Niños con agendas sobrecargadas: las consecuencias de que no tengan ni un minuto libre
Muchos padres llenan el día a día de sus hijos con la intención de asegurarles un futuro exitoso y como medida de conciliación, pero olvidan el valor del juego libre y de la creatividad, ambos esenciales para el desarrollo emocional del menor
A las siete de la mañana, suena el despertador. De inmediato, los niños se visten y, tras un buen desayuno, salen rumbo al colegio. Además de las clases, a algunos les espera una clase de balonmano al mediodía, seguida de ajedrez por la tarde. A las siete de la tarde, toca entrenamiento de fútbol, y a las ocho regresan exhaustos a casa. Pasan de una actividad a otra a un ritmo vertiginoso, explica la psicoterapeuta y psicoanalista infantil Nora Malberg, que advierte sobre los riesgos de esta tendencia: “Muchos padres llenan las agendas de sus hijos para asegurarles un futuro exitoso, pero olvidan el valor del juego libre”.
“El incremento en actividades extraescolares ha derivado en una generación de niños y adolescentes que está creciendo sin las herramientas necesarias para gestionar el estrés y la frustración”, añade Malberg. Por su parte, Mercedes Gil Hernández, directora de Montessori British y experta en proyectos educativos innovadores, plantea una pregunta fundamental: “¿Nos hemos parado a pensar si estamos dejando a nuestros hijos sin un elemento clave en su desarrollo: el derecho a aburrirse?”.
“La imaginación es más importante que el conocimiento”, decía Albert Einstein. Para el célebre científico, las ideas creativas no provenían de la razón, sino más bien de la imaginación y la intuición. De hecho, él mismo afirmaba que algunas de sus mejores ideas surgieron cuando su mente divagaba. Lo mismo le ocurrió a J.K. Rowling, quien imaginó el mundo de Harry Potter en una larga espera de cuatro horas en una estación de tren. Inspirada en estos dos referentes, Mercedes Gil asegura que el aburrimiento no es una pérdida de tiempo, sino un terreno fértil para la creatividad: “Cuando los niños no tienen una actividad planificada, su mente se pone en marcha y empiezan a buscar soluciones, imaginar historias, explorar ideas… En resumen, crean”. Gil, apasionada de la pedagogía, insiste en la importancia de la creatividad, refiriéndose a un estudio de la University of Central Lancashire (Reino Unido), liderado por la doctora Sandi Mann: “En el experimento, los participantes realizaron una tarea aburrida, como copiar números de una guía telefónica, antes de enfrentarse a una actividad creativa. Los resultados mostraron que aquellos que experimentaron aburrimiento generaron más ideas novedosas”.
Malberg, con más de 30 años de experiencia trabajando con niños y adolescentes, considera que llenar la agenda responde al deseo de los padres de asegurar un buen futuro para sus hijos. Sin embargo, advierte que, sin querer, pueden estar fomentando que los hijos pierdan la capacidad de tolerar la frustración. “Llenar las tardes de los niños con actividades elegidas desde la perspectiva de lo que los padres creen que deben aprender, puede estar limitando su capacidad de descubrir sus verdaderas pasiones y talentos”, añade además Gil. “Quizás tu hijo no quiera ser el próximo Mozart, pero sí un creador de videojuegos, un diseñador gráfico o un gran actor”, incide esta experta.
En muchas ocasiones, la jornada laboral de los padres es la que determina el tiempo que los niños dedican a actividades, advierte la psicoanalista infantil, que señala que buscan mantenerlos ocupados hasta que ellos terminen de trabajar: “Las extraescolares no deben utilizarse jamás para evitar el contacto con nuestros hijos o porque no sabemos qué hacer con ellos”. Y asegura que, aunque algunas actividades pueden ofrecer beneficios académicos, el riesgo emocional es demasiado alto: “Si no ayudamos a un niño o adolescente a tolerar el aburrimiento, puede desarrollar, en el futuro, una alta incapacidad emocional”.
Según Malberg, los niños pequeños necesitan tiempo de ocio junto a sus padres y familiares, ya que este es un componente esencial para su desarrollo: “Pueden volverse dependientes de la estimulación externa, desarrollando una especie de adicción a la hiperactividad, que podría afectar su capacidad para disfrutar de los momentos de paz y tranquilidad”.
Los retos de los padres divorciados
Malberg señala que decidir el nivel adecuado de actividades para los hijos es un desafío, ya que “entran en juego valores culturales y socioeconómicos”. En casos de divorcio, la situación se complica aún más y puede ser otra fuente de estrés significativo para el niño, explica, especialmente si existe una dinámica de conflicto o competencia entre los padres. Esta experta sugiere que, cuando hay grandes diferencias en los estilos de crianza, es aconsejable buscar ayuda profesional para encontrar un acuerdo basado en las necesidades del niño y no en las de los padres, porque en el proceso de duelo familiar es fácil confundir las necesidades propias con las de los hijos.
Natalia Tejera Beamud, letrada de Vestalia Abogados, explica que los conflictos más frecuentes entre padres divorciados sobre las actividades extraescolares de sus hijos están relacionados con la carga económica y la alineación con los valores y objetivos educativos de cada progenitor. Pone como ejemplo que mientras uno puede considerar esencial una actividad deportiva para el desarrollo físico y social del menor, el otro podría priorizar actividades académicas o culturales. Además, el tiempo necesario para estas tareas a menudo interfiere con los tiempos de custodia acordados, prosigue Tejera, ya que, por ejemplo, “actividades como el fútbol o el baloncesto suelen celebrarse los fines de semana, obligando a ambos padres a ajustar su planificación”. La abogada recomienda que ambos progenitores lleguen a acuerdos específicos durante el proceso de divorcio y, si no es posible, que se busque la intervención judicial para priorizar siempre el bienestar del pequeño.
Tejera subraya que “los derechos de los niños al ocio, tiempo libre y descanso son fundamentales para su desarrollo integral”, tal como lo establece la Ley Orgánica de Protección Jurídica del Menor y la Convención sobre los Derechos del Niño. Estas normativas, explica, “garantizan que los menores no sean sometidos a jornadas excesivas de trabajo o actividades académicas y que puedan disfrutar de tiempo libre para jugar, relajarse y participar en actividades”. Y advierte que, aunque muchos padres sobrecargan a sus hijos con actividades, su asesoramiento siempre busca “evitar tanto la saturación de actividades como la falta de estímulos”, fomentando un equilibrio que contribuya a un entorno saludable.
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