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Sanidad en África

“En República Democrática del Congo cada día es una emergencia”

Marit de Wit, asesora sanitaria de MSF, acaba de regresar de un viaje por Kivu Norte, una región asediada por décadas de violencia brutal e indiscriminada

Amanecer en el campo de desplazados internos de Mweso, abierto en 2007.
Amanecer en el campo de desplazados internos de Mweso, abierto en 2007.Gwenn Dubourthoumieu (MSF)
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Mi viaje comenzó en Mweso, en el este de la República Democrática del Congo (RDC), donde apoyamos el hospital estatal de 250 camas, el único centro sanitario de este tipo en unos cien kilómetros. El gran problema aquí para la población y también para el equipo de MSF está estrechamente relacionado con la guerra. Mweso se encuentra en pleno corazón del conflicto. Allí cinco grupos armados, a veces más, se enfrentan entre sí a diario. Y lo peor es que la situación es completamente impredecible. Dos grupos que hoy luchan juntos, mañana pueden estar en bandos diferentes. Esto hace que la gente nunca sepa si al día siguiente podrá llegar al hospital. Y lo mismo ocurre con nuestro personal congoleño.

Además, al encontrarse en mitad de las montañas, en Mweso por la noche hace mucho frío. La población se ve continuamente obligada a huir cuando un grupo armado decide entrar en su pueblo y muchas personas se resguardan en una escuela de la ciudad para pernoctar. Por la mañana, cuando las clases comienzan, se ven obligados a pasar el resto del día a la intemperie, en el frío o bajo la lluvia. Es horrible ver las condiciones en las que tienen que sobrevivir. Están totalmente abandonados.

Por supuesto, este nivel de violencia afecta también directamente al trabajo de nuestro equipo local. A unos 10 kilómetros de Mweso hay un centro de salud al que se tarda una hora en llegar por el mal estado de las carreteras. Algunas noches, las enfermeras no pueden regresar a sus casas porque fuera se está librando una batalla entre grupos armados. Entonces tienen que dormir en la clínica para no arriesgarse a recibir un disparo.

Allí cada día es una emergencia. Es cierto que no se trata de una guerra a gran escala, como en Siria, pero la tortura y las violaciones en grupo son una realidad cotidiana para la población. Y nuestro personal —especialmente nuestro personal congoleño— es el que sufre este horror a diario. Ellos son, sin duda, los verdaderos héroes de nuestros proyectos. A veces nos olvidamos de que viven las mismas situaciones que nuestros pacientes y, sin embargo, siguen motivados y vienen a trabajar cada mañana. Si un día no aparecen en el hospital, puede ser porque alguien ha entrado a robar en su casa o porque alguien de su familia desapareció o fue asesinado. Y más de una vez nos hemos despertado con la dura noticia de que alguno de nuestros colegas había sido asesinado mientras regresaba de camino a casa.

En enero atendimos a 122 mujeres de un mismo pueblo. Todas habían sido violadas

Me cuesta mucho continuar con mi relato después de rememorar este tipo de cosas, pero trataré de seguir adelante.

Después de Mweso me dirigí a Walikale, donde MSF apoya un hospital y varios centros de salud. La situación allí es más tranquila porque no sientes la guerra de manera tan directa, pero eso no significa que la población esté a salvo. La violencia contra las mujeres se ha convertido en algo cotidiano en toda la región y la violación en algo percibido como normal. El pasado mes de enero en Walikale atendimos a 122 mujeres de un mismo pueblo. Todas habían sido violadas. Hasta dos semanas después del ataque, la mayoría no se sintieron lo suficientemente seguras como para venir al hospital. Sabemos que para ellas es difícil dar ese paso, y que en muchas ocasiones el hecho de que alguien las reconozca como víctimas de abusos puede hacer que sean rechazadas por sus familias y comunidades. Por eso, una de las primeras cosas que hicimos fue construir un espacio seguro para este tipo de víctimas, donde ofrecemos servicios de planificación familiar, tratamiento de enfermedades de transmisión sexual y asistencia médica especializada.

Antes, el alto número de violaciones en el país se podía achacar a la violencia, pero ahora es algo tristemente aceptado como habitual. Además, muchas veces ni las propias víctimas se dan cuenta del peligro médico y las consecuencias psicológicas que pueden provocar lo que les ha sucedido. Así que MSF desarrolla también actividades para intentar convencer a hombres y mujeres de que la violación no es normal ni aceptable. En estos talleres les proporcionamos también información sobre cuáles son las clínicas que proporcionan los servicios específicos que necesitan las víctimas.

Pero la violencia en RDC tiene lamentablemente aún más consecuencias médicas. Hoy, en el este del país la gente todavía muere de las enfermedades más simples y fáciles de prevenir y curar: malaria, diarrea y neumonía. Pero para llegar al hospital, gran parte de la población tiene que venir de muy lejos, cruzando varias líneas de fuego. Y se arriesgan porque saben que somos los únicos que podemos tratarles. El resto de organizaciones se han marchado de este área y la gente tiene que elegir entre dejar que su hijo muera en casa o arriesgarse a que algo pueda sucederles de camino al hospital. Nosotros, para intentar que no tengan que poner su vida en peligro, enseñamos a los trabajadores sanitarios de las comunidades a tratar estas tres enfermedades directamente en las aldeas.

La población de la RDC, sobre todo las mujeres, nunca se da por vencida

Otra de las actividades que realizamos en Walikale y Mweso son las campañas de vacunación para prevenir el sarampión, la difteria y el tétanos. En los centros de salud vacunamos a unos 1.000 niños al mes, pero cada tres o cuatro años las epidemias vuelven a surgir. La región es enorme y es imposible vacunar a todos, así que los brotes solo se podrían evitar con un sistema de salud que funcione, cosa que, lamentablemente, está muy lejos de suceder en la República Democrática del Congo.

Tampoco ayuda que el país este inmerso en un conflicto armado desde hace 30 años. Hay toda una generación de madres congoleñas que no sabe lo que es tener una asistencia sanitaria estable y duradera, ya que llevan toda su vida huyendo de un lugar a otro con lo puesto, sufriendo lo que podríamos llamar un desplazamiento eterno.

Pese a todo, la población de la RDC, sobre todo las mujeres, nunca se da por vencida. Uno de los momentos más emocionantes de mi estancia lo viví en la unidad de neonatología del hospital de Mweso. Es un lugar impecablemente limpio y lleno de recién nacidos con bajo peso donde las madres han creado un ambiente muy especial. Las matronas tuvieron la gran idea de enseñarles cada tarde vídeos de mujeres de todo el mundo que intentan sacar adelante a sus bebés prematuros. Eso les abrió los ojos y les llenó de esperanza. Las madres de allí piensan que ellas tienen estos problemas porque son de RDC, así que ver a otras mujeres de todo el mundo en la misma situación que ellas, con sus mismos problemas, les dio fuerza. El trabajo en equipo que llevan a cabo es impresionante, con todas las madres celebrando cada vez que un bebé gana 100 gramos y animando al resto a seguir los consejos de las matronas. Fue asombroso y muy alentador poder ser testigo de esos momentos.

MSF trabaja en Kivu del Norte desde 1981. Ahora apoya al Ministerio de Salud en los hospitales de Mweso, Walikale, Masisi, Rutshuru y Bambu y en los centros de salud circundantes. MSF proporciona atención básica hospitalaria a las personas afectadas por la violencia que de otro modo no tendrían acceso a los servicios médicos. En 2016, nuestros equipos atendieron a más de 270.000 personas solo en el área de Mweso, la mitad de ellas de malaria. MSF también apoya cinco centros de salud en Goma, ofreciendo exámenes y tratamiento para el VIH / SIDA.

Testimonio recogido por Carmen Rosa, periodista de MSF.

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