"Hablo castellano y catalán. ¿Soy más listo que tú?"
Dentro del cerebro de un bilingüe: beneficios y consecuencias de dominar dos idiomas
Vivimos en un país de gran riqueza lingüística. Según datos de la Comisión Europea, el 89 % de la población española tiene el castellano como lengua materna, el 9 % el catalán o el valenciano, el 5 % el gallego y el 1 % el euskera. Varias de nuestras comunidades autónomas son bilingües. Pero si usted es de los que se comunica en un solo idioma, ni se preocupe, ni se acompleje. Por supuesto que los beneficios que tiene hablar más de una lengua son muchos, pero si lo que quiere saber es la respuesta a la pregunta “¿Un bilingüe es más inteligente que un monolingüe?”, sepa que la ciencia dice que no. Eso sí, asuma también que está en minoría, ya que el 60 % de la población mundial habla más de un idioma.
Este elevado porcentaje de bilingüismo es otra de las numerosas consecuencias que se suma a lo que los expertos atribuyen a esta capacidad del ser humano para relacionarse en dos lenguas. Y es que, especialmente en términos culturales, el bilingüismo es altamente recomendable. Así lo afirma el doctor Marcelo L. Berthier Torres, profesor de Neurología y director de la Unidad de Neurología Cognitiva y Afasia en el Centro de Investigaciones Médico-Sanitarias (CIMES) de la Universidad de Málaga, quien asegura que no le aconsejaría a nadie ser monolingüe: “A pesar de que no hay estudios que demuestren que las capacidades cognitivas de una persona bilingüe estén más desarrolladas que las de una monolingüe, sí lo están las funciones ejecutivas. Cuando un bilingüe cambia de una lengua a otra se ponen en marcha unos mecanismos de switch –cambio–que hacen que estructuras cerebrales, como el cíngulo anterior, estén más activas”. ¿Y esto qué significa? Pues que, por ejemplo, alguien que en un entorno laboral sea capaz de seguir una reunión que salta del catalán al castellano tendrá potenciadas capacidades cognitivas como la atención, la concentración o la memorización. No es más listo, pero lo parecerá.
Por otro lado, Albert Costa, psicólogo, profesor de la Universidad Pompeu Fabra e investigador de ICREA y del proyecto Brainglot, también se refiere “al control ejecutivo y al desarrollo de la atención como algunos de los beneficios del cerebro bilingüe en el ámbito cognitivo”, aunque recuerda que no hay estudios que prueben la existencia de una relación clara y directa entre ser bilingüe y tener una predisposición especial para el aprendizaje en otras áreas del conocimiento.
Los genes ayudan
¿Los idiomas le traen de cabeza? Si es así, quizá le interese saber que no toda la culpa es suya. Existen pruebas científicas que revelan que la capacidad para aprender una nueva lengua depende de la anatomía. “Se ha demostrado que las personas que tienen más facilidad para aprender tienen estructuras neuronales previas más voluminosas que las que tienen más dificultades”, afirma Berthier.
Si a esa estructura que predispone a la persona a aprender un segundo idioma le sumamos un funcionamiento más eficiente o, como dice el neurólogo, “una estructura más plástica”, podrá incorporar otra lengua a su cerebro sin demasiado esfuerzo, o al menos no tanto como el que debería hacer si no contara con esas condiciones. “Estas particularidades en el cerebro de cada uno podrían explicar en parte el hecho de que haya personas a las que baste con pasar seis meses en Suecia para hablar sin problemas el idioma autóctono, mientras que a otras, les resulte más complicado y tarden mucho más en alcanzar el mismo nivel”, explica el neurólogo.
¿Son todo beneficios?
Mientras Berthier se muestra rotundo en cuanto a la ausencia de perjuicios en el hecho de ser bilingüe, ya que cada vez se publican más estudios que demuestran que serlo es más eficiente que no serlo, el profesor Albert Costa sí señala algunos costes asociados al bilingüismo, como el hecho de que “la persona que habla dos idiomas puede ser algo más lenta a la hora de recuperar las palabras, o que cuente con menos vocabulario de su segunda lengua. Además, es posible que experimente más situaciones de punta de la lengua y que sea peor en ciertos procesos lingüísticos, incluso en su primera lengua”.
Esos inconvenientes que, en cualquier caso, son menores y en muchos casos, prácticamente, imperceptibles, “son el resultado de las interferencias inevitables que se dan entre las dos lenguas, y que serán mayores cuanto más se usen”, aclara el neurólogo.
El acento: ni se pierde, ni se adquiere (de adulto)
“Un aprendiz tardío rara vez adquiere perfectamente el acento de la segunda lengua, porque ya no hay mecanismos cerebrales para ello”, explica el neurólogo. Podemos ampliar vocabulario durante toda la vida, pero, en lo que se refiere a la fonética, el tiempo está mucho más limitado. De hecho, esta barrera se establece en los primeros años de la infancia.
De ahí, la importancia de que el aprendizaje de una segunda lengua forme parte de la educación infantil. Eso sí, “hay formas y formas” de enseñar un nuevo idioma y unas sirven y otras no. “Hoy en día, los padres están preocupados por que sus hijos aprendan inglés lo antes posible, cosa que está muy bien. Sin embargo, el problema es que muchas veces el profesor que les instruye en el nuevo idioma no es nativo y eso es como si te enseñaran a esquiar con 5 años, pero te dijeran que para hacerlo debes cruzar los esquís. El momento para aprender es perfecto, pero el modo en que se enseña, equivocado. Si el profesor de un idioma no es nativo, el niño perderá la oportunidad de pronunciar correctamente los fonemas de la segunda lengua”, advierte el psicólogo y profesor Albert Costa.
De todas formas, recuerde que si va a educar a su hijo en un entorno bilingüe, no debe “dormirse en los laureles”, ya que hacerlo no garantiza que vaya a ser bilingüe toda la vida. Si durante los años siguientes el niño no se comunica en su segunda lengua, “su conocimiento quedará en algún lugar recóndito e inaccesible del cerebro”, asegura Berthier, quien denomina a este proceso “aprendizaje del no uso”. Según el neurólogo, “el lenguaje es como un virus, que una vez que toca nuestro cerebro, lo cambia para siempre, pero necesita recordatorios de forma regular.”
Lengua de las emociones versus lengua de la razón
“El lenguaje es una función que no está encapsulada, es decir, que está muy vinculada a la atención, la memoria, la motivación y, por supuesto, también a las emociones”, continúa Berhier Torres. Prueba de ello es que si es bilingüe probablemente haya protagonizado una situación en la que los sentimientos, las emociones o la espontaneidad hayan prevalecido sobre la razón o la practicidad. Dicho de otro modo, si de pronto recibe un pisotón, discute enérgicamente con su pareja o le cuentan una noticia extraordinaria, lo más probable es que recurra a su lengua materna para expresar su dolor, rabia o sorpresa. La razón por la que los bilingües reaccionan desde el idioma que aprendieron de pequeños reside en que hay menos procesamiento emocional en la segunda lengua que en la materna.
Pero el poder de la lengua materna no solo se manifiesta a través de su capacidad para aflorar en situaciones emocionales, también se puede apreciar en cualquier otro momento en el que exista la posibilidad de exponer una cuestión en dos idiomas. Y es que, el hecho de plantear un problema utilizando la L1 (lengua materna) o la L2 (segunda lengua), influye en el tipo de decisiones que se tomarán al respecto. “Un problema planteado en la lengua materna tendrá mucha más carga emocional que si se explica utilizando la segunda lengua y, en consecuencia, la decisión será menos racional”, sostiene Costa, quien sugiere que “los políticos deberían debatir en una lengua diferente del castellano o al catalán, pues de este modo se restaría pasión a sus decisiones".
Efecto protector
Existe, en general, un firme consenso acerca de los beneficios que aporta el bilingüismo a las personas, tanto a nivel cultural, social y personal como desde el punto de vista de salud. Es en este ámbito donde en los últimos años se han realizado interesantes y esperanzadores trabajos que relacionan bilingüismo y Alzheimer. Uno de los más recientes es el llevado a cabo por miembros del Instituto de Investigación Rotman de Toronto (Canadá) y que fue publicado en la revista Neurology. La investigación concluye que el bilingüismo es capaz de posponer hasta cinco años la aparición de los síntomas de la enfermedad. “Esto no significa que una persona bilingüe no vaya a padecer Alzheimer, pero sí que contará con más recursos para pelear contra ella, ya que ha generado a lo largo de su vida más reserva cognitiva”, concluye el neurólogo Marcelo L. Berthies.
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