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Savater y Llamazares presentan sus obras traducidas al húngaro en Budapest

Para representar la literatura española en la VII Feria del Libro de Budapest, que concluyó ayer, fueron invitados Julio Llamazares, por su novela La lluvia amarilla, que acaba de traducirse al húngaro; Fernando Savater, por Ética para Amadorpróximamente traducida, y Fernando Martínez Lainez, autor de Praga, Viena, Budapest, el imperio enterrado. En el stand de España se presentaron sobre todo diccionarios, gramáticas, libros de arte y lo más destacado de la narrativa contemporánea. En una breve conferencia, Savater habló de la obsesión por las diferencias: "La filosofía es un intento de descubrir el legado de la humanidad y no atrincherarse en diferencias", dijo refiriéndose indirectamente a nacionalismos, y dejó caer otras frases que también gustaron a la audiencia, como: "El pensamiento filosófico es una reflexión sobre la alegría; la ética no es una obligación, sino un intento de conservar y compartir la alegría humana". El ensayista, gran aficionado a la hípica, prepara un nuevo libro titulado A caballo entre los milenios, y aprovechó su estancia en Budapest para visitar el hipódromo.

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En la feria, que reunió a 173 expositores en el centro de congresos, destacó como estrella nacional, una vez más, Peter Esterhazy, que acaba de publicar Harmonia caelestis, una visión del siglo XX a través de los enredos de la aristocrática familia del autor. De Sandor Marai, fallecido en California en 1989, se presentó una novela sobre la II Guerra Mundial. Desde la emigración, en señal de aversión contra el régimen comunista, el autor de El último encuentro había prohibido la publicación de la obra en su país natal, aunque siempre escribió en húngaro, un idioma que sólo hablan los 10 millones de habitantes de Hungría y otros tres millones esparcidos fuera.

La peculiaridad de esta lengua incomparable, cercana al finlandés y lejana de todos los idiomas europeos, exige que la traducción sea una tarea de alta creación artística. Hay entusiastas como Marta Patak que por pura pasión ejercen de agentes literarios sin afán de lucro. La traductora de griego, italiano y castellano descubrió para sí a Llamazares y Fernando Savater; fue ella quien los propuso a las editoriales y quien los traduce. "Al traducir te familiarizas con el texto original. Luego el texto te habla por sí solo como si escucharas las palabras. La lluvia amarilla me habló con la voz de mi abuelo, me identifiqué plenamente apenas lo leí". Por la traducción, que hizo de un tirón en cuatro meses, recibió 180.000 pesetas.

"Cuando me mostró la traducción supe que estaba ante una obra maestra, aunque fuese un riesgo por tratarse de un autor desconocido con un tema poco moderno", comentó Miklos Nagy, editor jefe de la editorial Europa, una empresa estatal que fue privatizada y comprada por los propios empleados después de la transición.

Martínez Lainez sostiene en El imperio enterrado que Hungría es un país de poetas como hay pocos, y recuerda que Attila Josyef, nacido en 1905, dijo que "la literatura húngara es un densa herida causada por esa sensación de abandono y soledad que lleva a los húngaros a sentirse sentados en el borde del universo". Además de poetas, Hungría es rica en lectores. Cada húngaro lee entre cuatro y cinco libros al año, algo nunca visto en otros países de Europa.

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