Almuerzos como en casa
La comida de tartera se considera una manera de alimentarse por un presupuesto –y esfuerzo– razonable Además de la economía, hay otros motivos por los que los menús a medida viven su momento dorado
Para Amparo Tamarit, community manager residente en Barcelona, que sufre de celiaquía y diabetes, es la única manera de controlar su ingesta a todos los niveles. “Desde que la comida no tenga gluten hasta la proporción de proteínas, hidratos y azúcares que me permite controlar la dosis estándar de insulina”. Asegura que también es un blindaje contra los menús del día en los que “la única alternativa segura es una ensalada o un arroz poco elaborado, algo con lo que los celiacos se encuentran muy a menudo. Es mucho más divertido comer en un restaurante cuando realmente te apetece y escoger a cuál quieres ir”.
La falta de tiempo, uno de los motivos recurrentes que hacen abandonar las buenas intenciones, como llevar la comida al trabajo, se puede solucionar con algo de organización: preparar siempre raciones extra de los platos que se puedan congelar para tener reservas cuando carezca de tiempo, adquirir productos frescos por lo menos un día a la semana –con una lista de la compra previa– y llenar la despensa con reservas de pasta, legumbres y conservas de pescado. Son rutinas sencillas que harán la existencia del tupperista mucho más sencilla. Para evitar aburrirse y caer en la tríada pasta-arroz-estofado, Amparo practica la “tartera colaborativa”, un método consistente en “repartir la tarea con alguien de tu entorno que entienda tu condición, no solo para trabajar menos –que también–, sino por añadir algo de factor sorpresa al menú diario”.
La falta de tiempo se puede solucionar con algo de organización
De cara al transporte, Abel Mariné, profesor emérito de Nutrición y Bromatología de la Facultad de Farmacia, recomienda “llevar las tarteras en una bolsa isotérmica, sacarlas de la nevera en el último momento y volver a ponerlas en ella en cuanto se llegue al lugar de trabajo o centro educativo, no dejándolas nunca expuestas al sol o cerca de una fuente de calor”. Los materiales más recomendables, especialmente si se va a consumir la comida en el mismo recipiente, son el cristal y la porcelana, seguidos de los plásticos de uso alimentario y resistentes al microondas. En el momento de consumirlas, Mariné advierte de la importancia de “un calentamiento constante y homogéneo, sin que queden puntos fríos, y un microondas en las condiciones de higiene adecuadas”.
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