Una frontera difusa entre la prevención y la mejora
Alrededor de un 1% de los humanos son inmunes al sida gracias a un gen que impide que sus linfocitos capten el virus. Una vez que ese gen esté aislado y disponible para su uso, comercial o académico, ¿será posible evitar que cualquier pareja que disfrute de una economía holgada pague para que una clínica añada ese gen al embrión de su futuro hijo?Los gobiernos occidentales pueden decidir la prohibición de esas prácticas, pero visto que la técnica estará al alcance de cualquier laboratorio, ¿habrá policía suficiente como para evitar que las clínicas privadas, o las pequeñas empresas de biotecnología, satisfagan la demanda de las parejas a cambio de unas sumas previsiblemente abultadas?
En el caso del sida, la modificación genética tendría por objeto prevenir una enfermedad. Pero, una vez que la técnica esté a punto para eso, es difícil imaginar cómo se podrá evitar que se use para otros fines más polémicos aún: para aumentar la memoria, la altura o la fuerza física de la prole. La frontera que separa la prevención sanitaria de la simple mejora genética es sumamente difusa.
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