Recortes de fondos internacionales de lucha contra el sida causarán hasta 2,9 millones de muertes entre 2025 y 2030
Un estudio publicado en ‘The Lancet’ predice un retroceso de dos décadas en la lucha contra el VIH si se suspende esta financiación. La mayoría de fallecidos estarán en el África subsahariana y entre las poblaciones vulnerables


El objetivo es que el sida deje de ser un problema de salud pública en 2030, pero la realidad amenaza con tomar el rumbo inverso. El mundo podría registrar entre 770.000 y 2,9 millones de muertes relacionadas con el VIH y hasta 10,8 millones de nuevas infecciones en los próximos cinco años, sobre todo en África subsahariana si se confirman los recortes de financiación planeados por los cinco grandes países donantes (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania y los Países Bajos), según un análisis publicado este jueves por la revista científica The Lancet.
“El impacto puede ser especialmente fuerte en África subsahariana, donde importantes esfuerzos de prevención, como la distribución de preservativos y la profilaxis preexposición (PrEP, un medicamento que se aplica a personas con riesgo de contraer el VIH), corren el riesgo de ser interrumpidos”, explicó uno de los autores del estudio, Rowan Martin-Hughes, del Instituto Burnet de Australia. A esto se suma la suspensión de las pruebas de diagnóstico, “lo que podría aumentar las nuevas infecciones en ámbitos donde se han logrado los mayores avances, como son la transmisión materno-infantil y las muertes pediátricas por el VIH”.
Desde 2015, los donantes internacionales han aportado aproximadamente el 40% de todos los fondos dedicados a luchar contra la propagación del VIH en los países de ingresos bajos y medianos. Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania y los Países Bajos aportaban en conjunto más del 90% de esta financiación internacional, pero los recortes que han anunciado hacen prever una reducción del 24% en los fondos dedicados a luchar contra el sida para 2026, según The Lancet.
Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania y los Países Bajos aportaban más del 90% de la financiación internacional, pero los recortes que han anunciado hacen prever una reducción del 24% en los fondos dedicados a luchar contra el sida para 2026.
Nada más llegar a la Casa Blanca, Donald Trump decidió congelar durante 90 días los fondos para la ayuda al desarrollo y reevaluar su pertinencia. Estados Unidos era responsable de más del 40% de la ayuda humanitaria global. En este momento, y según el secretario de Estado, Marco Rubio, el 83% de los programas coordinados por USAID, la gran agencia estadounidense de cooperación internacional, han sido cancelados. La decisión tiene múltiples e inesperadas aristas y también ha afectado al Plan de emergencia del presidente de Estados Unidos para el alivio del sida (PEPFAR, por sus siglas en inglés), que desde 2003 previene y proporciona tratamientos para el VIH y ha salvado millones de vidas. Un total de 26 millones, según la propia entidad.
“Históricamente, Estados Unidos ha sido el país que más ha contribuido a los esfuerzos mundiales para tratar y prevenir el VIH, pero los recortes actuales en el PEPFAR y los programas respaldados por USAID ya han interrumpido el acceso a los servicios esenciales del VIH, incluida la terapia antirretroviral y la prevención. Si otros países donantes reducen la financiación, se podrían deshacer décadas de progreso”, advierte Debra ten Brink, del Instituto Burnet, también coautora del informe.
El caos
Pese a que el PEPFAR ha sido objeto posteriormente de una exención, que incluye los tratamientos del VIH, aunque no la prevención, en las últimas semanas, ONUsida ha alertado de que en docenas de países los recortes ya han afectado por ejemplo a las pruebas de detección para personas con alto riesgo de infección y a los tratamientos.
“La interrupción de PEPFAR ha sembrado el caos, ya que de la noche a la mañana millones de personas se han quedado sin tratamiento. El escenario que aspiraba al control del 90% de transmisiones y muertes en 2030 puede transformarse en un escenario de pesadilla en muchos países en los que mujeres, adolescentes y recién nacidos serán los colectivos más perjudicados”, advierte Pepe Alcamí, investigador del IDIBAPS y director científico de la Unidad VIH del Hospital Clínic de Barcelona, en declaraciones recogidas por Science Media Centre (SMC) España.
Además de algunos países de África, también se verán especialmente afectados por estos recortes los grupos vulnerables como personas que se inyectan drogas, trabajadores sexuales, hombres que mantienen relaciones sexuales con otros hombres, mujeres embarazadas y los niños, afirman los autores de la investigación.
El estudio de The Lancet ha sido realizado por expertos del Instituto Burnet en Melbourne y de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Para elaborar sus conclusiones usaron un modelo matemático de 26 países y que luego se extrapoló a todos los Estados de ingresos bajos y medianos para estimar los efectos de las reducciones previstas. El artículo considera cinco escenarios, que van desde el mantenimiento de la situación actual, hasta la desaparición del programa PEPFAR sin ninguna medida de mitigación del impacto, en países especialmente dependientes de él, como es el caso de Mozambique, Uganda o Sudáfrica. Si el status quo se mantiene, de aquí a 2030 habría 1,8 millones de nuevas infecciones y 720.000 muertes, pero si el PEPFAR desaparece, los expertos predicen que en los 26 países analizados se registrará un exceso de hasta 5,3 millones de transmisiones y 1,38 millones de muertes por encima de lo que ocurriría si se mantuviera la situación actual. Un supuesto que, extrapolado a todos los países con bajos recursos, haría que las nuevas infecciones lleguen a 10,75 millones y las muertes, a 2,93 millones.
“Existe una necesidad urgente de estrategias de financiación innovadoras y lideradas por los países y de una integración de los servicios de VIH en sistemas de salud más amplios. Sin embargo, esto no puede suceder de la noche a la mañana. Es necesaria una planificación estratégica a largo plazo para que los países pasen de programas financiados con apoyo internacional a programas financiados con fondos nacionales”, recalca el autor del estudio, Nick Scott, del Instituto Burnet (Australia).
El daño está hecho
En 2023 (últimas cifras disponibles), se registraron 1,3 millones de nuevas infecciones y 630.000 muertes relacionadas con el sida en todo el mundo, según el último informe de ONUsida. Para 2030, ONUSida aspira a que el 95% de las personas con VIH estén diagnosticadas, en tratamiento y cuente con carga viral indetectable y, por tanto, intransmisible. Pero en estos momentos, la entidad es más pesimista que The Lancet cuando mira al futuro y estimó recientemente que más de seis millones de personas podrían morir de sida en los próximos cuatro años si el gobierno de Estados Unidos retira estos fondos para los programas de tratamiento y prevención. Según la entidad, más de 20 millones de personas, es decir, dos tercios de todos los seropositivos que acceden a un tratamiento para el VIH en el mundo, recibían ayuda del PEPFAR.
El escenario que aspiraba al control del 90% de transmisiones y muertes en 2030 puede transformarse en un escenario de pesadilla en muchos países en los que mujeres, adolescentes y recién nacidos serán los colectivos más perjudicadosPepe Alcamí, investigador del Hospital Clínic de Barcelona
Las cifras hablan por sí solas: según The Lancet, entre 2010 y 2023, muchos países lograron una disminución media anual del 10% en las muertes relacionadas con el VIH y del 8,3% en nuevas infecciones. “De mantenerse esta tendencia, muchos países estarían en vías de cumplir los objetivos mundiales de eliminar el VIH/sida como amenaza para la salud pública en torno a 2036″, apunta la publicación científica.
Pero The Lancet subraya que, incluso si los recortes desaparecen después de 12 a 24 meses y se vuelve a la situación previa, el número de nuevas infecciones por el VIH podría estabilizarse en niveles similares a los observados en 2020, lo que, según los autores, sigue representando un retroceso que podría requerir entre 20 y 30 años adicionales de inversión para acabar con el sida como amenaza para la salud pública.
“El daño ya está hecho y en los peores escenarios volveríamos a la situación de 2004, perdiendo dos décadas de mejora en el control de la epidemia”, resume Alcamí, del Hospital Clínic de Barcelona.
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