La madre científica de la Rioja
La Estación Enológica de Haro asesora desde hace más de un siglo a las bodegas de la comarca
No tiene viñedo ni calados centenarios; ni siquiera cuenta con depósitos de acero inoxidable y mucho menos con barricas de roble francés, pero su referencia es imprescindible en la historia de los vinos de Rioja de los últimos cien años. Más exactamente, desde 1892 cuando abrió sus puertas la Estación Enológica de Haro, la institución que ha velado y vela para que estos caldos se presenten en sociedad (desde la taberna más sencilla a la vinoteca más sofisticada de Nueva York) en las mejores condiciones.
En aquellos finales del XIX, la filoxera había dejado Francia sin viñedos. El Gobierno trató de aprovechar esa coyuntura para dar un impulso a los vinos españoles y abrió seis estaciones enológicas en Reus, Alicante, Alcázar de San Juan, Toro, Madrid y Haro. Siete años después, en 1899, sólo funcionaba esta última, que tendría que afrontar en poco tiempo la llegada a la Península de la plaga que había azotado las viñas francesas.
Arduos comienzos los de la Estación Enologica de Haro, porque a los estragos de la filoxera tenía que sumar la enseñanza a numerosos agricultores de la Rioja de los principios de la enología. Entonces, era esta institución la única que daba una formación específica en esta materia. Un recorrido por todas las bodegas veteranas de la comarca tiene una parada inevitable en la Estación Enológica.
Y, ahora, cuando la enología tiene hasta cursos de doctorado, en el venerable edificio de Haro se ha cambiado la enseñanza por la investigación y el control de calidad. El laboratorio cuenta con una de las mejores bodegas de riojas: todos los que exportan solicitan una certificación de la Estación, para lo que remiten dos botellas: una para el primer control, la otra, en caso de una posible reclamación. Como recuerda el veterano enólogo Manuel Ruiz Hernández, "en matería de vinos, la globalización se percibe con nitidez: ya no es la Administración la que pide los análisis, sino el importador".
Esta labor de asesoramiento está acompañada de varios proyectos de investigación: por ejemplo, el análisis por infrarrojos o la llamada "nariz electrónica", instrumento capaz de percibir más aromas que el mejor perfumista. "Hay que destruir la brujería y el esoterismo en el mundo de vino, pero, eso sí, un vino de calidad es ciencia y ética", sentencia Ruiz Hernández. Quizás por ello, la Estación Enológica no puede eludir la información para todos los públicos, que realiza desde su museo, que en 2002 recibió cerca de 18.000 visitantes.
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