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Del ordeño al ‘brick’: las 48 horas que condenan a la leche en la huelga del transporte

Los limitados plazos entre la recogida y el envasado del producto complican la operativa del sector, uno de los más afectados por los paros

Algunas vacas en la ganadería de Antonio Casas, en Moraleda de Zafayona (Granada).
Algunas vacas en la ganadería de Antonio Casas, en Moraleda de Zafayona (Granada).

Jesús Manteiga cuenta desde hace 40 años con una granja en Pontevedra que alberga a más de 200 vacas. Ante la falta de recogida, el jueves de la semana pasada tuvo que tirar 4.000 litros de leche, la producción de una jornada entera. “No sabes si al día siguiente vas a cobrar o no para tu trabajo. Es un sinvivir insoportable”, relata al otro lado del teléfono. La huelga de transportistas ha hecho mella en todos los actores de la cadena láctea: ganaderos, industriales, comerciantes y consumidores. Ante la escasez de camiones de recogida, los productores se ven obligados a verter litros de leche. Las fábricas luchan para almacenar cuantos más productos puedan, mientras los clientes hacen acopio de las pocas botellas que quedan en las estanterías de los supermercados por el miedo al desabastecimiento.

Las vacas dan leche cada día, sin saltarse uno. Y el ciclo de vida de esa leche no va más allá de 48 horas: desde el ordeño hasta que se traslada, se trata y se mete herméticamente en el envase no puede pasar más tiempo. Si eso no ocurre, hay que tirarla. Ese ciclo, explica Ignacio Elola, consejero delegado de Lactalis, empresa propietaria de la granadina Puleva, se está cumpliendo por ahora más mal que bien. Las cisternas refrigeradas recogen la leche de las vaquerías a diario y consiguen meterla en la fábrica. Pero toda la leche producida permanece desde hace casi dos semanas en la industria porque apenas pueden sacarla, admite el consejero delegado.

Según Luis Calabozo, director general de la Federación Nacional de Industrias Lácteas (FENIL), el sector lácteo es el más visible de esta crisis porque ha sido el primero en dar la alerta sobre el riesgo de paralización de la cadena industrial. “Las fábricas detectaron ya en el segundo día de paro que los almacenes llegaban a su capacidad máxima y, a la vez, se iban acabando los materiales para el embalaje y el envasado”, apunta. El bloqueo era inminente.

En sus plantas de Lugo, Lactalis tiene almacenados el equivalente a 1.000 camiones de leche ya lista para las tiendas. Cada día, normalmente, saldrían 90, lo que significa que tienen un retraso de casi 12 días. “Por eso, si no se arregla la situación en un par de jornadas, no podremos seguir produciendo porque no podemos almacenar más, y nos veremos obligados a parar la producción”, señala Elola. Mientras, en la fábrica de Puleva en Granada, situada a las afueras de la ciudad, trabajan a diario 370 personas que ven como llegan 400.000 litros de leche al día con el que se fabrican distintos tipos de productos lácteos. Esta planta, la más grande de Andalucía, tiene en este momento, según la propia empresa, 33.000 palés de producto terminado, que supone 27 millones de bricks almacenados. Lactalis calcula en 410 los camiones que no han salido con producto desde el pasado 14 de marzo.

Ganaderos contra las cuerdas

El paro del transporte, junto a la escalada de los costes de producción, ha ahogado a muchos ganaderos. “Son dos enfermedades que una te mata y la otra te entierra”, asegura Albino Gutiérrez, de 50 años. Su granja, ubicada en Pontevedra, da cobijo a 38 vacas, y la semana pasada tuvo que desperdiciar mil y pico litros de leche. Desde que comenzó la huelga, el 14 de marzo, los camiones han venido a cuentagotas: “Pasan un día sí y un día no. El miércoles debían recogerla por la mañana y han venido por la noche. Si no hubieran llegado, habría tenido que tirar la leche otra vez”, cuenta. A pesar de las consecuencias del paro, Gutiérrez empatiza con los transportistas, al considerar que se encuentran en la misma situación insostenible que los ganaderos. “Todos deberían manifestarse en la calle. Si fuera yo quien mandara, hasta que nos pagaran la leche por el precio que vale, pararía todo. Llevamos años trabajando con pérdidas como locos y teniendo que sacar dinero de nuestros padres”, zanja.

Aunque el paro se desconvocara a corto plazo, el sector coincide en que los problemas tardarían algunos días en solucionarse. La paralización de la cadena ha generado una gran bolsa de stock acumulado difícil de digerir, que ejerce una presión enorme sobre la oferta disponible en el mercado. “Los consumidores que hayan hecho acopio de producto no volverán a comprar antes de consumir lo que tengan. El mal ya está hecho”, señala Calabozo. Ramón Artime, responsable del sector lácteo de la organización agraria Asaja, recalca que cuando los transportistas retomen su actividad a pleno ritmo, habrá mucha más demanda de servicio. “Todo el mundo estará pidiendo vehículos para llevar las mercancías que se han acumulado. El tiempo de normalización dependerá de la disponibilidad que haya”, zanja.

Problemas con el pienso

A la espera de una solución, Manteiga opina que el problema más urgente es el riesgo de desabastecimiento de pienso. El sábado le ha entrado una pequeña cantidad, pero, si no vuelve a llegar, dentro de un par de días se quedará sin alimentos para las vacas y le caerá la producción al 50%. “La comida de los animales es sagrada. Si quieren hacer realmente daño, que dejen a la gente sin comer. Trabajamos 24 horas al día, 365 días al año, para cuidarlos como podemos. ¿Y ahora por culpa de otros se quedan sin comer? No tiene mucha lógica”, confiesa.

Román Santalla, secretario de ganadería de Unión de Pequeños Agricultores (UPA), subraya que desde el primer día de la huelga el sector ha insistido mucho para defender a los animales, que no se pueden autogestionar. Un objetivo que se presenta cada vez más complicado ante el encarecimiento del pienso que dispara los costes de producción: “Un ganadero ya tiene que pagar 55 céntimos por un kilo de pienso, mientras que por su leche le pagan menos de 40 céntimos al litro. Si encima tiene que tirar producto...”.

Las cuentas de Antonio Casas, presidente de la cooperativa Alba Ganaderos y dueño de una vaquería de 300 vacas en Moraleda de Zafayona (Granada), no dejan lugar a dudas. El coste de producción de un litro de leche el año pasado en su cooperativa era de 41,5 céntimos y, sin embargo, a él le pagaban 34. Ahora le abonan 39, pero según sus cálculos, el coste del gasóleo, de la luz y de los cereales ha elevado la producción del litro de leche a los 45 céntimos. “Tenemos un problema estructural muy gordo”, dice. Y recuerda más precios: “Este año, la tonelada de soja está en 600 euros y el pasado en 316. La de maíz a 420 y el año pasado a 170. Si añades subida de gasóleo y de luz, ya tienes el panorama completo”, añade Casas, que produce 12.000 litros de leche al día y pierde 20.000 euros al mes.

Galicia, la comunidad más afectada

Junto al pescado, que ha faltado de las tiendas también por la huelga de pescadores, la leche es el producto más mencionado por estar en falta en las estanterías de los grandes supermercados. Eso se debe, explica Ignacio Elola, a que la huelga de transportistas ha tenido especial fuerza en zonas productoras.

“En Galicia, donde se produce el 50% de la leche de España, en Asturias, e incluso en la zona del sureste de Andalucía, la huelga ha sido fuerte y ha bloqueado el transporte de leche”, afirma. Un transporte que, en el caso de Lactalis, tanto de entrada como de salida se realiza con autónomos porque la empresa no tiene un departamento o una red de camiones propios.

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