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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los niños de Videla

EL EX general argentino Jorge Videla ha vuelto a la cárcel. A sus 72 años se las tiene que ver de nuevo con su tenebroso pasado. Esta vez, por el caso de cinco niños de padres desaparecidos de los que se falsearon sus actas de nacimiento para entregarlos a otras familias. Sentenciado en su día por asesinatos, torturas y secuestros, el presidente de la primera Junta Militar argentina tras el golpe de 1976 nunca se arrepintió de sus actos. Ni siquiera tras el indulto con el que Menem le sacó de la cárcel en 1990, después de haber cumplido seis años de la condena impuesta por el tribunal que juzgó a los integrantes de las juntas militares. Menem intentó pacificar el país en la estela de las leyes de punto final y de obediencia debida, después de varias asonadas, y enterrar los años oscuros. Videla se sentía a salvo. Pero el pasado acaba regresando.El juez federal Roberto Marquevich, que ordenó el martes por sorpresa la detención de Videla, considera que no ha prescrito el crimen de lesa humanidad que imputa a Videla, y que podría llevar a procesar a otros antiguos jefes militares, incluido el ex almirante Massera. De hecho, las citadas leyes de punto final excluyeron el perdón de los delitos cometidos contra menores. Por paradójico que pueda parecer, han prescrito los asesinatos de los padres -entre 10.000 y 30.000, según las diversas estimaciones-, pero no el secuestro de sus hijos. Aunque se trate en este caso de un hecho ocurrido en 1975, antes del golpe militar, cuando Videla era comandante en jefe del Ejército de Tierra.

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Hay decenas de otras causas similares abiertas cuya llama mantienen viva las Abuelas de la Plaza de Mayo. Los niños de entonces, hoy adultos, han debido descubrir con horror no sólo que los que creían sus padres no lo eran, sino que éstos habían colaborado en no pocos casos en el asesinato de sus auténticos progenitores.

La detención de Videla ha vuelto a poner en primer plano el destino de esos niños, que en alguna ocasión nacían clandestinamente en el siniestro hospital y centro de detención de Campo de Mayo, donde eran arrebatados a sus madres -que engrosaban luego la lista de desaparecidos- y entregados a otras familias falsificando sus partidas de nacimiento. En el centro de la causa que afecta a Videla se encuentran el ex comandante Bianco y su mujer, que inscribió a los recién nacidos como hijos propios. Fueron detenidos y entregados a la justicia argentina en los últimos meses, tras haber huido a Paraguay.

Cualquiera que sea la evolución judicial de este caso para Videla y otros posibles encausados, Argentina ha vivido en el espejismo, en el que han caído también otros países, de creer que se puede borrar la memoria histórica por ley. Los países, naturalmente, siguen rutas propias en sus procesos de transición a la democracia, y no se trata de dar lecciones a nadie. Pero si se quiere ajustar la sanción penal a la sanción moral, la palabra la tiene la justicia, que ha encontrado un resquicio para combatir una tremenda injusticia histórica. Tras la detención de Videla ha habido un dato tranquilizador que refleja el cambio de Argentina: no se ha oído ruido de sables. ¡Enhorabuena! Por lo uno, y por lo otro.

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