48 horas en Valparaíso
En la noche del 27 al 28 de febrero, todos dormíamos tras una larga jornada de trabajo preparando el Congreso de Valparaíso. A las 3.30 horas de Chile, una fuerte sacudida hizo temblar el hotel. Fue un susto tremendo. En esos momentos y en la madrugada, una no sabe si está viviendo un sueño o si todo es real. Se activaron las alarmas del hotel y todo el mundo bajó por las escaleras. A los pocos minutos, la parte de la delegación del Instituto Cervantes alojada allí, nos encontramos en la calle, unos en albornoz, otros milagrosamente vestidos. Los móviles no funcionaban. Alguno de los miembros del Cervantes pudo conectar con Internet y supimos de la dimensión del seísmo y de la amenaza de tsunami. Fueron momentos de incertidumbre, de confusión, de miedo. La prioridad era averiguar la situación del resto de la delegación del Instituto, repartida en otros dos hoteles de Valparaíso. Imposible comunicar con ellos. Sólo pudimos hacerlo tiempo después, a través de SMS. Todos estaban bien, uno de los hoteles había tenido daños importantes y buena parte de los alojados en él caminaron durante un buen rato por una de las vías de evacuación hacia las zonas altas de la ciudad. Cuando nos permitieron volver a las habitaciones, fue imposible conciliar el sueño.
Me emocionó ver a la ministra de Cultura chilena cansada y triste
El amanecer fue complicado. Fuimos confirmando la situación de toda la delegación e intentando contactar con las otras instituciones organizadoras del V Congreso de la Lengua, con la RAE y con el Gobierno chileno, lo que no fue nada fácil por el deterioro de las comunicaciones. En la mañana del sábado teníamos, dentro de las actividades previas al Congreso, una reunión para avanzar en el Sistema Internacional de Certificación del Español como Lengua Extranjera. La celebramos a pesar de todo y durante la misma hubo una fortísima réplica del seísmo mientras afuera sonaban sirenas de policía y de bomberos. Tras la reunión, me encontré, por fin, con todos los miembros del Instituto Cervantes.
Las comparecencias de la presidenta Bachelet en la televisión nos habían ido tranquilizando aunque, poco a poco, nos fuimos dando cuenta de las dimensiones de la catástrofe a través de los más variados medios, desde los móviles, que funcionaban a medias o mal, hasta algún ordenador portátil del Cervantes. Intercambiamos varios mensajes con el Gobierno y con la RAE y, al tiempo que se iban conociendo las primeras cifras oficiales de víctimas, comenzó a tomar cuerpo la idea de cancelar o aplazar el Congreso. Al final, el Gobierno chileno propuso llevar a la primera reunión del Comité Ejecutivo del Congreso la propuesta de cancelación. A lo largo de ese día tuvimos noticia de que la reunión se celebraría al día siguiente en Santiago, donde se encontraba el director de la RAE y diversos académicos.
Tras una noche con nuevas, aunque más débiles, réplicas del seísmo, tuve que viajar al día siguiente hasta Santiago, donde se celebró la reunión a la que me he referido antes. A lo largo del viaje fui testigo de los desperfectos que sufrieron algunas infraestructuras, las huellas de la catástrofe. Eso se hizo más evidente aún en el propio Santiago, donde edificios tan emblemáticos como el Palacio de Bellas Artes, mostraban un notable deterioro, con cascotes sobre las aceras y en el asfalto. Había mucha gente en la calle. En la reunión me emocionó ver a la ministra de Cultura chilena, Paulina Urrutia, y a alguno de sus colaboradores con el rostro cansado, muy tristes y apremiados por las preocupaciones y por la ingente tarea de reconstrucción. Como no podía ser de otro modo, se aprobó la cancelación del Congreso y el mantenimiento de su vigencia, en homenaje al pueblo de Chile, como Congreso Virtual [http://www.congresodelalengua.cl donde se mostrarán las ponencias y discursos que los participantes tenían previsto exponer bajo el lema América en la lengua española]. El V Congreso, así, prolonga, aunque en la Red, el impulso de Zacatecas, Valladolid, Rosario y Cartagena de Indias. Ha sido una experiencia dolorosa.
Carmen Caffarel es directora del Instituto Cervantes.
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