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Reportaje:

La guerrilla de Colombia no se rinde

'¿Por qué vamos a huir? En 37 años de lucha hemos estado aquí', dice un rebelde. 'Estamos el doble de preparados'

La zona de despeje comienza a tener problemas de abastecimiento de comida y gasolina. El agua también escasea, ya que sólo opera el acueducto viejo que abastece apenas al 30% de la población. El alcalde de San Vicente de Caguán pidió ayer el establecimiento de un puente aéreo para que puedan llegar provisiones y para sortear las salidas por carreteras al centro del país, bloqueadas por la guerrilla.

'Aquí vamos a esperar al Ejército. A la hora que vengan, los recibimos'. Lo dice de manera firme, sin arrugarse, un guerrillero que permanece vigilante frente al que hasta hace poco fuera el campamento de Jorge Briceño, Mono Jojoy, comandante del ala dura de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).Está situado a medio camino entre San Vicente y La Macarena, otro de los cinco municipios que sirvieron para este experimento de paz, separados por seis horas de viaje. '¿Por qué vamos a huir? ¡En 37 años de lucha hemos permanecido en estos territorios!'. No le preocupa nada el poderío militar del Ejército: 'Nosotros estamos el doble de preparados'. Y explica: 'Ellos, como no sea con la Fuerza Aérea, no entran. Nosotros entramos a cualquier rincón de Colombia'. Afirma que la zona no está minada, pero, cuando aparezca el enemigo, 'los espero y los levanto'. Y cree que todo se justifica en una guerra: 'No es tiempo de proteger puentes. Al Ejército se le acobarda tumbándole hidroeléctricas'. Del secuestro de Ingrid Betancourt asegura: 'De eso no sé nada. No sé si nosotros lo hicimos'.

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El Pija le dicen a este guerrillero de 30 años, ojos negros y bigote, que cuenta que se volvió guerrero, porque los paramilitares hicieron daño a su familia. Es uno de los pocos insurgentes que se ven en el camino a La Macarena. Hay más de cinco campamentos abandonados en la ruta. El domingo, cuando este periódico hizo el recorrido, todavía hombres, mujeres y niños hurgaban en las desvalijadas instalaciones en busca de algo útil para llevarlo a casa. 'Somos pobres. Todo nos sirve', dijo una mujer que llenaba una camioneta con tablas y bolsas de patatas fritas, que encontró en el sitio donde la guerrilla cobraba peaje para 'el mantenimiento de la carretera'.

Los campamentos están abandonados y la guerrilla se ha encargado de quemar algunos de ellos. Se nota que los de las FARC salieron de allí a la carrera. Hay botas, gorras de visera, pilas, libros, papeles y cuadernos tirados por todas partes. En la biblioteca, al lado de libros de Simón Bolívar, de política económica y novelas de José Saramago, un guerrillero olvidó su cuaderno de apuntes. Los cuadernos hablan de tácticas de ataque, de tareas de información, de emboscadas y de cómo elegir tiempo y forma de ataque.

En el suelo, olvidada, quedó una hoja con una lista de sanciones: 'A Milena, por violación al régimen y descuido con bienes del movimiento, hacer trinchera con siete lonas, en los ratos libres y un mes haciendo aseo y su correspondiente autocrítica'. Más allá se encuentra el taller mecánico, uno de los objetivos bombardeados por el Ejército en la Operación Tanatos. Allí, una docena de máquinas pesadas para obras públicas y unas 50 furgonetas. Todo calcinado. 'Da pesar tanta plata perdida y uno tan necesitado', comenta un campesino, con el pantalón lleno de remiendos.

[Ayer fueron hallados a orillas del río Magdalena los cuatro cuerpos descuartizados de cinco agentes de la policía secreta de Colombia, secuestrados el domingo en una carretera al norte del país, según informó Efe].

Unos soldados colombianos queman ramas para señalar el punto de aterrizaje a los helicópteros.
Unos soldados colombianos queman ramas para señalar el punto de aterrizaje a los helicópteros.ASSOCIATED PRESS

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