objetivos de los progenitores; en un horario razonable, que le permita descansar, jugar en la calle o dar una vuelta con los amigos. La orientadora desaconseja cualquier planificación que conlleve estrés, y mucho menos angustia.

Más juego, menos exigencia

Hace un tiempo, la FAPA Giner de los Ríos organizó una actividad que, en total, duraba de 16.30 a 21.30, dividida en tramos para grupos diferentes. “Nos llegó una familia que quería apuntar a su hija de primaria en todos los tramos”, recuerda Morillas. Días más tarde, en conversación telefónica, Marín hablará de menores cansados y sin tiempo para jugar. “Existe el argumento de querer prepararlos para la vida que creo que, en parte, es una manera de justificar nuestras decisiones”, estima. Niños como la mejor versión de sus padres, con un nivel de exigencia alto, que han de responder a una serie de expectativas. “Deberíamos preguntarnos qué tipo de educación y de sociedad queremos. ¿Queremos ser como los países asiáticos, con los niños de extraescolar en extraescolar hasta las diez de la noche?”, formula María del Carmen Morillas.

“El debate de extraescolares sí o no, no me interesa”, apunta Fernández Navas. “La pregunta es ¿para qué las quiero?”, puntualiza. “Se nos olvida que la función de la escuela es crear ciudadanas y ciudadanos críticos, que sepan desenvolverse en democracia, convivir, vivir en sociedad… El comedor y otros espacios de tarde en los que puedan relacionarse con la comunidad o con otras entidades son tan prioritarios como estudiar matemáticas; no son escenarios de segunda”, concluye el experto.

Deberes, el trabajo que no se ve pero pesa

A los cuatro tipos principales de extraescolares —las que organiza el centro dentro de su programación anual y en horario lectivo (excursiones, salidas educativas, viajes de fin de curso), que en un mundo ideal deberían ser gratuitas; la programación en horario de comedor, que ha de corresponder a la empresa encargada de este servicio, y debería ser igualmente gratuita; las clases, talleres o propuestas que organizan las AMPA fuera del tiempo de clases en los centros públicos, y actividades que se buscan las familias por su cuenta—, Toni Solano, director del IES Bovalar,  suma una quinta categoría: “Las extraescolares que no se ven, y que se suelen llamar deberes”, concreta tirando de ironía. Otro foco de desigualdad entre quienes tienen los medios y apoyos en casa para hacerlos y quienes no. María del Carmen Morillas, de la FAPA Giner de los Ríos, recuerda el revuelo nacional (e internacional) que se formó con la campaña de sensibilización y movilización en contra de los deberes escolares que protagonizó la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado (CEAPA) en 2016, bajo el lema En la escuela falta una asignatura: mi tiempo libre. “Se hicieron eco en países orientales, y nos entrevistaron”, rememora. ”Debajo de ese mensaje, lo que subyacía era un cuestionamiento al modelo educativo”, apuntilla Morillas.

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Sobre la firma

Elena Sevillano
Colaboradora de EL PAÍS desde 2003, ha escrito para El País Semanal, Tentaciones y los suplementos en papel 'Tierra' y 'Salud & Bienestar', hasta su cierre en 2012. Actualmente colabora, sobre todo, en la sección de Suplementos y en El Viajero. Es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad de Sevilla y máster UAM-EL PAÍS.
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