Extraescolares y salud mental: hay que elegir según lo que se quiera potenciar y sin sobrecargar al niño
El número de las actividades recomendadas cuando un menor sale de clase dependerá de sus necesidades, pueden ser más físicas o más enfocadas a los estudios. Los padres deben observar cómo afectan al desarrollo y rendimiento de sus hijos
La salud mental empieza, aunque despacio, a ser una prioridad en nuestra sociedad. Y como padres y madres puede ser una de las principales preocupaciones a la hora de abordar el bienestar de los hijos. Tras las vacaciones, y con la vuelta al cole, es importante tener en cuenta que los niños se enfrentan a muchos cambios que suponen retos para ellos. “Pueden aparecer muchas emociones que, a veces, pueden ser difíciles de gestionar. Como alegría y nervios de ver a los compañeros, miedo por los nuevos retos, tristeza por dejar atrás el verano”, explica Teresa Terreros Roncal, psicóloga especializada en terapia cognitivo-conductual en niños y adolescentes en el Instituto Claritas, centro de Madrid con un servicio integral de tratamientos psicológicos a través de un equipo de profesionales cualificados, supervisados y en continua formación.
Roncal, además, recuerda que tanto padres como madres deben adaptarse también de nuevo a la rutina —madrugar, los horarios, adelantar la hora de dormir—: “Para los hijos hay que tener en cuenta también la presión académica por mantener o mejorar resultados, el hecho de tener que interaccionar con sus compañeros y profesores y recordar que cada curso es más complejo que el anterior e implica más madurez”. Por todo esto, según prosigue, elegir adecuadamente una extraescolar les puede ayudar a gestionar mejor todos estos desafíos, además de potenciar ciertos aspectos y habilidades. “Antes de pensar en la actividad a la que los padres y madres quieren apuntar a sus hijos hay que tener en cuenta unas pautas”, asegura la psicóloga. Así, aconseja que sean los menores quienes de forma autónoma puedan elegir: “Esto les dará sensación de control y fomentará su autoestima y búsqueda de identidad”. Y, sobre todo, no sobrecargarles con demasiadas actividades: “Sería recomendable que tuvieran por lo menos una o dos tardes libres, para poder llevar al día sus tareas y poder tener un ocio más libre como ir al parque, pintar o jugar”.
¿A cuántas extraescolares hay que apuntar a un niño? “Esta es una de las dudas de muchos progenitores, forzados, muchas veces, a que su hijo haga muchas actividades por su propia horario laboral”, reconoce Roncal ante la pregunta. El número concreto de actividades va a depender de cada niño, de las necesidades que tenga y siempre “y cuando veamos que están cumpliendo la función que buscamos”, incide la experta. “En el momento en el que vemos que estas actividades están influyendo de manera negativa a nivel académico, o si generan malestar o vemos que acaba el día agotado, habría que plantear un cambio o en el tipo de extraescolar o reduciendo el número de las mismas”.
“Las actividades no deben saturar el tiempo libre de los menores”, incide por su parte Jesús Villanueva, psicólogo sanitario y subdirector de la clínica RECURRA-GINSO en Madrid, centro que trabaja con familias en conflicto: violencia filio-parental, adicciones, bullying o trastornos de conducta. Para él, los menores deben tener tiempo de ocio sin estructurar y tiempo de aburrimiento, “el cual es muy positivo, ya que ayuda a manejar las emociones, a estar solo con uno mismo, a tolerar la frustración y aumenta la creatividad”. Según explica, para escoger las actividades extraescolares de los menores y buscar equilibrio en tiempos y variedad de actividades se debe tener en cuenta cuestiones como la edad del niño, el horario escolar, las características tanto de la escuela como de la familia y los planes que se realizan.
Las actividades extraescolares pueden ser un elemento fundamental en el desarrollo de los menores y una herramienta muy potente para mejorar su salud mental. “Tanto a nivel preventivo, fortaleciendo herramientas de gestión emocional, generando vínculos sanos y moldeando su comportamiento y actitud para madurar positivamente, como en intervención ante necesidades específicas cuando se detectan déficits o necesidades especiales en el entorno familiar y escolar”, añade Villanueva. Para encontrar la mejor actividad es importante conocer las necesidades de los hijos, “sabiendo que la mayoría están enfocadas a la diversión y disfrute de los niños junto al desarrollo de valores”, matiza Roncal. Además, la psicóloga recuerda que suponen una reducción del tiempo que pasan frente a las pantallas.
Roncal agrupa las extraescolares en tres áreas distintas. En primer lugar, actividades que potencian el desarrollo físico: como los deportes de equipo, la danza, las artes marciales… “Estas actividades son un impulso en la salud mental de los jóvenes porque el ejercicio regula endorfinas, que son hormonas que promueven la sensación de bienestar y reducen el estrés y la ansiedad”, explica. Para la psicóloga, estas están dirigidas a menores con mucha energía y a los que les cuesta un esfuerzo atender en clase y que, además, llegan a casa con mucha energía y eso supone un problema a la hora de hacer sus tareas y de irse a dormir. “Además, potencian las relaciones sociales con chicos de su edad, siendo una ayuda para fomentar las habilidades sociales y aumentar el círculo social. Y son esenciales para mejorar su salud física; así como para desarrollar habilidades motoras y fomentar hábitos de vida saludables”.
En segundo lugar, estarían aquellas actividades enfocadas a la creatividad y el arte como son, entre otros, la pintura, el teatro o tocar un instrumento. “Estas tienen muchos beneficios relacionados con la salud mental porque fomentan la expresión personal de los pensamientos, emociones e ideas, lo cual ayuda a que puedan comunicarse y procesar sus pensamientos. Son ideales para aquellos niños que pueden ser menos comunicativos y les cuesta expresar cómo se sienten”, subraya Roncal. Además, según explica, estas actividades promueven una sensación de logro que conlleva una mayor autoestima a medida que desarrollan sus habilidades ganando confianza en ellos mismos y son ideales para menores que pueden ser más impacientes: “Ya que el arte suele ser un proceso lento y meticuloso que le hará ser paciente y trabajar en proyectos a largo plazo”.
“Casi todas las actividades extraescolares pueden enseñar a manejar la ansiedad, el estrés y la tolerancia a la frustración”
Por último, la psicóloga menciona aquellas actividades extraescolares enfocadas al desarrollo mental y de habilidades académicas, como son las clases particulares, ajedrez, los idiomas,… “A través de este tipo de actividades podemos potenciar la salud mental de los hijos porque les ayudamos a mejorar sus habilidades de comunicación, así como su autoestima y confianza porque potencian sus resultados en el colegio”. Para Roncal, favorecen también el desarrollo de la resiliencia: “Los niños se sienten capaces de superar desafíos académicos”. Y asegura que son ideales para aquellos menores a los que no les va muy bien académicamente y necesitan empezar a mejorar para ganar en confianza y sentirse capaces. Además, pueden ayudarles a ser más organizados, a gestionar su tiempo y a obtener habilidades y técnicas de estudio.
“Casi todas las actividades anteriores pueden enseñar a manejar la ansiedad, el estrés y la tolerancia a la frustración”, puntualiza Villanueva. “Asimismo”, prosigue este psicólogo, “para el manejo de dificultades más relevantes (trastorno del espectro autista, discapacidad intelectual o trastornos mentales graves), las terapias asistidas con animales, los grupos o campamentos terapéuticos y las actividades grupales acompañadas y dirigidas por profesionales cualificados pueden ser altamente beneficiosas”.
Los niños pasan la mayor parte de su tiempo entre semana y los fines de semana participando en actividades escolares y extracurriculares. “Estas actividades estructuradas son importantes para establecer una rutina, comprometerse, aprender a seguir reglas, interactuar con compañeros y figuras de autoridad”, incide Villanueva. Además, junto con el tiempo en familia, estas tienen un gran impacto en la salud mental de los niños: “Por eso, es esencial que los padres se involucren, reflexionen sobre las actividades y observen cómo están afectando el desarrollo y el rendimiento de sus hijos. Deben animarlos, motivarlos y, si surge algún problema, intervenir para resolverlo”.
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