Los huevos, ¿se lavan o no se lavan?
Cómo manipular con seguridad este delicioso alimento. Temperatura e higiene son elementos clave
¿Mejor guardar los huevos en el frigorífico o en la despensa? ¿Se lavan antes de almacenar? ¿Y de consumir? ¿Hemos de sacarlos del envase tras su compra? Son muchas las preguntas cotidianas del consumidor habitual de huevos que a menudo resolvemos con rapidez, sin prestarle la necesaria atención. La Organización Interprofesional del Huevo y sus Productos (INPROVO) ha lanzado una campaña, El huevo, de etiqueta, para resolver tales enigmas, con la colaboración del chef Mario Sandoval (protagonista del vídeo que puede ver sobre estas líneas).
El huevo es uno de los alimentos más sensibles a la contaminación y multiplicación de bacterias, aseguran desde INPROVO. Por ello, debemos ser prolijos durante su conservación y consumo. "Hay que guardarlos en el frigorífico (entre 1 ºC y 10 ºC, sin llegar a la congelación y sin saltos térmicos) y, a ser posible, en su estuche. Así mantendremos la protección natural de la cáscara del huevo frente a microorganismos externos, olores extraños o humedad. Además, tendremos a mano información importante del etiquetado, como la fecha de consumo preferente (que no es obligatorio indicar en la cáscara, pero sí en el envase)", explican en la campaña. En casa, cuando cocinemos con ellos, solo se han de sacar de la nevera los que se vayan a emplear. "Pueden lavarse, pero solo antes de su uso, nunca antes de guardarse", prosiguen los expertos, quienes recomiendan, igualmente, lavar bien cada superficie antes y después de la manipulación del huevo y cascarlos en un sitio diferente del recipiente donde se baten, "para evitar que la contaminación de la cáscara pase a la parte comestible del huevo".
Cómo reconocer un huevo fresco
Todos los huevos de venta autorizada se mantienen frescos hasta 28 días después de su puesta (fecha de consumo preferente), según cuentan en INPROVO. Después se pueden consumir, pero pierden calidad y es recomendable hacerlo en "alimentos cocinados a temperaturas por encima de 75 ºC". Distinguir un huevo fresco es sencillo: "La cáscara está limpia, sin fisuras ni roturas. Al abrirlo, en la clara se distinguen dos zonas: una más densa y otra menos, pero sin llegar a ser líquida. La yema está firme y centrada sobre la parte densa de la clara, elevándose sobre esta. A medida que pierden frescura, se observa la yema más aplanada y la clara densa más extendida, casi sin parte líquida. Las nubes o grumos blanquecinos que a veces se ven en la clara son indicios de frescura y no afectan a la calidad ni al sabor del huevo", aclaran en la campaña.
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