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Los rebeldes zaireños permiten la entrada de ayuda humanitaria en Goma, pero la bloquean en Bukavu

Alfonso Armada

Los banyamulenges (rebeldes tutsis zaireflos) permitieron ayer a varias 'organizaciones humanitarias llevar alimentos y medicinas a Goma (capital de Kivu Norte), nueve días después de que los combates y el saqueo les obligaran a refugiarse en Cyangugu (Ruanda). Pero 100 kilómetros lago Kivu abajo, los rebeldes impidieron que dos camiones con comida y tiendas de campaña entraran en Bukavu (capital de Kivu Sur). Nfientras, en el campo de refugiados de Bugobe, en los arrabales de esa ciudad, se procedía a la exhumación de los restos de los aristas españoles asesinados.

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Ferza tiene 15 años y el brazo derecho reventado por un balazo. Acaba de cruzar a pie el puente de hierro y madera que salva el curso del Rusizi, que separa Bukavu (Zaire) de Cyangugu (Ruanda) y enlaza el lago Kivu, con el Tanganika. Ella es una afortunada. Dos miembros de Médicos sin Fronteras (MSF) la atendieron en seguida y no perderá el brazo. Pero otros miles, muchos agonizando, no van a poder recibir, de momento, la más mínima ayuda. La frustración era palpable ayer en la orilla ruandesa del lago Kivu. Mientras del otro extremo de esta bellísima reserva de agua dulce entre volcanes, seis organizaciones no gubernamentales (belgas y francesas excluidas) llevaban las primeras raciones de comida y medicinas a los habitantes de Goma, los dos camiones de MSF con alimentos y tiendas de campaña, plásticos e hipoclorito (para purificar el agua) se embarraban en un laberinto burocrático. Trabajadores humanitarios, zaireños que querían volver a casa y periodistas discutían inútilmente con los dos responsables enviados por el gobierno rebelde. Los médicos y los trabajadores humanitarios han comenzado a maldecir: contra los esquivos funcionarios aduaneros de Ruanda y contra los banyamulenges, pero sobre todo contra las Naciones Unidas y la comunidad internacional. El Consejo de Seguridad se ha dado un insólito plazo de 10 días para configurar la fuerza intemacional, en la que España, uno de los pocos países que ha acogido con entusiasmo la idea, podría tener algún mando operativo. Emma Bonino, la comisaria europea de Asuntos Humanitarios, negocia en Kigali. Un enviado del Gobierno irlandés negocia en Kinshasa, la capital zaireña, mientras en Etiopía los países de la Organización para la Unidad Africana (OUA), reunidos en sesión de emergencia, mostraron su disposición a nutrir con tropas propias la fuerza que debe garantizar los pasillos humanitarios para acceder a los refugiados. "Diez días", comenta con sarcasmo Hipólito Agüera, enfermero de MSF, un plazo que la Unión Europea cree demasiado dilatado para poder llegar a tiempo de salvar a decenas de miles de refugiados. Un millón ha abandonado los campos enquistados al este de Zaire desde hace más de dos años y controlados por los responsables del genocidio ruandés de 1994. La estrategia de las organizaciones humanitarias es clara: poner primero un pie en territorio controlado por los rebeldes zaireños y luego intentar buscar a los refugiados. "Las copiosas lluvias del domingo sembraron el cólera. El sol del lunes lo extenderá", anuncia Hipólito Agüera, haciendo un involuntario favor a su apellido. "Si tardamos mucho en llegar, el horror será insoportable". Mientras, el embajador de España en Tanzania, José Sanz Pastor, permanecía en Kigali negociando con el Gobierno de Ruanda la repatriación de los cadáveres de los religiosos asesinados. Según un comunicado emitido por la Curia Generalicia de los Hermanos Maristas en Roma, ayer se iniciaron los trabajos de exhumación de los restos. En España, se vivían con angustia lo que parecen ser las últimas horas de incertidumbre sobre la identidad de los fallecidos. Los familiares de los cuatro maristas, que se encargaban de la educación de los casi 40.000 refugiados en el campo de Bugobe, esperaban ansiosos noticias sobre la identificación de los cadáveres y el número definitivo de éstos. La fosa común podría albergar los cuerpos de los cuatro hermanos, puesto que sigue sin saberse nada de Julio Rodríguez, el que supuestamente logró huir. De confirmarse las últimas versiones de que fueron muertos a machetazos, la identificación no sería fácil. Lance Clarke, coordinador de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, anunció, en medio de la noche de la frontera, que habían logrado llegar a un acuerdo de principio con los rebeldes zaireños para evaluar las necesidades de la población de Bukavu. y permitir, tal vez desde hoy mismo, la entrada de las organizaciones humanitarias.

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