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El ruido submarino no solo afecta a las ballenas, también desconcierta a los bivalvos

Los sonidos provocados por prospecciones sísmicas o el tráfico marítimo pueden generar desorientación, estrés, malformaciones y muerte en 66 especies de peces y 36 de moluscos

Ángeles Lucas
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Hasta el interior de las pequeñas conchas de los bivalvos que purifican el agua llega el impacto de la acción humana contra el medio ambiente. Como si una persona se colara sin permiso en esos caparazones de casitas de cuento y gritara y chillara y empujara y cegara y desconcertara y destrozara durante horas y días a estos y otros animales marinos mayores, cuyas funciones vitales dependen en gran medida de los sonidos, sus vibraciones y señales. Así podría ser de forma aproximada lo que el ruido antropogénico genera en ellos.

Perturbaciones que no solo afectan a las grandes ballenas, delfines o focas, también a las especies de la pesca comercial y hasta a los más pequeños seres del agua. “Al menos 66 especies de peces y 36 de invertebrados muestran impactos de ruido bajo el agua”, concluye el estudio El impacto de la polución del ruido en el océano en peces e invertebrados de Linda Weilgart, investigadora y profesora de la Universidad Dalhousie, en Halifax. Un texto que actualiza los datos de la entidad Oceancare, que hasta el momento registraba 61 especies de peces y 26 de invertebrados, y que ha sido presentado en la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) durante el encuentro Fishforum celebrado en Roma.

En su estudio indica que los ruidos que afectan a los peces e invertebrados pueden provenir del tráfico marítimo o de las detonaciones de los cañones de aire comprimido utilizados para estudios sísmicos para encontrar petróleo y gas, o de la acuicultura, entre otros, como golpes para la colocación de pilotes. Estas señales pueden generar entre los peces e invertebrados daños como malformaciones corporales, mayor mortalidad de óvulos, lesiones internas, desorientación, estrés, deficiencias del sistema inmunológico, pérdida de peso, cambios de comportamiento como agresividad o incomunicación, rupturas del ADN, pérdida temporal o total de audición y hasta la muerte. “Los animales marinos son sensibles al sonido y a las vibraciones. Las utilizan para comunicarse, para detectar a los depredadores, para comer, para aparearse… Y es fundamental para la salud del medio ambiente que se protejan. Por ejemplo, en el caso de los bivalvos, el ruido provoca que se cierren y se entierren y dejen de filtrar. Eso afecta a la calidad del agua, a los nutrientes, a los sedimentos, y por ende al plancton y a toda la cadena que sigue hacia arriba”, matiza la experta.

En el caso de los bivalvos, el ruido subacuático provoca que se cierren y dejen de filtrar. Eso afecta a la calidad del agua, a los nutrientes, a los sedimentos, y por ende al plancton y a toda la cadena

Linda Weilgart, investigadora y profesora de la Universidad Dalhousie

“Hace 20 años se sabía que el ruido subacuático afectaba a las ballenas y los delfines, pero conforme avanza la investigación se ve cómo incide incluso hasta el zooplancton. El estudio de Weilgart da la información más actualizada que tenemos respecto a peces e invertebrados", asegura Nicolas Entrup, asesor de políticas de Oceancare, una de las entidades que más años lleva trabajando en esta cuestión y que recoge que el ruido de origen antropogénico, en el que se incluyen los sónares para lo animales marinos mayores, afecta al menos a 24 especies de cetáceos y tres de focas. "Estos sonidos vienen fundamentalmente del tráfico de las grandes navieras que cargan contenedores, de los sonares militares que alcanzan miles de kilómetros, o de prospecciones sísmicas y detonaciones utilizadas para buscar fundamentalmente gas y petróleo. Algunas explosiones van en todas direcciones, con eco, y cada 10 o 15 segundos. Es simplemente una locura”, ejemplifica Entrup, que alerta de que los niveles de ruido antropogénico se han duplicado cada década durante los últimos 60 años en algunas regiones. 

Todavía se recuerda en las Islas Canarias un varamiento masivo de zifios en 2002 asociado a maniobras militares con sónares en Fuerteventura, lo que derivó en investigaciones científicas y resoluciones políticas consideradas ejemplares por la comunidad científica. "Tomaron en serio el problema y trabajaron bien. Se debe seguir investigando y actuando en esa línea", considera Weilgart, que destaca los limitados estudios del efecto de los sónares en invertebrados. 

"En los últimos años se han empezado a estudiar los efectos del ruido antropogénico subacuático en peces e invertebrados. Los hallazgos de muchos estudios son alarmantes (...) Sin embargo, cuestiones como qué tipo de fuentes de ruido afectarían principalmente a las poblaciones de peces, cuál sería la respuesta fisiológica de los recursos pesqueros, y cuál sería el impacto socioeconómico en la pesca en términos de reducción de capturas, es necesario que sea investigado con más estudios y datos", informan fuentes de la FAO, que añaden que "hay indicios" de que el ruido subacuatico "podría ser un factor estresante que podría obstaculizar los esfuerzos en curso para restaurar las poblaciones de peces sobreexplotadas".

El informe del Taller conjunto de la Comisión General de Pesca del Mediterráneo (GFCM) / OceanCare sobre ruido submarino antropogénico e impactos en peces, invertebrados y recursos pesqueros recién publicado por la FAO recoge, entre otras recomendaciones, la necesidad de reforzar la protección del ruido subacuático en las zonas restringidas de pesca. Otra serie de organizaciones ya contemplan directrices para evitar estos daños. Tanto la Convención de la Diversidad Biológica (CBD) y la Organización Internacional Marítima (IMO) cuentan con guías para reducir su impacto desde 2014, y la Convención de Especies Migratorias (CMS) desde 2017, entre otros encuentros internacionales. Algunas de ellas van en la línea de trabajar en legislaciones y estrategias, limitar el número y el tiempo de las inspecciones sísmicas, mejorar las tecnologías de los barcos, quitar los subsidios a las industrias petroleras y gasísticas o promover el conocimiento. “Hay que mantener el mar limpio y silencioso”, concluye la experta. Así le gustaría verlo y escucharlo.

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Sobre la firma

Ángeles Lucas
Es editora de Sociedad. Antes en Portada, Internacional, Planeta Futuro y Andalucía. Ha escrito reportajes sobre medio ambiente y derechos humanos desde más de 10 países y colaboró tres años con BBC Mundo. Realizó la exposición fotográfica ‘La tierra es un solo país’. Másteres de EL PAÍS, y de Antropología de la Universidad de Sevilla.

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