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TERROR EN EL CAÚCASO

Una cumbre semiclandestina

Antonio Caño

La Administración norteamericana hizo todo lo posible para que la cumbre de ayer entre el presidente Bill Clinton y su homólogo ruso, Borís Yeltsin, fuera la de más bajo perfil de cuantas se recuerdan. Sin duda la razón de ello es la resistencia de Estados Unidos a aceptar la política de Yeltsin en Chechenia.Funcionarios norteamericanos ni siquiera han querido llamarla cumbre, sino una simple reunión de seguimiento de la que el mes pasado se celebró en Moscú. La suspensión de la conferencia de prensa que Clinton tenía anunciada para después de la entrevista con Yeltsin podría estar relacionada con ese mismo propósito. Cuando Clinton y Yeltsin se reunieron en la última cumbre del Grupo de los Siete, en Nápoles, ambos participaron después en una conferencia de prensa conjunta.

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Un portavoz norteamericano declaró ayer que Clinton planteó ante Yeltsin el problema de Chechenia "en términos similares a como lo había hecho en Moscú, es decir, mostrando su preocupación por la continuación de la violencia y abogando por una solución política tan pronto como sea posible". El presidente de EE UU, como antes habían hecho otros líderes del G-7, mostró su solidaridad con Yeltsin respecto a la toma de rehenes por comandos chechenos en la ciudad de Budiónnovsk. En presencia del líder ruso, Clinton dijo que nada puede justificar el acto inadmisible de tomar rehenes, " pero antes o después, mejor antes que después, una democracia tiene que ser capaz de encontrar ,una solución política".

Su relación con Yeltsin se convierte cada día más en un dolor de cabeza para Clinton. Ayer mismo, el líder ruso se presentó a la cita con síntomas que evidenciaban sus problemas con el alcohol. Con un Congreso controlado por los republicanos, que presiona en favor de una política más dura frente a Rusia y su presidente, Chechenia es uno de los principales argumentos para rechazar la amistad que Clinton ha tratado de mantener con Yeltsin. Ya tras la última cumbre de Moscú, fue criticado por la prensa y la oposición por no haber sido enérgico en la condena de la actuación militar rusa.

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