Sánchez da más poder a su núcleo duro y se rodea de políticos para afrontar una legislatura muy tensa
El nuevo Ejecutivo, con cargos de confianza y pocas sorpresas, afrontará la tramitación de la ley de amnistía, el debate presupuestario y el modelo territorial. Sumar también ha buscado políticos frente a una oposición que no dará tregua al Gobierno
“Un Gobierno de alto perfil político para una legislatura de alto perfil político”. Pedro Sánchez no quiso esperar a las interpretaciones evidentes de la prensa. Fue él mismo el que aclaró en su comparecencia sin preguntas y sin siquiera dejar acceso a los periodistas a La Moncloa lo que todos veían en cuanto se conocieron los nombres de los 22 ministros que le acompañarán en esta arranque de la legislatura, aunque todo indica que pronto habrá un cambio muy relevante: si Nadia Calviño es elegida el 8 de diciembre presidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI), el puesto al que aspira, tendrá que ser relevada por otro ministro o ministra de Economía, un puesto decisivo en el que la ex alto cargo en Bruselas lleva desde que Sánchez llegó a La Moncloa con una moción de censura en junio de 2018.
Sánchez no oculta la evidencia: es un Ejecutivo continuista, en el que no se toca el núcleo duro, al que se le da aún más poder. Félix Bolaños será superministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes. María Jesús Montero asciende a vicepresidenta cuarta sin perder su cartera clave de Hacienda. Además, se mantiene intacta toda la decisiva estructura de La Moncloa dirigida por el jefe de Gabinete, Óscar López. Se refuerza a Pilar Alegría como nueva portavoz del Ejecutivo. Y se da entrada como ministro de Transportes a un Óscar Puente especializado en el combate dialéctico con el PP. Todos, además de otros perfiles de gestión pero muy políticos, como el exalcalde de Barcelona Jordi Hereu, o nuevas ministras también muy del PSOE, como la de Igualdad, Ana Redondo, o de Seguridad Social, Elma Saiz. Además, se mantienen los pesos pesados que ya estaban en las carteras clave. Todo con la intención de que este Gobierno político ayude a Sánchez a enfrentarse a una oposición sin cuartel que además tendrá más fuerza que nunca, con 171 escaños y 11 de las 17 autonomías, además de la mayoría en el Senado y del poder local en manos del PP y Vox.
El presidente ha mostrado una vez el enorme poder y la total libertad que tiene para hacer su Gobierno: hay equilibrios territoriales, pero ningún barón autonómico puede condicionar la formación del Ejecutivo. Y otra exhibición de poder: Sánchez llamó el sábado tanto a los que no seguían como a los que continuaban —que son la mayoría y algunos ya lo sabían antes— y a los nuevos, y les exigió silencio total hasta el lunes. Lo cumplieron a rajatabla, a riesgo de que su nombramiento decayera. Y lo hicieron incluso los que salían del Gobierno. “Lo sabemos todos desde el sábado. Es una forma de poner a prueba la discreción de cada uno de los ministros del nuevo Gobierno”, resume uno de ellos.
La oposición ya ha mostrado que será implacable, y tratará de desgastar al Gobierno, aupada por el rechazo a la ley de amnistía, pero Sánchez y Yolanda Díaz han respondido con un Gobierno muy claramente político y compacto tanto en el sector socialista, donde todas las nuevas incorporaciones son experimentados dirigentes regionales, nada de técnicos independientes como en 2018, como en el de Sumar, donde la vicepresidenta segunda ha dejado fuera a Podemos, muy críticos con ella, y ha dado entrada a personas con trayectoria clara de Más Madrid (Mónica García), de Izquierda Unida (Sira Rego), de los comunes (Ernest Urtasun) y un errejonista pero cercano a ella como Pablo Bustinduy. Todos tienen buena relación con Díaz y han evitado hasta ahora los choques públicos con el PSOE, lo que habla de una coalición mejor avenida que en la anterior legislatura y un Gobierno fuerte y compacto para enfrentarse a la tormenta que le tiene preparada la oposición y también la delicada mayoría parlamentaria en la que no sobra un solo voto.
Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, líder del PP, plantean una legislatura como la que se vio en la investidura: a cara de perro y cada uno con todas las armas políticas a su disposición desplegadas. Para La Moncloa, lo más importante es que ya se ha puesto en marcha la liturgia democrática, ya hay claramente un Gobierno, que tomará posesión al completo este martes, y una oposición, que está redefiniendo su equipo. Y eso, confían, con el tiempo, debería calmar algo las aguas de las últimas semanas, en las la que en la derecha se ha vivido una especie de pulsión revolucionaria con manifestaciones constantes, muchas de ellas masivas, pensadas para intentar frenar la investidura o al menos mostrar un gran rechazo social hacia la forma de Sánchez de llegar al poder, con un pacto con los independentistas catalanes que incluye una amnistía para todos ellos.
Viaje a Israel y Palestina
El presidente lanza ya su agenda internacional y ya este jueves hará su primer viaje a Israel y Palestina como líder del país que ostenta el semestre de presidencia del Consejo Europeo rotatorio, pero sobre todo servirá en España para recordar políticamente que vuelve a haber un Gobierno ya no en funciones sino en pleno ejercicio y una oposición que se asume como tal. Bélgica tomará el relevo de la presidencia rotatoria a partir del mes de enero. Por esta razón, Sánchez llevará a cabo la visita junto al primer ministro belga, Alexander de Croo. Los dos se reunirán con el presidente Isaac Herzog y el primer ministro Benjamín Netanyahu, así como con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, con una agenda centrada en el impacto del ataque terrorista perpetrado por Hamás contra Israel el pasado 7 de octubre y la crítica situación humanitaria en la franja de Gaza por los bombardeos constantes israelíes. Sánchez defiende una solución política duradera para la región, basada en dos Estados, Israel y Palestina, que coexistan en paz y seguridad.
Otra de las prioridades del Ejecutivo para ofrecer imagen de estabilidad política y normalidad, otro de los epicentros del discurso de Sánchez, es lograr aprobar cuanto antes los Presupuestos para 2024, algo que ya no será posible antes de que finalice este año, pero sí poco después. Hacienda confía en lograrlo en los primeros meses del próximo ejercicio. Los socios de la investidura se han resistido, en distinto grado, a dar por seguro su respaldo a las Cuentas —el PNV no parece que vaya a plantear mucha batalla, mientras que formaciones como el BNG insisten en que su pacto con el PSOE solo fue de investidura y no engloba unos primeros Presupuestos—, pero el Gobierno está seguro de que no tendrá que sortear grandes obstáculos. Otro cantar será la negociación del sistema de financiación autonómica, pendiente de renovar desde 2014 y donde hasta dentro de los dos grandes partidos hay diferentes sensibilidades según las necesidades de cada comunidad.
La legislatura será bronca y el Gobierno no tendrá tregua. Ni por la derecha pero tampoco por la izquierda: Ione Belarra reprochó este lunes la “expulsión definitiva de Podemos del Gobierno” es una “estrategia” conjunta de Sánchez y Díaz. La secretaria general de Podemos entregará hoy la cartera de Derechos Sociales a Pablo Bustinduy, un antiguo errejonista que dejó el partido harto de las luchas intestinas, y además es hijo de una exministra socialista de Sanidad, Ángeles Amador. Bustinduy trabajará precisamente en el mismo edificio en el que lo hizo su madre, el del Ministerio de Sanidad, donde Pablo Iglesias instaló su vicepresidencia en 2020. Pero el momento más esperado será el relevo en Igualdad, que el PSOE recupera bajo su control tras la gestión de Irene Montero, que sale del ministerio marcada por la polémica de la ley del solo sí es sí y que ni siquiera podrá refugiarse en su escaño en el Congreso al no haber ido en las listas de Sumar. La preocupación en La Moncloa es manifiesta con el comportamiento futuro de los cinco diputados de Podemos. Está por ver la reacción de Podemos cuando empiecen a llegar las primeras votaciones decisivas, aunque nadie habla de momento de la posibilidad de que se pasen al Grupo Mixto.
La formación de Gobierno, la tercera que diseña Sánchez sin contar la gran remodelación del verano de 2021 y otros dos ajustes quirúrgicos, se ha producido finalmente cuatro meses después de las elecciones generales del 23-J. Un periodo que al PSOE se le ha hecho larguísimo y eso que por medio el PP concentró todas las miradas con la investidura fallida de Feijóo. Sánchez es consciente del desgaste acumulado por la ley de amnistía, que él mismo descartaba antes de las elecciones, y el rechazo que suscitó en una parte del PSOE con la agravante de que La Moncloa y Ferraz guardaron silencio, sin dar explicaciones: la prioridad era salvaguardar las negociaciones con Junts y ERC. A las críticas de la derecha se sumaron las procedentes de Emiliano García-Page o las de la generación de Felipe González y Alfonso Guerra, muy agrias e incómodas para la dirección socialista. El ambiente se hizo irrespirable las últimas semanas por el señalamiento y acoso a cargos públicos, los actos vandálicos y las protestas de la ultraderecha con epicentro en Ferraz. Por todas estas razones, Sánchez ha decidido organizar un gran acto de partido este fin de semana en Madrid para reivindicar al nuevo Gobierno y darle una inyección de autoestima al partido antes del pistoletazo de salida de la legislatura más compleja desde la restauración de la democracia. Los ministros prometerán el cargo este martes en La Zarzuela ante Felipe VI y después realizarán el traspaso de carteras. La Moncloa ha decidido retrasar el primer Consejo de Ministros del nuevo gabinete al miércoles, pero ya está todo en marcha.
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