51º FESTIVAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN
Era un plan impecable, ejecutado a la perfección. Con el botín millonario conseguido en un palacio de Venecia, toda la banda tendría la vida ya resuelta. Uno compraría el más despampanante modelo de coche; otro se haría con un equipo de música con una potencia de sonido capaz de desnudar a las mujeres; un tercero se instalaría en Sevilla con una gran biblioteca... Todos tenían sueños, pero ninguno había previsto el gran problema: uno de ellos era un traidor. Desde ese momento, el dinero deja el camino libre a la venganza.
M. TORREIRO | San Sebastián
Dos películas desiguales, dos conceptos distintos de la narrativa cinematográfica, en las que se demuestra que no siempre la holgura o la escasez presupuestaria es directamente proporcional a la calidad de los resultados. El norteamericano Tom McCarthy, con The station agent, una producción independiente de pocos medios, ha conseguido un filme intimista, tranquilo y tierno, en el que el talento del guión y la correcta realización consiguen un producto estimable.
"¡Lea esa vaina, carajo, para que aprenda¡", le conminó Álvaro Mutis. Su amigo Gabriel García Márquez tenía entonces 32 años y se sumergió en Pedro Páramo, del mexicano Juan Rulfo (1918-1986). No pegó ojo hasta agotar su segunda lectura. Desde la noche en que devoró La metamorfosis, de Kafka, nunca había sentido una conmoción semejante.
CLÁSICOS DEL SIGLO XX (2)