No son el objetivo, pero lo son
Ni los trabajadores humanitarios ni la población civil deberían ser el blanco de ataques en situaciones de crisis. Por eso, la ONU recuerda que deben cesar las bombas sobre hospitales, los secuestros, las violaciones de mujeres en el día que se conmemora la labor de quienes asisten a las víctimas
"El pasado mes de enero en Walikale atendimos a 122 mujeres de un mismo pueblo. Todas habían sido violadas". Desde la República Democrática del Congo, Marit de Wit escribía estas líneas hace apenas unas semanas. En su testimonio recordaba con dolor la violencia que sufren la población y (también) el personal humanitario en el país africano. Por desgracia, este tipo de ataques ocurren en un sinfín de puntos cardinales del planeta. En Afganistán, 3.498 civiles murieron en 2016. De ellos, 923 eran niños, alertaba la ONU en un informe el pasado febrero. El jefe de la misión de las Naciones Unidas en aquel país, Tadamichi Yamamoto, pidió entonces a los implicados en el conflicto que dejasen de luchar en zonas habitadas y no usaran espacios como colegios o centros sanitarios. Lejos de hacerlo, el pasado marzo, terroristas del ISIS entraron disfrazados de médicos al hospital más grande de Kabul, con 400 camas, y dispararon de forma indiscriminada contra los ocupantes. Al menos 38 personas fueron asesinadas. En Siria, los titulares de víctimas inocentes son el pan de cada día.
Este tipo de episodios tienen que parar, ese el mensaje que lanza la ONU con motivo del Día Mundial de la Asistencia Humanitaria que se celebra cada 19 de agosto. "La población civil no es objetivo", reza el lema de esta edición que en redes sociales se ha traducido al hashtag #NotATarget (#NoSonUnObjetivo, en español).
Tampoco deben ser blanco de ataques los trabajadores humanitarios ni las instalaciones en las que realizan su labor que no es otra que salvar vidas. Sin embargo, unos y otros lo son. En los últimos 20 años, 4.132 cooperantes en servicio han sido atacados, recuerda la ONU. Según los datos que recopila anualmente el Aid Workers Security Report, en 2016, 288 fueron víctimas de agresiones graves: 101 fueron asesinados, 98 heridos y 89 secuestrados. La mayoría de estos ataques tuvieron lugar en cinco países: Sudán del Sur, Afganistán, Siria, República Democrática del Congo y Somalia.
Enfocamos: República Democrática del Congo
Precisamente en uno de esos puntos calientes del planeta, en República Democrática del Congo (RDC), el español José Barahona dirige las actividades de Oxfam. "Damos apoyo a las personas que huyen de los conflictos en el país. En el Este, hay unos 70 grupos armados activos y cada vez que se producen enfrentamientos, la gente que vive cerca se marcha", detalla. Y son muchos. "Ahora mismo hay 3.600.000 desplazados internos, son dos millones más que en enero de 2016. A lo que hay que sumar los 400.000 que se han ido a otros países vecinos como Sudán del Sur o Burundi", subraya en conversación telefónica desde RDC. Todos ellos, recuerda, necesitan agua, letrinas y alimentos. "Y las mujeres requieren especial atención", anota. Pues ellas se convierten a menudo en campo de batalla entre grupos rivales y se castigan mutuamente violándolas, explica.
La bomba que convirtió en héroes a los humanitarios
El 19 de Agosto es el día que conmemora la labor del ejercito de trabajadores humanitarios que lucha contra la adversidad, el hambre y la muerte. La fecha fue declarada Día Mundial de la Asistencia Humanitaria en 2008 coincidiendo con el aniversario del atentado en 2003 contra la sede de la ONU en Bagdad, en el Hotel Canal, en el que fallecieron 22 trabajadores de la organización. Allí estaba Lara Contreras, hoy trabajadora de Oxfam Intermón. Así lo recuerda:
"Aquel 19 de agosto, yo estuve en la sede de la ONU por la mañana. Salí a comer con mi equipo y de pronto, pasadas las cuatro de la tarde, se oyó una fuerte explosión, pero había explosiones a menudo, así que no le prestamos demasiada atención. Los humanos nos acostumbramos a todo. Pero..."
Suena fácil, pero ayudar es una labor "bastante arriesgada" en estas latitudes, advierte Barahona. "La gente huye a pie a 20 o 30 kilómetros de la zona de conflicto, por lo que para ayudarles nos tenemos que acercar bastante a las áreas de violencia". Además, zonas que un día son seguras, pueden no serlo al siguiente.
Sobre todo, son habituales los secuestros. En 2015, Oxfam contabilizó que al menos 148 trabajadores de esta y otras ONG fueron capturados por grupos armados en algún momento, solo en el este del país. "Retienen a compañeros durante unos días para pedir dinero a cambio", explica el español. Como las organizaciones no pagan, asegura, solo queda la negociación como recurso. Y las comunidades se convierten en aliados: "Ellos mismos presionan para la liberación porque necesitan la ayuda que proveemos".
Las crisis de desplazados en Kasai, en el sur de la República Democrática del Congo, y en el distrito de Pool en la República del Congo, atraen casi toda la atención y esfuerzos de la oficina regional del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en África del Sur que dirige Lola Castro. "Hemos podido realizar distribuciones de alimentos en Kasai a algunos miles de desplazados, pero hay al menos 1,4 millones a los no se tiene acceso", denuncia. La ayuda que llega es aún "como una gota de agua en el océano". "Se necesita más apoyo internacional a estos conflictos olvidados. Esperamos que la situación se estabilice para poder llegar a los más afectados", pide Castro.
Coincide en la queja Barahona. "Este país sufre una crisis crónica desde los años 90 y es muy difícil llamar la atención de que lo que pasa cada año es peor que el anterior", lamenta. Pero los trabajadores humanitarios no se pueden olvidar de quienes viven en la inestabilidad permanente y han tenido que volver a empezar sus vidas una y otra vez. Allí siguen, "buscando el equilibrio entre el deber de asistir y el de proteger a los trabajadores", dice el responsable de Oxfam. "En los últimos tiempos hemos perdido muchos compañeros en conflictos. Es importante que todas las partes en los de Kasai o Pool entiendan que los civiles están simplemente afectados y aterrorizados por la situación y los trabajadores humanitarios no deben ser objetivo y se les debe respetar", zanja Castro, del PMA.
No son el objetivo, pero sí víctimas de la "violencia ciega"
En Centroamérica no hay una guerra y, sin embargo, es una de las regiones más violentas del mundo. Allí, Miguel Ángel García Arias dirige la oficina de Acción Contra el Hambre para Guatemala y Nicaragua. "Aquí la violencia es ciega, afecta a todos por igual", apunta. Eso quiere decir que la población civil o los trabajadores humanitarios no son un objetivo de ataques en una guerra, son víctimas simplemente porque están allí, en el momento y sitio equivocados.
"No vemos que estemos especialmente señalados, pero quienes realizan asaltos se focalizan en quienes ellos crean que tienen algo de valor", explica García. Así, el personal de las ONG se convierte en objetivo, no por su labor sino por sus pertenencias. "Por ejemplo, un vehículo 4x4 es atractivo para los atacantes conduzca quien lo conduzca", añade. Acción Contra el Hambre, de hecho, ha sufrido el robo de un coche en Ciudad de Guatemala, reconoce.
Este tipo de riesgos en una zona del mundo en la que los asesinatos son cuantiosos obliga a las organizaciones a mantener unas normas de seguridad, aunque su labor no tenga nada que ver con contiendas. Es el caso de Acción Contra el Hambre, que trabaja en el corredor seco donde las sequías, principalmente por el fenómeno El Niño en los últimos tres años, afectan a las comunidades campesinas. Si lluvia, sin agua, el frijol y el maíz no crecen, "y no tienen siquiera cómo alimentar a sus familias", detalla García. En su búsqueda de la población más afectada, abuelos con pequeños a su cargo, personas con discapacidad, niños con desnutrición aguda y corren peligro de morir, las precauciones básicas pasan por no viajar de noche y respetar el toque de queda. Además, se mantienen atentos a los asaltos que ocurren en la zona para evitar los itinerarios en los que se han producido.
Más que los trabajadores humanitarios, son los activistas locales los que están en el punto de mira. Recuerda García los asesinatos de defensores del medio ambiente en la región. "Alguien que luche por la protección de un río en Guatemala está en un riesgo enorme de sufrir violencia", asegura. No se olvida el responsable de Acción Contra el Hambre en Centroamérica de la gran crisis humanitaria, cambio climático aparte, de la que es escenario esta parte del mundo: la de los migrantes hacia Estados Unidos. "Necesitan asistencia, especialmente los niños no acompañados y las mujeres, y muchas veces no la reciben y son víctimas de abusos", denuncia. Como pide en este emblemático día la ONU, ellos tampoco deberían ser un objetivo, pero también lo son.
No nos olvidamos de...
Sudán del Sur
El recrudecimiento del conflicto en Sudán del Sur ha hecho duplicar en un año la población refugiada en el país africano
Afganistán
Los atentados contra la población y los ataques a instalaciones civiles son comunes.
Siria
2016 fue, según la ONU, el peor año de guerra en este país. Al menos 652 niños fueron asesinados y 338 hospitales fueron atacados.
Somalia
La sequía pone al país africano en riesgo de hambruna, la tercera en 25 años, y amenaza también a Sudán del Sur, Nigeria y Yemen
Mediterráneo
El año pasado, 5.153 personas murieron en el intento de cruzar el Mediterráneo hacia Europa. Las tensiones sobre dónde, quién y cómo se rescata a estas personas está siendo motivo de tensión actualmente.
Lago Chad
Mientras Boko Haram pierde fuelle, las necesidades humanitarias se agravan en la región, con 7,1 millones de personas en riesgo de hambruna
Yemen
Además del conflicto que mata y desplaza a miles de personas en el país, el cólera está arrasando. Hasta junio, más de 1.000 personas habían muerto desde que empezó la epidemia.
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