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En vaso de tubo se bebe más lento

Claves para minimizar los efectos de las copas, ahora que se abre la temporada de ferias, bodas y amistosas veladas

¿Será que cada vez que brindamos gritamos ¡Salud! porque cuanto más bebemos, peor salud tenemos? En lo que a bebidas alcohólicas se refiere, la clave está en la moderación. Pero seamos realistas, no siempre la logramos. Según la Encuesta sobre alcohol y drogas en España del Plan Nacional sobre Drogas de 2014, dos de cada 10 españoles se habían emborrachado en el último mes. Basta una quedada nocturna con amigos, una celebración familiar o una comida con larga sobremesa para que, al menos por un día, crucemos la línea que separa la frugalidad del exceso. Sobre todo ahora, en época de ferias. Si seguimos estas sencillas reglas quizás no conseguiremos del todo que nuestra ingesta de alcohol sea saludable (es un claro ejemplo de oxímoron), pero sí minimizar sus efectos. Y pasar la velada con niveles medios de dignidad. Que arranque la verbena.

Antes de beber, péguese un banquete

Si tiene previsto empinar el codo esta noche, hágalo con el estómago lleno. Como explica Gabriel Olveira Fuster, especialista en Endocrinología y Nutrición del Hospital Regional Universitario de Málaga y miembro de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), “el alcohol se absorbe en la boca y en el estómago, pero la mayor parte en el intestino. No obstante, el contenido gástrico que tengamos en el estómago influye bastante en su absorción, es decir, en la cantidad que pasa a la sangre, que será menor cuanto mayor sea la ingesta de alimentos previa o simultánea a la de alcohol”. "Si el estómago está lleno de proteína (carne) e hidratos de carbono (legumbres, pasta, patata, pan) se retrasa la digestión y por tanto el alcohol tarda más en pasar a la sangre. Es importante incorporar a la comida algo de grasa [no mucha, pues también tiene un efecto negativo: retrasar el vaciamiento gástrico], para favorecer que la digestión de las proteínas sea más lenta", explica Eduardo Carreño Rendueles, especialista en conductas adictivas en la Clínica Médico Psicológica Asturias, en Gijón. Un menú de pasta y pescado sería idóneo, según los expertos, pues así también repondrá sus niveles de omega-3, deficientes en bebedores, como prueba este estudio publicado en Alcoholism: Clinical & Experimental Research.

Pasta y pescado es una buena opción de cena antes de salir. Así también repondrá sus niveles de omega-3, deficientes en bebedores, según 'Alcoholism: Clinical & Experimental Research'

Cuente cada copa

Vale, hay que beber con moderación. Pero, ¿cómo sabemos que ha llegado el punto en el que cruzamos la línea? “El consumo moderado suele referirse a no más de una bebida alcohólica para las mujeres (según algunos autores, hasta dos) y no más de dos para los varones (para otros, como máximo, tres)”, matiza Olveira, autor del libro Manual de Nutrición Clínica y Dietética (editorial Díaz de Santos). “Estas recomendaciones suponen, en su rango más amplio, menos de 36 gramos al día de alcohol en hombres y menos de 24 gramos en mujeres”. Traducido al lenguaje de barra de bar: los hombres pueden beber al día hasta tres vasos de vino o cerveza (10 gramos de alcohol por unidad) o dos chupitos de whisky (17 gramos de alcohol); pero, cuidado, solo una de esas opciones, no todas. Las mujeres, un tercio menos. “Ellas metabolizan el alcohol más lentamente que los varones y, como media, tienen un menor volumen corporal”, explica el especialista. Y, a ser posible, hágalo siempre durante las comidas.

Beba mucha agua: antes, durante y después

Roberto Cabo Moreta, dietista-nutricionista, farmacéutico y coautor del libro La dieta ALEA (Planeta, 2015), lo justifica: “El alcohol tiene un efecto diurético [aumenta la excreción de orina]. Por eso, es bueno hidratarse correctamente mientras lo consumimos”. En concreto, el alcohol inhibe la hormona arginina vasopresina (o antidiurética), que se encarga de controlar la reabsorción de agua en los riñones, "razón por la cual cuando beber aumenta las ganas de vaciar la vejiga". Si, además, estamos bailando y el ambiente es caluroso, la pérdida de agua será mayor. Beber agua tiene otro efecto colateral deseable, como destaca Cabo: “Es un efecto práctico: mientras esté bebiendo agua estaré dejando de ingerir alcohol, de forma que si en lugar de tomar cinco copas, me tomo dos vasos de ron y tres de agua, habré consumido menos alcohol de forma total”.

Priorice el vino sobre el resto de las ingestas

Las pocas cosas buenas que se han dicho del alcohol aluden al vino. Aunque no todos los médicos están de acuerdo, muchos proclaman que consumido frugalmente (no más de esas dos o tres copas) tiene propiedades antioxidantes y vasodilatadoras. Contiene resveratrol, un polifenol al que se atribuyen múltiples beneficios para la salud vascular, la prevención del cáncer, la diabetes, enfermedades neurodegenerativas y el retraso del envejecimiento, según estudios como el de la Universidad de Queensland (Australia). Pero puede que se esté preguntando por qué dos copas de vino son buenas y cuatro no son el doble de buenas. “El consumo elevado, y especialmente abusivo fuera de las comidas no aporta los beneficios del consumo moderado que se obtiene junto con las comidas y se asocia a mayores enfermedades de todo tipo, sobre todo, de aparato digestivo y cardiovasculares, así como cánceres y muertes violentas por accidentes o agresiones”, indica Olveira. Sencillamente, cuando incrementamos las cantidades, los componentes malos del vino vencen a los buenos.

Elija vaso de tubo para beber más lento

En lo que a bebidas alcohólicas se refiere, el tamaño importa, pero también la forma. A esa conclusión llegó un equipo de investigadores de la Escuela de Psicología Experimental de la Universidad de Bristol (Reino Unido) tras realizar una curiosa prueba. Pidieron a 160 personas que bebieran un refresco y una cerveza en dos tipos distintos de recipientes: un vaso recto (tipo tubo) y otro curvo (la clásica pinta). Resultó que los participantes bebían el doble de rápido la cerveza en el vaso arqueado que en el recto, cosa que no sucedía con el refresco, el cual se consumía por igual independientemente del vaso. Los expertos determinaron que se debía a que en los vasos con formas es más difícil calcular lo que queda de bebida y, por tanto, se bebe más. 

Piense en lo mucho que le costó entrar en el pantalón ante de pedir la última

Cuando esté frente al camarero, indeciso ante la colección de botellas del mostrador, piense una cosa: una bebida alcohólica sola o con hielo tiene menos calorías que combinada con un refresco. “Lógicamente, se añade el contenido calórico de la propia bebida alcohólica a la de los refrescos (de media, unas 150 kilocalorías por cada botella de refresco)”, detalla Olveira. Según la Base de Datos Española de Composición de Alimentos, un sistema que permite consultar las características de 500 alimentos comunes de la dieta española, una copa de 50 mililitros de whisky, vodka o ginebra tiene unas 122 kilocalorías; pero si añadimos 200 mililitros de un refresco o tónica, nos iremos a las 190 kilocalorías. Y si se toma dos o tres copas de su combinado favorito, la diferencia calórica se dispara (casi 600 kcal: el equivalente a una chocolatina). Súmelo a su abundante cena e igual las ganas de continuar se achican a pie de barra. "Por favor, un vaso de agua", acabará diciendo más de uno.

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