Cómo ser carnívoro sin tocar un solo animal
¿Carne de laboratorio? ¿Queso vegano? Soluciones alimentarias en camino. La hamburguesa ‘in vitro’ ya existe…
Las estimaciones de la ONU apuntan a que, hacia 2050, habrá en el mundo más de 9.500 millones de habitantes (ahora somos unos 7.000 millones) y que para dar de comer a todos será necesario aumentar la producción de alimentos en un 60% aproximadamente. Todo un reto si tenemos en cuenta dos de los grandes problemas que planean sobre la mesa de tanto comensal. Uno, los recursos de la Tierra están sobreexplotados, y dos, la agricultura y la ganadería intensiva son del todo insostenibles: no hacen más que agravar el problema del cambio climático y generar muchos otros deterioros medioambientales. ¿Qué podemos hacer? Teniendo en cuenta que generar alimentos es muy costoso porque lleva consigo, entre otras cosas, un alto dispendio de agua y energía, el objetivo es encontrar una manera de producirlos utilizando muchos menos recursos.
Producir carne ‘in vitro’
60.000 millones de animales se crían cada año para abastecer el consumo de carne, leche y huevos
Nuestra especie ha demostrado sobradamente a lo largo de la historia que si una cosa no nos faltan son buenas ideas. ¿Qué les parecería fabricar productos animales sin necesidad de criarlos y sacrificarlos? Eso es lo que pretende la empresa estadounidense Modern Meadow, una start up ubicada en el barrio neoyorquino de Brooklyn, que trabaja para lograr lo que ahí denominan la “fabricación de carne sin muerte” o, también, “carne cultivada”. Es decir: fabricar carne in vitro en un laboratorio a partir de tejidos animales. Parece una iniciativa realmente genial, sobre todo, tras repasar los números que definen la ganadería del siglo XXI, según la FAO. Basten tres datos: uno, 60.000 millones de animales son criados cada año para abastecer el consumo de carne, leche y huevos; dos, el ganado produce el 18% de las emisiones de CO2 del mundo; y tres, la ganadería es la responsable de la mayor parte del uso mundial de tierras: más de un 30% de la superficie terrestre libre de hielo se destina a alimentar a esa ingente cantidad de animales. Por no hablar del bienestar animal, que es otro tema.
Para combatir todos estos obstáculos, el neerlandés Willem van Eelen, fallecido el año pasado, dedicó gran parte de sus 91 años a sacar adelante el consorcio In Vitro Meat desde el que su mano derecha, Mark Post, profesor de la Universidad de Maastricht, logró la primera hamburguesa in vitro en 2013. ¿Inconvenientes? Un poquito cara… Aquella special burguer costó la friolera de –sí, lo leen bien– 240.000 euros. Pero lo más seguro es que en pocos años esté a punto para ser comercializada a un precio competitivo. De momento, el descenso de costes está siendo espectacular: hoy, dos años después, el kilo de esta carne cultivada ronda los 57 euros y Post, su padre, asegura que logrará abaratarla mucho más.
Varias 'start up' están volcadas en crear "productos animales sin animales", como una leche 100% vegetal, pero con sabor y textura de vaca y en carne procedente de peces
Pero hay muchas otras iniciativas que tratan de producir “productos animales sin animales”. Impossible foods, una compañía con sede en California, por ejemplo, vende hamburguesas vegetales y auténtico queso vegano. Y otra start up, Muufri, con sede en Silicon Valley, trabaja por sintetizar proteínas de leche a partir de levaduras en las que insertan secuencias de ADN de origen bovino. A esto le añaden grasas procedentes de verduras, además de minerales y azúcares, y ya tenemos una leche 100% vegetal pero con sabor y textura de vaca a punto de ser comercializada. Si todo esto le sabe a poco y quiere estar al tanto de todo lo que se cuece acerca de cómo producir carne sin ganado, la web de Future Food, una iniciativa austríaca, centraliza toda la información al respecto.
Plantar granjas en las urbes
También en el seno de las grandes ciudades se gestan soluciones. El microbiólogo y ecólogo estadounidense Dickson Despommier, profesor emérito en la Universidad de Columbia, consciente de que en 2050 el 80% de la población habitará en las urbes, aboga por convertir las metrópolis en “el equivalente funcional urbano de un ecosistema natural”. Eso sería posible, según el profesor, erigiendo granjas verticales urbanas en forma de edificios enteros destinados fabricar alimentos, en especial vegetales, pero también carne procedente de aves y peces. Esos centros de producción alimentaria, contenidos en rascacielos, estarían dotados de tecnologías punteras para optimizar la energía consumida proveniente de fuentes renovables y el gasto de agua, que saldría del aprovechamiento de la lluvia y de las aguas grises (las que resultan del uso doméstico). Son procedimientos costosos, pero ya existen varios planes piloto: los suecos de Plantagon y los estadounidenses AeroFarms son algunas de las compañías que están en ello.
¿Por qué no ingerir insectos?
Robots para dar de comer al mundo
Mientras dilucidamos qué comer, otros ‘cerebrines’ intentan mejorar el rendimiento productivo de las tierras equipando pequeños drones para fertilizar áreas poco fecundas o enviando diminutos robots polinizadores a lugares climáticamente desfavorecidos. Ese es el objetivo de los RoboBees (insecto robot volador), un conjunto de abejas mecánicas diseñado por la Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de la Universidad de Harvard, que ya está a punto de echarse a volar para acometer esa gran misión: alimentar al mundo.
Al margen de las soluciones en las que está implicada la alta tecnología, existen algunas ideas (digamos 100% naturales) para alimentar a una población en continuo aumento. Según la FAO, comer insectos también puede ser una alternativa a la comida de toda la vida: van cargados de proteínas y su producción es sostenible y barata. Su práctica, la entomofagia, es habitual en muchos países de Asia, África y América Latina.
Nunca fue la falta de imaginación el problema del hombre, más bien la escasa de capacidad de pensar en el bien común. Winston Churchill en su artículo Fifty years hence (algo así como A cincuenta años vista) ya escribió su pronóstico sobre el progreso de la humanidad y la lucha del hombre por los alimentos: “Dentro de cincuenta años, escaparemos al absurdo de criar un pollo entero para comer la pechuga o las alas cultivando estas partes separadas en un medio adecuado”. Han pasado ocho décadas y justo ahora nos lo estamos empezando a plantear en serio.
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