Recuerde: las actividades extraescolares no son obligatorias
Los especialistas insisten en que estas actividades deben ser opcionales y flexibles, además consensuadas entre padres e hijos, para que permitan “pasar tiempo en familia”
El curso escolar está a punto de comenzar y, como cada año, las familias ya están envueltas en la vorágine habitual de actualización del material escolar, recogida de los libros de textos, renovación del vestuario, reflexión sobre la posible asistencia de los niños y niñas al comedor y, por supuesto, la conveniencia y posibilidad de que sus hijos hagan alguna actividad extraescolar.
Realizar este tipo de prácticas, ya estén relacionadas con el deporte, el medio ambiente, el arte, el aprendizaje de idiomas, la mejora de sus resultados académicos u otras, forma parte de la denominada educación no formal, aquella que se lleva a cabo fuera de la estructura reglada del centro educativo y que debe tener un carácter complementario, opcional y flexible para quienes la practican. Además, hacer este tipo de actividades debe ser consensuada con el niño o la niña, evitando que sea una imposición de los padres y, ante todo, les aleje del entorno familiar demasiadas horas en su día a día, haciendo que las extraescolares se conviertan en una especie de “canguro” para los hijos.
A la hora de elegir actividades extraescolares hay que buscar el equilibrio entre fomentar en los hijos sus aficiones, para potenciar sus gustos, habilidades o capacidades, y el tiempo que pasan con los padres. En opinión de Antonio Milán Fitera, director de los Grados de Educación Infantil y de Educación Primaria de la Universidad CEU San Pablo: “Hay padres que programan todas las tardes de sus hijos como si les fuera la vida en ello. Y hay que perder el miedo a que los hijos se aburran. En esos momentos de aburrimiento se potencia la imaginación, se aprende a focalizar la atención y a concentrarse en una única tarea hasta terminarla, se aprende a apreciar la compañía de las personas queridas, se comienzan a valorar algunos momentos de soledad (tan necesarios más adelante cuando el estrés corra el riesgo de atraparles) y, sobre todo, se fomenta la creatividad”.
Sin embargo, continúa Milán Fitera, “el aburrimiento está mal visto. Los padres procuran tener entretenidos constantemente a sus hijos”. “Los niños actuales tienen precisamente un exceso de estímulos, diversiones y distracciones, justo lo contrario al aburrimiento. Parece que procurar estas distracciones a los niños es una de las obligaciones de los padres. Y distracciones a veces cada vez más caras y complejas. Por supuesto, las actividades extraescolares son importantes y, bien pensadas, ayudan a los niños a desarrollarse integralmente. Pero hay tiempo para todo”, añade.
Dentro de esa labor de conciliación entre actividades extras con momentos en familia, Noelia Roel Barbeito, pedagoga, educadora social y miembro de la junta directiva de la Asociación Profesional de Pedagogos de Galicia, valora de manera positiva las prácticas no formales que se llevan a cabo en los entornos educativos: “Estas juegan un papel importante en el desarrollo de los niños y jóvenes, por su potencial para el fomento de valores sociales y para el desarrollo de habilidades y competencias, contribuyendo al desarrollo integral del escolar a nivel cognitivo, social, efectivo y emocional”. Además, según explica, proporcionan oportunidades para divertirse e interactuar con otros niños y adultos fuera del colegio y descubrir intereses particulares y para mantenerse físicamente activo.
Valorando en su elección, como apunta el director de los Grados de la CEU San Pablo, que se trata de una actividad extraescolar que tiene que fortalecer los vínculos entre padres e hijos: “Todos los puentes que se puedan construir con ellos antes de la adolescencia se agradecerán con el tiempo. Dado que, llegado ese momento, los hijos se encargarán de dinamitarlos uno a uno. Por eso, cuantos más se hayan construido, más posibilidades habrá de mantener alguno en pie”.
La elección de estas actividades extraescolares siempre debe hacerse desde la voluntariedad del estudiante, ya que según la pedagoga Roel Barbeito, “si la opción es la elegida por el menor, facilita y hace que mantenga el interés intrínseco en la actividad y su disfrute”. “Por eso es conveniente que los niños y jóvenes prueben distintas opciones durante un tiempo prudencial y lleven a cabo aquella que realmente les gusta”, añade.
Entre las extraescolares que Milán Fitera considera que habría que tener en cuenta a la hora de implementarse en la agenda de los estudiantes, estarían aquellas que desarrollan la creatividad y la educación emocional porque, a su juicio: “Las actividades artísticas (la música, el teatro, la pintura…) favorecen la creatividad, la educación emocional y la gestión de las emociones, algo que los más pequeños necesitan en su día a día para todo”. De este tipo de extraescolares sobresaldrían sobre el resto, según el director de los Grados, aquellas relacionadas con el arte: “No solo porque se desarrolla la educación emocional, sino porque ayuda también a conocerse a uno mismo, a los demás y a empatizar con ellos”.
Por su parte, Sonsoles San Román, catedrática de Sociología en la Universidad Autónoma de Madrid, se muestra más partidaria de abrir un espacio y un tiempo informal donde el profesor tenga la posibilidad real de conocer a su alumnado más allá de las clásicas actividades extraescolares al uso. Para San Román, el profesor realmente es un orientador: “Así que todo lo que facilite el acercamiento de este a su alumnado desde el comienzo del curso, para conocer un poco más a quien va a dedicar tanto tiempo a lo largo del año, es muy bueno”. Porque, según esta socióloga, “una vez que cierras la puerta del aula, los niños no son como son fuera de ella”. “Por ello, considero que debería haber espacios informales buscados por los padres o el centro educativo que facilitaran una mayor relación entre profesor y alumno, también de cara a la agenda 2030, para que los docentes conozcan realmente al niño o niña que van a educar”, argumenta.
El encuentro entre estudiante y profesor en ese tipo de espacios informales “es un cambio importantísimo que va a afectar a los sistemas educativos”, agrega esta socióloga. Por ello, San Román reclama el reconocimiento de la función de orientador del profesorado por parte del Estado, más allá de la figura recogida en las leyes: “Porque si hay alguien que influye en el alumnado, ese es el profesor. Y cómo influyes si no lo conoces…”.
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