Isabelle Legeron, la rebelde del vino natural
Es la francesa que mejor conoce el arte de las bodegas y ha emprendido una cruzada por cambiar las reglas de la industria vinícola. Aboga por un producto sin aditivos y pide más transparencia para el consumidor.
Isabelle Legeron se ha impuesto una misión: dar poder al consumidor de vino. Afincada en Londres desde hace más de dos décadas, renunció a una confortable vida laboral en el mundo de la comunicación y en 2009 obtuvo el título de Master of Wine, la certificación más prestigiosa del universo vinícola: solo 370 profesionales en todo el mundo forman parte de esta exclusiva comunidad y ella lleva a gala ser la única mujer francesa del club. Hoy es una de las figuras más influyentes del movimiento del vino natural y organizadora de la feria independiente RAW Wine, con citas en Londres, Nueva York, Los Ángeles y Berlín.
“El vino natural es 100% zumo de uvas cultivadas de forma ecológica, con fermentación natural y sin ningún tipo de añadido durante el proceso de vinificación”, define Legeron, autora del libro Natural Wine (CICO Books). En realidad, el concepto no es nuevo: así había sido siempre hasta que la industrialización y la agricultura intensiva transformaron el vino moderno en lo que la francesa considera un auténtico cóctel de aditivos. “Mucha gente cree que está bebiendo un producto totalmente natural, pero no es así. Y en parte es un problema de transparencia: el etiquetado de la botella únicamente revela si contiene sulfitos, ni siquiera la cantidad, pero debería incluir una relación de todos los ingredientes”, explica. “Cuando el consumidor elige una referencia en el supermercado debería ser capaz de saber que ese vino es el equivalente al pollo industrial… Es importante que se faciliten todos los datos para que puedan tomarse decisiones informadas”.
Aunque el vino natural aún representa menos del 1% del sector, según Legeron, cada vez hay más productores que adoptan esta filosofía y buscan preservar sin maquillaje la vida que hay en el suelo, en la bodega y en el vaso. “Actualmente, como en el resto de industrias, se quiere producir más, en menos tiempo y por el menor dinero posible, pero los viticultores deberían tener la valentía de decir: ‘Quiero hacer el vino que mi terruño me dé, sin forzarlo”.
La experta, de 45 años, creció en la región de Cognac. En su casa, recuerda, apenas se compraba nada. Practicaban la autosuficiencia. Su madre hacía mantequilla, mermelada, paté. Su padre pasaba tres meses al año encerrado en la pequeña destilería familiar. Y a ella le tocaba salir a la búsqueda de setas, bayas y hojas de té. Legeron, que siempre se ha alimentado a base de productos de kilómetro cero y de temporada, no acaba de entender que quienes profesan esta devoción global no se cuestionen que “el vino sea siempre el mismo, añada tras añada. No se celebra la diversidad”.
“En mi opinión, la producción de calidad tiene que empezar por el cultivo ecológico”, cree esta experta, quien considera muy reduccionista que el tipo de uva sea la principal seña de identidad del vino. Para ella, el lugar de procedencia y la forma de elaboración son fundamentales. De hecho, en RAW Wine, la feria que fundó en 2012, solo pueden participar viticultores que sigan los principios de agricultura ecológica, mínima intervención y cero aditivos. “Los humanos somos los únicos seres vivos que estamos destruyendo el planeta. Si conseguimos que más gente elija vinos naturales, más hectáreas se dedicarán a un cultivo más respetuoso y alguna huella estaremos dejando. Esa es mi pequeña aportación”.
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