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La desigualdad del VIH: las nuevas infecciones caen en cifras globales pero aumentan en 28 países

El nuevo informe de ONUsida desvela que en 2023 hubo un incremento de casos en Europa del Este, Asia Central, Norte de África, Oriente Próximo y Latinoamérica

Desigualdad VIH
Una mujer en la marcha por el Día Mundial de la Lucha contra el Sida, el pasado 1 de diciembre en Cancún (México).NurPhoto (NurPhoto via Getty Images)
Patricia R. Blanco

Las cifras globales del VIH arrojaron en 2023 dos hitos históricos: fue el año en el que menos personas contrajeron la infección desde finales de los ochenta (una estimación media de 1,3 millones) y en el que se registró el número más bajo de muertes relacionadas con el sida (630.000) desde el pico de 2004, según el último informe de ONUsida, hecho público este lunes. Además, África subsahariana ha sido la región del mundo que ha registrado el mayor descenso de muertes relacionadas con el sida entre 2010 y 2023, con una caída del 56%. Sin embargo, pese al éxito que traslucen los grandes números, los detalles del análisis no permiten caer en el triunfalismo. Con el título La urgencia del ahora, el sida en la encrucijada, el informe destaca que el número de personas que contrajeron el VIH aumentó el año pasado en al menos 28 países y más de nueve millones de personas, de los 39,9 millones que en 2023 vivían con el VIH en todo el mundo, no recibieron la terapia antirretroviral para impedir la reproducción del virus, que ha causado más de 42,3 millones de muertes desde que comenzó la pandemia a principios de los ochenta.

“Estamos haciendo progresos, pero no vamos por el buen camino para alcanzar el objetivo que nos fijamos en 2025, de menos de 370.000 nuevas infecciones anuales” y de eliminar el VIH como problema de salud pública en 2030, advierte Winnie Byanyima, directora ejecutiva de ONUsida en una conversación con este diario. Mientras que las nuevas infecciones se siguen reduciendo en África subsahariana, que por primera vez en la historia no concentra más del 50% de los nuevos casos anuales, “Europa del Este, Asia Central, Norte de África, Oriente Próximo y Latinoamérica han experimentado un aumento principalmente entre los grupos marginados como los hombres homosexuales, mujeres trans, trabajadores sexuales [tanto hombres como mujeres], personas que consumen drogas y población carcelaria”, subraya Byanyima.

El porqué de este incremento es, según la también secretaria general adjunta de Naciones Unidas, muy claro: “En Europa del Este, las severas leyes de control de drogas impiden que los afectados participen en programas de desintoxicación y salven su vida si han contraído el VIH”, describe. En cambio, el incremento de casos en las otras regiones está relacionado con “el estigma y la discriminación de hombres homosexuales y mujeres trans”, un problema que todavía sigue muy presente en África y que se ha visto agravado por leyes homófobas, como la aprobada el año pasado en Uganda.

“Hay más de 60 países, muchos de ellos en África, que penalizan las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo”, señala Byanyima como una de las grandes barreras para luchar contra la expansión del VIH. “Sabemos que cuando se despenaliza la homosexualidad, la incidencia del VIH entre el colectivo LGTBI disminuye mucho”, añade.

En cuanto a los pacientes con acceso a la terapia antirreotroviral, a finales de 2023, un total de 30,7 millones de personas estaban recibiendo el tratamiento, frente a los 7,7 millones de 2010. Sin embargo, el número no solo está por debajo de los 34 millones que se había fijado la ONU para 2025, sino que supone que más de nueve millones de personas no reciben la medicación. “El acceso al tratamiento es especialmente bajo en Europa del Este y Asia central y en Oriente Próximo y África septentrional, donde solo recibieron la terapia antirretoriviral en 2023 aproximadamente la mitad de las personas que vivían con el VIH”, destaca el informe.

Doble lectura de datos en África

África subsahariana ha sido la región donde más han descendido las muertes relacionadas con el sida, con una caída del 56% entre 2010 y 2023, lo que ha contribuido aumentar la esperanza media de vida de “56,3 años en 2010 a 61,1 en 2023”. Sin embargo, la incidencia “entre adolescentes y mujeres jóvenes, de entre 15 y 24 años, es extraordinariamente alta en algunas partes”, alerta el informe. “Los programas de prevención y los esfuerzos para reducir las desigualdades de género, la violencia contra las mujeres y las normas de género perjudiciales no están teniendo un impacto suficientemente grande”, advierte el análisis de ONUsida.

Un grupo de personas forman el lazo que representa la lucha contra el sida en Kampala (Uganda).
Un grupo de personas forman el lazo que representa la lucha contra el sida en Kampala (Uganda).Anadolu (Anadolu Agency via Getty Images)

Las cifras de nuevas infecciones entre niños de hasta 14 años también tienen una doble lectura. Del lado positivo, entre 2010 y 2023, el número de nuevos casos anuales en este colectivo en África oriental y meridional se redujo en un 73%. “Pero este descenso general de las infecciones verticales [de madre a hijo] se ha ralentizado notablemente en los últimos años, sobre todo en África occidental y central”, destaca también el informe, pese a que se puede prevenir con la medicación y los cuidados adecuados. Según la estimación de ONUsida, aproximadamente 120.000 menores contrajeron el VIH en 2023, con lo que el número total de niños que viven con el virus en el mundo asciende a 1,4 millones. De ellos, “el 86% se encuentran en África subsahariana”.

La hoja de ruta contra el VIH

“Es posible alcanzar el objetivo de eliminar el sida como problema de salud pública en 2023, pero para ello los líderes deben tomar decisiones hoy mismo”, pide Byanyima. En primer lugar, continúa, “deben garantizar que su respuesta cuente con los recursos adecuados en todos los países que lo necesiten”, algo que, según la directora ejecutiva de ONUsida no está sucediendo. “Los países con la mayor carga de VIH están en este y sur de África y son los mismos países de renta baja que se están ahogando por el pago de la deuda, que es entre cuatro y siete veces más de lo que invierten en su sistema sanitario”.

El segundo punto que Byanyima destaca es la necesidad de “compartir la tecnología que ahora está en mano de las empresas y las compañías farmacéuticas, que tienen herramientas transformadoras que podrían cambiar el rumbo de la pandemia en materia de prevención, pruebas y tratamiento”.

Cita como ejemplo los nuevos desarrollos en la profilaxis preexposición (PrEP), para evitar nuevos contagios. El lenacapavir, cuya propiedad intelectual está en manos de la compañía Gilead, previene la infección con tan solo dos inyecciones al año, y mejora los tratamientos anteriores que requerían o bien una pastilla diaria o una inyección cada dos meses. El tratamiento, que en formato PrEP está todavía en fase de desarrollo, se ha empezado a administrar a pacientes con VIH multirresistente. “Pero ahora mismo solo está disponible en los países ricos, porque cuesta 40.000 dólares [36.710 euros] para una persona al año, por lo que está fuera del alcance de la gente que más lo necesita”, protesta Byanyima. “Esas personas son, por ejemplo, las niñas y mujeres jóvenes de África, que son las más vulnerables y sufren las consecuencias tanto de que se sepa que son seropositivas como de que se sepa que mantienen relaciones sexuales”, insiste. Por ello, continúa, “necesitan algo muy discreto y el lenacapavir lo es porque solo tienen que inyectárselo dos veces año”.

El tercer punto para acabar con la pandemia de VIH es, según Byanyima, que los líderes políticos “protejan los derechos humanos de todas las personas y aborden el retroceso”, afirma en alusión a las leyes homófobas.

Aunque el estigma no solo se encuentra en los códigos penales. “También tenemos que trabajar contra la discriminación que sigue presente en la sociedad, en los lugares de trabajo, en los centros de salud o en las escuelas, ya que el estigma mata a la gente porque la aleja del tratamiento”, insiste la directora ejecutiva de ONUsida, que llama a los líderes de opinión, de las distintas religiones, del mundo de la cultura o a los “iconos del deporte” a luchar contra esta exclusión.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.
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