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2017 Año del turismo sostenible

En el ignoto pulmón verde de África

La República del Congo pugna por separar su imagen de la de su conflictivo vecino para convertirse en un destino de turismo sostenible

Elefantes y búfalos en el parque nacional de Odzala, al norte de la República del Congo.
Elefantes y búfalos en el parque nacional de Odzala, al norte de la República del Congo. ODZALA DISCOVERY CAMPS
José Naranjo
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Una barca se desliza sigilosa por el río Mambili, tributario del gran Congo. A izquierda y derecha, un vergel de verdor se asoma sobre el agua mansa. De repente, a lo lejos, un búfalo emerge de entre el follaje para beber. El guía para el motor en un intento de no ahuyentarlo y que los visitantes disfruten en todo su esplendor de semejante animal. El parque nacional de Odzala, en la República del Congo, esconde muchas sorpresas y es la joya de la corona de un país que, como muchos en África, ansía atraer a turistas de todo el mundo pero que se enfrenta a la triada maldita: es caro llegar, apenas se hace promoción y no cuenta con la formación adecuada. El reto es crear una marca, un destino.

Odzala es un escándalo natural habitado por gorilas, elefantes, antílopes, búfalos y otros grandes animales que se pueden observar con relativa facilidad. Sin embargo, es un lujo al alcance de pocos. “Recibimos entre 40 y 50 visitantes al mes y el paquete de tres noches con todo incluido cuesta unos 7.700 euros, incluido el desplazamiento en avión privado desde Brazzaville”, describe Joel Romeu, responsable del establecimiento turístico del parque. El servicio, las cabañas, la comida y las visitas guiadas, claro está, son de gran calidad, pero este país de África central necesita mucho más si aspira a convertirse en potencia en este campo.

El pasado mes de julio, coincidiendo con la celebración del Año Mundial del Turismo Sostenible, Brazzaville fue escenario de un gran encuentro internacional que sirvió para presentar al mundo su estrategia sectorial, un completo documento elaborado durante 18 meses con la participación de la Organización Mundial de Turismo (OMT), el PNUD y el Gobierno congolés. En su redacción participaron 18 expertos que recorrieron unos 3.000 kilómetros por todo el país visitando más de 300 puntos de interés. Fruto de dicho trabajo surgió un plan director de turismo sostenible en el que está todo lo que hay que hacer, el marketing, el transporte, el alojamiento, la formación y las medidas gubernamentales, para que esta actividad se convierta en un factor de desarrollo. Ahora hay que ejecutarlo.

El 20% de los ingresos generados en Odzala se reparten entre los pueblos de alrededor

“Esto es el comienzo”, aseguraba un eufórico Taleb Riffai, secretario general de la OMT presente en el encuentro. “El Congo va a brillar en el mercado turístico, puedo sentirlo, puedo olerlo”. Horas antes el propio Rifai y el presidente Denis Sassou-Nguesso mantuvieron una reunión en el Palacio Presidencial. “Me ha asegurado que están adoptando medidas, que son conscientes de que el turismo es un petróleo que no se agotará nunca”, dijo el secretario general de la OMT, quien al mismo tiempo se mostró consciente de los desafíos que presenta esta apuesta en un país que, en la actualidad, apenas recibe 500.000 visitantes al año, de los que el 80% vienen a hacer negocios.

El primer gran muro a sortear son los visados y las conexiones aéreas, todo muy caro y complicado. “Los políticos deben encontrar una solución al problema de las visas y, al mismo tiempo, a la necesidad de abrir los cielos africanos”, asegura Josephine Fifi Rurangwa, responsable de expansión africana de la pujante agencia de viajes nigeriana Wakanow. “En la actualidad, las compañías aéreas deben pagar una tasa cada vez que atraviesan un país africano y eso eleva los costes y, por tanto, los billetes. Luego está el desafío de las tasas aeroportuarias, que en ocasiones suponen el 60% del precio. Con todo, soy optimista, creo que las cosas están cambiando, hay voluntad para solucionar estos retos”, añade.

El segundo obstáculo es la falta de promoción. La República del Congo se enfrenta a un hándicap añadido: su nombre se confunde con el de su gigantesco vecino al otro lado del río, la República Democrática del Congo (RDC). “Antes no salíamos ni en Google, ahora ya tenemos una marca, destinationcongobrazaville, el Congo Verde”, explica la ministra de Turismo, Arlette Soudan-Nonault. “Están haciendo un trabajo enorme con pocos recursos”, tercia Rifai. Finalmente, está la cuestión de la formación de los trabajadores de la hostelería, de los directores de hotel, de los gestores y de los guías, aún en pañales.

Niños jugando en la orilla del río Congo a su paso por Brazzaville.
Niños jugando en la orilla del río Congo a su paso por Brazzaville.JOSÉ NARANJO

Durante el encuentro de julio, al que asistieron unos 300 participantes de una veintena de países, el presidente Sassou-Nguesso firmó la Carta Abierta mediante la que se compromete a actuar para facilitar los viajes y el turismo en su país. Dicho documento, creado por la OMT, ha sido ya suscrito por 89 jefes de Estado de todo el mundo, muchos de ellos de países en vías de desarrollo. Es precisamente ahí donde se pretende dar un impulso al turismo como factor de lucha contra la pobreza, fomento del empleo y diversificación de la economía. La República del Congo depende al menos en un 60% del petróleo, una industria que no ha sido capaz por sí misma de generar una riqueza inclusiva que llegue a toda la población.

Este país sólo tiene cuatro millones de habitantes pero tres cuartas partes de su territorio están ocupados por el bosque tropical, el segundo más importante del planeta, gracias a las lluvias y a la presencia del río Congo, el segundo del mundo tras el Amazonas. Si Brazzaville es capaz de atraer a visitantes por su historia (fue la capital de la Francia libre durante la ocupación nazi) o su vibrante callejeo poblado por los famosos sapeurs y sede del bianual Festival Panafricano de Música, lo cierto es que el ecoturismo es la gran apuesta. Esos bosques, protegidos en su gran mayoría, representan el 10% de la superficie arbolada virgen del continente.

Tres cuartas partes de Congo están ocupados por el bosque tropical, el segundo más importante del planeta

Rifai desprende un contagioso optimismo. “Es un país pequeño en población, pero grande en naturaleza. Ello hace que sea más fácil de gestionar, es un poco como Costa Rica”, asegura. Sin embargo, la inseguridad en el departamento de Pool, en el sur del país, debido a una rebelión armada, así como el empeño del presidente de seguir en el poder después de más de 20 años podrían complicar las cosas para este destino turístico, ser fuente de inestabilidad. “La llegada de visitantes necesita de un ambiente de seguridad, pero dicho ambiente también necesita al turismo para que se cree. Colombia lo hizo posible, incluso durante el conflicto iban los turistas y eso hizo que la gente se diera cuenta de los enormes beneficios que genera. También Sri Lanka”, añade el máximo responsable de la OMT.

En Odzala, en el lejano norte, es la paz la que manda. Es de los pocos lugares en el mundo donde aún se pueden contemplar gorilas en plena naturaleza. La decisión de crear un parque nacional tuvo mucho que ver con ellos y con la amenaza de extinción que pesa sobre su especie. Con un poco de suerte, en el emplazamiento de Ngaga se les puede ver con sus familias, comiendo hojas y relacionándose con sus congéneres. “Aquí el turismo se basa en dar la posibilidad de descubrir la magia del lugar, pero a la vez en un inmenso respeto por la naturaleza”, asegura Joel Romeu. Además, el 20% de los ingresos generados se reparten entre los pueblos de alrededor. “Tenemos ese inmenso bosque y ese fantástico río, las carreteras, los alojamientos, los restaurantes, los hoteles, los hospitales y la seguridad. Pero es un potencial desconocido, incluso entre los propios congoleses. Eso es lo que hay que cambiar”, remata la ministra Soudan-Nonault.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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