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La desaparición de un dictador

Pinochet es despedido con honores castrenses

4.000 asistentes al funeral abuchean a la ministra de Defensa - Un nieto del general con uniforme de capitán reivindica el golpe de 1973 - El jefe del Ejército defiende los derechos humanos

Jorge Marirrodriga

Entre gritos de "presidente, presidente" e insultos y agresiones a representantes del Gobierno y a periodistas nacionales y extranjeros, unas 4.000 personas despidieron ayer los restos de Augusto Pinochet durante el funeral con honores de comandante en jefe del Ejército celebrado en la Escuela Militar de Santiago de Chile. En una ceremonia en la que se reivindicó en diversas ocasiones el golpe de Estado perpetrado en 1973 contra el presidente constitucional y legítimo, Salvador Allende, el pinochetismo reclamó los éxitos actuales del país que su líder dejó de presidir hace 16 años. El Ejército redujo el formato del homenaje, y algunas de sus fases, como el lugar donde fue incinerado el cadáver, se mantuvieron en secreto hasta el último momento.

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Desde primera hora de la mañana una importante multitud aguardaba a que se abrieran las puertas de la Escuela Militar. En las últimas horas la tensión entre el gentío había ido creciendo, haciendo blanco de las iras especialmente a los medios de comunicación presentes en la zona. Algunos periodistas, entre ellos un equipo de Televisión Española, ya habían sido objeto de agresiones durante la noche.

Mientras los familiares del fallecido, ex ministros y generales retirados eran aclamados a medida que ingresaban en el recinto, crecía la expectación por la llegada de la ministra de Defensa, Vivianne Blanlot, quien debía representar al Gobierno en la ceremonia, consistente en una misa seguida de varios discursos y un desfile.

Augusto Pinochet, hijo mayor del dictador había calificado de "hipócrita" al Gobierno y pedido que no enviase representantes al funeral, algo que no estaba previsto por la ley, dado que Pinochet ocupó el cargo de jefe de las Fuerzas Armadas durante los primeros ocho años de democracia. Apenas unos instantes antes de comenzar la ceremonia religiosa apareció la ministra, vestida de blanco, y fue recibida con una sonora pitada. Blanlot, hija de militar, aguantó estoicamente los insultos que recibía del público. La ministra acababa de reunirse en privado con Lucía Hiriart, viuda del dictador. Mientras Blanlot se sentaba varios de los hijos de Pinochet colocaban sobre el ataúd la banda presidencial que su padre conservó después de abandonar el poder.

Tras la misa se sucedieron ocho discursos en casi todos los cuales se calificó repetidamente a Pinochet como presidente de Chile y no se escatimaron críticas al Gobierno de Michelle Bachelet por no haber querido otorgar honores de jefe de Estado al dictador.

Especialmente polémica fue la intervención de uno de los nietos de Pinochet. Vestido con el uniforme de capitán, Augusto Pinochet Molina alabó el golpe perpetrado por su abuelo. "Fue capaz de derrocar al Gobierno marxista no mediante las urnas sino directamente a través del medio armado", destacó entre la ovación de los asistentes y el gesto serio tanto de la ministra de Defensa como del actual comandante en jefe del Ejército, Óscar Izurieta. Nada más salir de la ceremonia Blanlot calificó de "inaceptables" las palabras del joven Pinochet en uniforme e indicó que espera que el Ejército "tome las medidas correspondientes".

Los discursos se iban sucediendo a la vez que crecían los ánimos de los congregados, que interrumpían con aplausos cada elogio a la dictadura del fallecido. "Es el padre de la modernización de Chile", destacó en sus palabras Carlos Cáceres ex ministro del dictador. "Sembró la llama de la libertad un día de septiembre de 1973", subrayó su hija Lucía. Y en estas, le tocó cerrar las intervenciones al general Izurieta, quien en ningún momento se refirió a Pinochet como presidente y afirmó que "la situación de los derechos humanos constituye uno de los aspectos más controvertidos de su gestión". Al silencio incómodo de los presentes le sustituyeron los silbidos en algunas ocasiones.

Mientras el ataúd era trasladado al patio principal de las instalaciones para recibir el último saludo de una guardia de honor, la ministra de Defensa volvió a ser increpada por los asistentes algunos de los cuales lograron acercarse hasta ella. Entonces varios generales se interpusieron y Vivianne Blanlot abandonó el lugar.

Tras el homenaje se informó de que una persona había resultado detenida por la mañana cuando tras acercarse al ataúd del general tres hombres escupieron sobre el cristal que cubría el rostro de dictador. Al parecer los presentes en un primer momento creyeron que una de las personas había estornudado involuntariamente sobre el ataúd, pero luego se percataron de que el grupo estaba escupiendo al cadáver de Pinochet. La policía militar que custodiaba el féretro intervino y detuvo a un hombre de 30 años. En el último minuto, el Ejército y la familia decidieron acortar el formato del homenaje eliminando el traslado del ataúd por las calles de la ciudad. En lugar de eso se empleó un helicóptero militar a cuyo piloto no se comunicó hasta el último minuto su destino final. Pasada la una de la tarde, cuatro horas más en España, el aparato despegó rumbo a la localidad costera de Concón, a unos 140 kilómetros, donde el cadáver del dictador fue finalmente incinerado Para hoy está previsto que durante una ceremonia familiar, su viuda e hijos reciban las cenizas.

Según la fuerza de carabineros -policía militarizada chilena- unas 40.000 personas han desfilado estos días por la Escuela Militar para rendir homenaje al dictador. El Gobierno no ha variado en ningún momento su agenda normal y, a excepción de la ministra de Defensa, ayer todos sus miembros mantuvieron las actividades previstas.

'Adios general' en La Moneda

A la misma hora en que se rendían honores militares a Pinochet, unas 3.000 personas se congregaban frente al Palacio de La Moneda, junto a la estatua de Salvador Allende, para rendir homenaje al presidente derrocado y muerto durante el golpe de 1973.

Con numerosas banderas chilenas, los congregados depositaron claveles rojos a los pies de la estatua levantada junto al edificio que Pinochet ordenó bombardear, y donde se obtuvo la última imagen de Allende vivo. Los presentes cantaban Adiós carnaval, adiós general, canción famosa entre los opositores durante la dictadura.

"Siento rabia porque el dictador ha muerto sin pagar. Queremos justicia", destacaba Adela Manterola, que fue torturada bajo el régimen militar que durante 16 años ocupó el poder.

Entre los convocantes de la protesta estaban organizaciones de izquierda y de defensa de los derechos humanos. "Pinochet ha muerto, pero Allende sigue vivo en nuestros corazones", decía Viviana Díaz, de la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos.

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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