Los recortes de Trump dejan el sistema sanitario de Liberia al borde del abismo por la falta de suministros médicos
El país subsahariano depende de la financiación externa para cubrir el 47% de su gasto sanitario, principalmente de Estados Unidos

“Me llamo Mustapha Fumba, soy liberiano y, como todos los liberianos, creo que puedo hacer las cosas por mis propios medios. Sé que de una forma u otra podré curar a mi hijo”. Así se presenta el hombre, con los ojos iluminados de orgullo y un tono prudentemente confiado. Él y su esposa Ruth están en el hospital J. F. Kennedy de Monrovia, la capital de Liberia, desde el 11 de marzo, el día en que llevaron urgentemente a su único hijo, de dos años. Cuando llegaron, el niño tenía un derrame cerebral. “No movía un brazo, no abría los ojos, no podía sostener la cabeza”. Una semana después de su ingreso, le diagnosticaron tuberculosis extrapulmonar. “El hospital se había quedado sin existencias de medicamentos para la tuberculosis. Tuvimos que esperar casi dos semanas”, cuenta a este diario Fumba.
La farmacia del hospital J. F. Kennedy debería haber sido reabastecida por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) en febrero. Sin embargo, la decisión del Gobierno de Donald Trump de congelar los fondos de la agencia provocó que, a mediados de marzo, los estantes de la farmacia de la unidad de enfermedades infecciosas estuvieran prácticamente vacíos, al igual que el almacén central del hospital. Este tipo de medicamentos son suministrados en Liberia principalmente por el Fondo Mundial desde la década de 2000, pero la distribución depende en exclusiva de USAID. Solo a finales del mes pasado, en ausencia de la ayuda estadounidense, el Gobierno de Liberia logró financiar temporalmente un reabastecimiento parcial que garantiza a este hospital la existencia de una base de medicamentos vitales para aproximadamente un mes. La medida, muy centralizada, no ha podido extenderse a todas las estructuras sanitarias del país, por lo que muchos centros no han posido ser reabastecidos.
El hijo de Fumba ha vuelto a abrir los ojos desde hace unos días. “Es la única mejora que veo. Sus ojos abiertos”, cuenta su padre. Fumba cree que la escasa y lenta mejoría del niño se debe a que el tratamiento para la tuberculosis se inició tarde. Cuando su hijo ingresó en el hospital, el centro no solo no disponía de medicamentos, sino que no tenía pruebas de diagnósitico, por lo que empezaron a darle antibióticos durante un tiempo a falta de medicamentos más específicos para su dolencia. Casi dos semanas después, el hospital fue abastecido temporalmente y el pequeño fue diagnosticado y comenzó a ser tratado, pero nadie garantiza por cuánto tiempo podrá seguir recibiendo las medicinas que necesita.

El desmantelamiento de USAID, que según anunció el ministro de finanzas del país, Augustine Ngafua, ha supuesto la congelación de 51 millones de dólares (46,11 millones de euros) en subvenciones, es una losa para el sistema sanitario de Liberia, ya de por sí débil. “Hace unos días, el Gobierno nos garantizó una cobertura de quizás un mes, suministrándonos los medicamentos que habían quedado bloqueados en el depósito central. No sabemos qué pasará después, porque lo que nos dieron ya estaba en el país, pero una vez que se acabe, aquí no nos queda nada”, explica Emmanuel Tamba, director del hospital. “Estados Unidos había dicho que el suministro volvería a empezar, pero todo sigue parado”, continúa este doctor. Y añade: “Mis hijas viven todas en Estados Unidos. Yo también viví allí durante muchos años. Amo Estados Unidos, no esperaba un golpe así de un aliado histórico”.
Cuando se diseñó en 1961 el hospital J. F. Kennedy, el proyecto recibió 18 millones de dólares de Estados Unidos, entre préstamos y subvenciones, y una contribución de un millón de la administración liberiana. Todavía hoy es considerado por los lugareños como el hospital de referencia del país, así como un símbolo de la asociación entre Estados Unidos y Liberia en materia de salud.
La dependencia exterior
USAID ha invertido más de 3.000 millones de dólares (2.700 millones de euros) en programas humanitarios, de desarrollo y sanitarios en Liberia, según recordó Ambulai Johnson, fundador y director del Center for Advancing Health Systems Innovations, en un artículo para el periódico local Frontpage Africa. En total, según Johnson, Liberia depende de la financiación externa para cubrir el 47% de su gasto sanitario, principalmente de Estados Unidos, que era, hasta la decisión de Trump, el mayor donante bilateral del país. “Sin estos fondos”, añade Johnson, “los hospitales cerrarán, las cadenas de suministro se interrumpirán y los programas que salvan vidas cesarán”. Tamba concreta cuáles serán las consecuencias: “Si el sistema de suministro de USAID no se reanuda, habrá un pico de casos de VIH aquí en la ciudad, malaria en las zonas rurales, tuberculosis en todo el país y muchas muertes evitables”.
De los 26 países más pobres del mundo, el Centro para el Desarrollo Global (CGD) ha identificado ocho en los que más de una quinta parte de la asistencia proviene de la agencia estadounidense y que, por lo tanto, sufrirán los efectos más duros. Liberia, donde la salud básica es el sector que más depende de USAID, forma parte de este grupo junto con Sudán del Sur, Somalia, la República Democrática del Congo, Afganistán, Sudán, Uganda y Etiopía.
No sabemos qué pasará después, porque lo que nos dieron [medicamentos] ya estaba en el país, pero una vez que se acabe, aquí no nos queda nadaEmmanuel Tamba, director del hospital J. F. Kennedy, de Monrovia (Liberia)
En las zonas rurales del país, que constituyen gran parte del territorio liberiano y en las que el sistema y la asistencia sanitaria ya eran débiles, la situación ya está al límite. Jesse Cole, director de DELTA, una ONG liberiana que se ocupa de los derechos humanos, cree que “el efecto se está sintiendo gradualmente en todo el país porque los grandes hospitales de las zonas rurales han empezado a enviar pacientes al J. F. Kennedy de Monrovia”. “Ya hemos asistido a muertes. Abastecer parcialmente al hospital de referencia del país es un grano de arena en el mar. Si el Gobierno no desarrolla una estrategia para compensar la brusca interrupción de los proyectos de USAID, el efecto que esto tendrá en el país será trágico”, explica Cole.
En los últimos 10 años, el programa USAID Global Health Supply Chain (Ghsc) supervisó, además, la distribución de medicamentos en Liberia y trató de reducir el problema endémico del robo de material sanitario y su reventa, especialmente en la fase de suministro, tanto en la capital como en otras partes del país. Pese a ello, según una investigación publicada el año pasado, casi el 90% de las farmacias locales vendían medicamentos donados por socios internacionales, medicinas que en cambio deberían haberse distribuido gratuitamente en hospitales y clínicas
Cole cree que la corrupción local, que suele quedar impune debido a un sistema judicial igualmente débil y corrupto, es un gran enemigo del sistema sanitario de Liberia y que ha socavado durante años la eficacia de los proyectos financiados por Estados Unidos y otros donantes. “Sin esa supervisión proporcionada y financiada por USAID, la corrupción se disparará y, como siempre, los más pobres pagarán las consecuencias. Con la repentina interrupción de la ayuda de USAID, los ciudadanos mueren de enfermedades leves y las familias ya están pagando un sobreprecio por la atención médica debido a un sistema corrupto que ahora no tiene ningún control”, lamenta.
El desmantelamiento de USAID también tendrá incidencia en la tasa de desempleo. “Unas 10.000 personas que trabajaban en ONG apoyadas directa o indirectamente por la agencia han sido despedidas, y esto también tiene un impacto significativo en las familias y sus ingresos. Y como afecta a sus ingresos, también tiene un impacto en la economía general porque esos empleados tendrán menos poder adquisitivo”, explica Cole.
Mientras tanto, Fumba y su esposa seguirán pasando las noches en el hospital. Como siempre, ella dormirá con su hijo, él en el banco de fuera y con ellos otros padres y madres con la esperanza de que la crisis no se convierta en un desastre.
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