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Crítica:30º ANIVERSARIO DEL GOLPE MILITAR EN ARGENTINA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Verdugos argentinos

Bajo un Gobierno en plena descomposición, en un paisaje urbano poblado de verdugos de diferentes extraccciones políticas, el periodista británico-argentino Andrew Graham-Yooll se esforzaba en 1975 por cumplir una tarea aparentemente sencilla: componía en la redacción del diario anglófono Buenos Aires Herald, de fuertes raíces liberales, una lista de todas las muertes causadas por la violencia. Aunque parezca extraño, esta lista era la única disponible en los años setenta: "Para la mayor parte de las redacciones era imposible mantener el registro porque querían separar a los muertos buenos de los malos; y las maniobras requeridas para esa división desanimaban a cualquiera".

Al autor no le interesa el juicio moral de las intenciones y méritos ideológicos de cada bando en la Argentina de aquella época. Su retrato de la decadencia de una sociedad rica y culta es demoledor. Entre el Gobierno inepto de Isabelita Perón, un movimiento peronista fraccionado en grupúsculos terroristas y unas Fuerzas Armadas que esperaban su momento para desplegar todo su salvajismo clandestino, Graham-Yooll no percibe modelos ni héroes. Los eslóganes y el léxico revolucionario no le conmueven. Reconoce los anhelos de una generación de jóvenes idealistas, destinados a la muerte después del golpe militar de marzo 1976, pero su trabajo de periodista le obliga también a afrontar ruedas de prensa teatrales, donde ve el lado más fanfarrón de la guerrilla: hombres como Mario Firmenich, líder de los Montoneros, cuya vanidad, crueldad y afán por el dinero espantan al autor.

MEMORIA DEL MIEDO

Andrew Graham-Yooll

Libros del Asteroide

Barcelona, 2006

264 páginas. 17,95 euros

Más información
"Mi libro es útil para saber cómo se reacciona en una dictadura"

Debido a la extrema polarización de la lucha política, sus contactos periodísticos y sus amistades le aseguran una persecución terrorífica. El acoso se convierte en una escalada de amenazas, allanamientos de la redacción del diario y coches modestos que le esperan en una estación de tren para después seguir sus pasos. No hay ley que le pueda proteger: cada equipo de secuestradores, sea de izquierda o derecha, parece tener sus documentos oficiales en orden. En muchos casos, eran sencillamente policías. Y el miedo, que puede brotar en cualquier momento y que se suprime bajo una normalidad frágil, trastorna a Graham-Yooll hasta el punto de que se atreve a tocar un cadáver recién calcinado cerca del aeropuerto de Ezeiza, lugar preferido para abandonar a víctimas de secuestros.

Mirando en los años ochenta

desde su exilio inglés (salió de Argentina bajo amenaza pocos meses después del golpe militar), el autor admite que sus propios motivos rara vez eran puros. Como muchos otros argentinos, se encontró por diversos motivos profesionales y egoístas en una espiral de violencia e intriga. Insistir en la equivalencia moral de las diferentes bandas armadas, por tanto, no significa relativizar los crímenes cometidos por los militares, que esperaban su momento como buitres voraces y produjeron una matanza mucho más eficaz, casi industrial. Pero este libro, fascinante y revelador, destaca las fallas civiles de la sociedad argentina (el comportamiento autoritario, la capacidad de engañar al público, la vanidad), que fomentaron, en medio de la desintegración política, organizaciones secretas con vastas ambiciones basadas en lo fácil que es matar.

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