El camino de vuelta
La estanqueidad perfecta es uno de los sueños imposibles del hombre. De ahí la insistencia en el cemento, la cal, el hormigón y todas las variedades de resinas sintéticas que aplicamos en las junturas de las ventanas y los sanitarios. Tarde o temprano, incluso con un mantenimiento regular, se producen fugas, algunas de ellas sorprendentes. Fíjense en la urna en cuyo interior conservamos la Dama de Elche, una joya del siglo IV o por ahí antes de Cristo, que se expone en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Una pieza maravillosa de la cultura ibérica ante la que ningún espectador permanece indiferente. Vale la pena acercarse al museo solo para saludarla el sábado por la mañana, antes de ir al mercado.
Pues bien, hace unos meses, un turista alemán se hallaba contemplándola cuando le pareció que un puntito negro atravesaba su rostro. El puntito negro resultó ser una hormiga que inexplicablemente había atravesado todas las fronteras de silicona, colándose en el compartimento estanco de la Dama. El alemán la grabó con su móvil, para que constara, y mostró el vídeo a los responsables del museo, que prometieron averiguar lo ocurrido. Aunque hemos permanecido atentos a la pantalla, jamás llegamos a conocer la procedencia de la hormiga ni el porqué de su extravío. Pero desde entonces, cada vez que una obsesión perversa se cuela en mi cerebro, perfectamente protegido de tales filtraciones por una masilla aislante de carácter ideológico, me viene a la memoria la historia de la Dama de Elche y de la hormiga. ¿Encontraría el animal el camino de vuelta al hormiguero?
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