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Columna
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Debod

Este artículo inédito es el último entregado por su autor a EL PAIS para que fuera publicado el próximo domingo, 1 de septiembre

Todavía me encuentro a personas que no saben que en Madrid hay un templo faraónico. Es posible que no les llamara la atención el 'mobiliario urbano' que pusieron en el parque del Cuartel de la Montaña; cosa nada rara, pues aquí hay gentes capaces de confundir un templo faraónico con La violetera o con la triste estatuilla de Velázquez de la calle de Juan Bravo. Y también es posible que los madrileños se fijen ahora en el templo tan sólo porque está envuelto y preparado para su restauración. Los atractivos de Madrid sólo se ven cuando se hacen obras en ellos, y el Ayuntamiento domina a la perfección esta técnica museística.

El templo de Debod es un regalo histórico. Fue el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser quien lo donó en 1968 a la capital de España por haber contribuido nuestro país al salvamento de los grandes templos del valle del Nilo cuando se construyó la presa de Assuán. Se obtuvieron además 3.000 piezas arqueológicas que pasaron a engrosar el museo de Madrid. El arqueólogo español que entonces dirigió las obras para salvar los templos de ser tragados por el Nilo fue don Martín Almagro. Pero el templo de Debod que se cedió a España para ser instalado en su capital procede de la excavación italo-polaca.

El templo de Debod es el más antiguo monumento que nos queda del pasado. No es que Madrid se haga con él más vieja de lo que es. Fue erigido en el siglo IV antes de Cristo por encargo de un faraón de Meroe, Azakheramón. El faraón quiso conceder a este templo una gracia especial. Según algunos testimonios, construyó con sus manos una de las capillas, dibujando en bajorrelieves y jeroglíficos las ofrendas que él mismo realizó a los dioses.

El templo estaba originalmente situado en la orilla derecha del Nilo y formaba parte de los recintos sagrados de uno de los más importantes santuarios, el de la diosa Ise. Otros reyes contribuyeron al embellecimiento del templo. Ptolomeo XI le dedicó un precioso altar de granito rosa. Debod es un verdadero tesoro para Madrid. Como monumento debería marcar el estilo y la importancia del ornato de una ciudad que ha dejado de ser típica para ser universal.

Este artículo inédito es el último entregado por su autor a EL PAIS para que fuera publicado el próximo domingo, 1 de septiembre

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