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Presidente, quiero estar equivocado

Soy científico del CSIC y actualmente director de uno de sus 105 institutos, la Estación Biológica de Doñana. Los problemas de nuestro centro de trabajo, a pesar de sus indudables peculiaridades, son muy similares a los del resto de las instalaciones del CSIC: mecanismos administrativos obsoletos y entorpecedores; insuficiencia de fondos; necesidades acuciantes de personal; ....y mucha desesperanza, sobre todo en los investigadores más jóvenes, por el futuro de la Ciencia en nuestro país.

Me atrevo a escribirle esta carta a usted, sin duda con menos tiempo que cuestiones por resolver, por varias razones: el problema me parece importante y mi visión es compartida, es una impresión, por la gran mayoría de mis compañeros; usted ha dado claras muestras de preocupación por la mejora de la cantidad y la calidad de la ciencia en nuestro país y ha mostrado un firme convencimiento de su potencial para generar bienestar en una sociedad cada vez más dependiente del conocimiento como fuente de riqueza; tiene el poder para impulsar y priorizar, entre las medidas de su Gobierno, aquellas que necesita el CSIC y el conjunto de la Ciencia española. Por último, si me lo permite, quisiera dejar que sea usted quien considere, después de leer esta carta, y si es razonable, adjetivar de urgente mi deseo de estar equivocado.

El autor critica el silencio gubernamental sobre las propuestas de la presidencia del CSIC

Creo que la primera vez que tuve ocasión de reunirme con usted, junto a otros científicos, para hablar de los problemas de la Ciencia en nuestro país fue en el año 2001, en la sede del PSOE en Ferraz. En aquella ocasión insistí en que si el incremento de fondos era imprescindible para el sistema de ciencia y tecnología que tenemos en España, tanto o más lo eran las medidas estructurales necesarias para hacernos más ágiles, abiertos y competitivos. También le hablé de la necesidad de mantener durante períodos largos las iniciativas que se tomaran en política científica y, por ello, le animé a proponer un Pacto de Estado como líder de la oposición.

Recogió la idea, pero nos explicó que para proponer un pacto que pudiera tener éxito, había que crear previamente un ambiente social y político receptivo. Personalmente salí contento de la reunión, tanto por lo allí hablado como por el interés y el conocimiento que mostró de los problemas de la Ciencia en España. En el mes de febrero del presente año asistí a una reunión en el Congreso de los Diputados organizada por los parlamentarios socialistas donde se debatió sobre la propuesta electoral del PSOE para la ciencia española. Creo que era unánime la satisfacción entre las compañeras y compañeros asistentes ante el incremento del 25% de fondos para la ciencia que se recogía en el programa. En ese clima de buena sintonía entre científicos y parlamentarios de su partido, tuve una pequeña intervención. Expliqué que el incremento de fondos me parecía una noticia excelente, pero reiteré la necesidad de introducir medidas estructurales para mejorar la eficiencia del sistema de ciencia y tecnología, y recordé que en épocas anteriores gobiernos socialistas habían abandonado sus propias iniciativas plausibles ante el debilitamiento de la economía (creo haber aludido al magnífico programa de becas de los años ochenta y a la posterior congelación de plazas, que hubieran podido absorber a los científicos formados gracias a ese programa). Tales precedentes me hacían ser escéptico a la hora de confiar en el cumplimiento de sus propuestas. Justo es decir que mi intervención fue la única no aplaudida por mis compañeros. Fue la primera vez que deseé intensamente estar equivocado.

Su discurso en la sede del CSIC, justo antes de las elecciones, me confortó. Si ganaban, mis deseos de yerro se verían pronto satisfechos. Después de su victoria electoral, tuvimos una magnífica noticia, el nombramiento de Carlos Martínez como Presidente del CSIC. Con un científico de talla internacional, con personalidad y capacidad de defender sus ideas al frente de este organismo, la razón estaba a punto de caer del lado de mis compañeros y de demostrarse, felizmente, lo equivocado de mi escepticismo. La lectura de sus declaraciones públicas, las informaciones que nos transmitió en la reunión de verano con los directores, su idea de "un nuevo CSIC"... todo apuntaba en la dirección correcta de la que yo, hasta ese momento, había desconfiado.

¿Qué ha pasado entonces para que le moleste con esta, ya demasiado larga, carta? Se lo explicaré. He vuelto de vacaciones y me he empezado a encontrar con un incremento, si cabe, de los desatinos habituales, cuya completa enumeración sería imposible aquí. Entre los más recientes, por ejemplo, el empeoramiento en las convocatorias de becas que se corrigen después de las protestas de los precarios; buenos científicos a los que su doctorado realizado en el extranjero no se les reconoce en España, sean estos hechos en Oxford, Cambridge, Harvard o cualquier otra universidad no española y que por tanto no pueden aspirar a una posición estable de científico entre nosotros (aunque sean españoles, lo que no lo hace más malo, pero sí más kafkiano). Súmese a esto el inquietante silencio de nuestra ministra y del secretario de Estado cuya falta de declaraciones, apoyando o simplemente comentando las atractivas propuestas de cambio planteadas desde la presidencia del CSIC, es realmente preocupante; el trato poco acorde con las promesas electorales, en materia de ciencia, en el borrador de presupuestos; de nuevo preocupación generalizada entre los directores de institutos sobre nuestro futuro como Organismo y sobre la ciencia misma a la que nos dedicamos.

Ya sé que ha pasado poco tiempo desde su llegada al poder. También sé que más vale hacer las cosas bien que rápido. Pero su gobierno ha hecho y pronto, cosas transcendentes y alguna especialmente delicada: retirada de las tropas de Irak; derogación del Plan Hidrológico Nacional; suspensión de artículos de la Ley de educación... No desconfío de las ganas de mejorar la ciencia de su Gobierno, lo que me preocupa es que en el encaje económico de los presupuestos y en la actividad administrativa y legislativa volvamos a quedar, como siempre, relegados y olvidados para tiempos ¿mejores? ¿Aguantaremos?, Probablemente sí, pero el costo ya está siendo muy alto y el desánimo mayor.

Por todo ello le pido, Señor Presidente, que demuestre que estoy equivocado, que mi escepticismo curtido por la machacona reiteración de promesas incumplidas se vea esta vez defraudado, y que en los presupuestos y en la actividad administrativa y legislativa las peticiones del CSIC sean priorizadas como confiaban mis compañeros. Demasiados de nosotros somos ya un poco viejos, pero hay también muchos jóvenes brillantes y trabajadores que pueden contribuir sustancialmente a su empeño de crear riqueza y bienestar en nuestro país. No les decepcione; haga usted que los escépticos como yo, ¡por fin estemos equivocados! Gracias.

Fernando Hiraldo Cano. Director de la Estación Biológica de Doñana (CSIC).

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