Israel levanta el cerco a Arafat tras las presiones de EE UU
El presidente palestino sale de su cuartel general y llama a respetar 'un alto el fuego total'
'A la Mokata, a la Mokata', gritaba una muchedumbre de periodistas mientras corrían por una pista de polvo y cemento hacia las ruinas del cuartel general del presidente palestino, Yasir Arafat, en Ramala. Era la ofensiva por sorpresa de decenas de informadores a los últimos soldados y tanques israelíes que trataban por todos los medios de efectuar un repliegue paulatino. Pero en realidad la Mokata la liberó ayer la presión de la población palestina, que en los últimos días se había lanzado a la calle desafiando el toque de queda, y las presiones de EE UU sobre el Gobierno israelí.
La Casa Blanca había hecho llegar al primer ministro israelí, Ariel Sharon, horas antes del levantamiento del cerco, un firme requerimiento para que, de una vez por todas, replegara las tropas de Ramala, liberara al presidente palestino y acatara la resolución 1.435, que hace una semana dictó el Consejo de Seguridad de la ONU.
Milicianos con traje de combate empuñando fusiles Kaláshnikov se descolgaron por las ventanas del primer piso mientras otros compañeros lo hacían por los agujeros que habían abierto en los muros días atrás los misiles y las excavadoras israelíes. Todos se encontraron en la calle, confundidos en un inmenso abrazo, al pie de los alambres de espino, sin darse cuenta de que la oleada de periodistas tomaba al asalto el edificio de la Mokata, avanzaba imparable por las escaleras destrozadas que conducen al segundo piso, mientras lejos, ya muy lejos, los blindados israelíes trataban de encontrar, entre una nube de polvo, el camino que les debía conducir hacia las afueras de Ramala.
Así finalizaron ayer al mediodía, bajo un calor insoportable traído por el viento del desierto hansim, diez días de asedio y destrucción. Había sido decretado por el Gobierno de Sharon el pasado 19 de septiembre, tras un atentado suicida perpetrado por un militante de Hamás en un autobús en Tel Aviv, que se saldó con seis muertos y más de medio centenar de heridos. La operación Días Contados trataba de aislar a Arafat, destruir su entorno y empujarlo al exilio. Una forma de poner fin al proceso de autonomía palestina y acabar con la vida política de Arafat.
'La retirada no ha sido completa. Israel ha decidido solamente replegarse de los alrededores del complejo y darnos unos metros más para poder movernos. Se trata de una clara violación de la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que exige una retirada inmediata y total de las tropas israelíes de la Mokata y de los territorios autónomos palestinos. Israel tiene la obligación de retroceder a las posiciones que ocupaba antes del 28 de septiembre de 2000, cuando comenzó la actual Intifada', manifestó el líder palestino en el interior del edificio, en una improvisada conferencia de prensa.
Arafat, con su sempiterna keffia blanca y negra cubriéndole la cabeza, quiso además dejar muy claro que no había hecho concesión alguna a los israelíes, que pedían la entrega de un grupo de entre 19 y 41 asediados, acusándoles de haber participado en actos terroristas. Insistió en ello Arafat como si tratara de recalcar que no se volverían a repetir los errores del pasado mes de mayo, cuando para lograr el levantamiento del asedio de Belén y de la Mokata tuvo que entregar a 19 activistas, 13 de los cuales marcharon al exilio en el extranjero y 6 fueron encarcelados en Jericó.
'No estoy dispuesto a entregar a nadie a los israelíes', repitió el presidente palestino, consciente de que un nuevo error supondría el fin del apoyo de la calle, sobre todo ahora, en vísperas de un periodo electoral y mientras los últimos sondeos aseguran que ha recuperado el apoyo de la gente. Los últimos sondeos aseguran que ahora Arafat tiene el respaldo del 60% de la población, frente al 47% del pasado junio.
Horas después del levantamiento del asedio a la Mokata, Arafat pidió a todos los palestinos, a través de un comunicado, respetar un 'alto el fuego total', al tiempo que exhortaba a los israelíes a hacer lo mismo. El comunicado reclama asimismo el retorno a la mesa de negociaciones para aplicar las resoluciones de la ONU, los planes de la Casa Blanca y las decisiones de la cumbre árabe de Beirut de marzo.
Arafat salió por fin a la calle. Antes de abandonar por unos minutos la Mokata, se detuvo por unos segundos a la entrada de su cuartel general, rodeado por sus hombres, para hacer con los dedos la señal de la victoria. Luego caminó entre las ruinas de la vieja prisión colonial británica, convertida ahora en un montón de escombros, por donde, incansables, deambulan desde ayer los niños palestinos, que, ajenos a todo, buscan los restos de las estructuras de aluminio. Los chatarreros pagan a tres shekeles (un euro) el kilo.
'No creo que el presidente tenga intención alguna de moverse de la Mokata. Continuará aquí', aseguró ayer al pie de las ruinas uno de sus colaboradores mas íntimos, superviviente con Arafat de uno de los más dramáticos asedios de su vida, casi tanto como el que vivió hace 20 años en Beirut o mucho antes en Jordania.
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