De Darwin, a la 'deriva genética'
Luigi Cavalli-Sforza empezó sus investigaciones genéticas en bacterias nada más graduarse como médico en la Universidad de Pavía (1944). En los años cincuenta estudió las poblaciones del valle de Parma, en el norte de Italia. Descubrió que, cuanto más pequeña era la población, mayor era la variación entre familias, porque el número reducido de individuos exageraba el impacto de las variaciones genéticas al azar; en este caso, el albinismo, las deficiencias mentales y la sordomudez. Ese estudio fue uno de los primeros que documentaba la deriva genética, que no tiene nada que ver con la ley darwinista de la selección natural o la supervivencia del más apto. Descubrió que ciertos cambios, sencillamente, acontecen."No es que Darwin estuviese equivocado; es que había algo más", dice Cavall-iSforza. "Motoo Kimura lo denomina supervivencia del más afortunado, y cree que la deriva genética es una fuerza tan importante en la evolución como la selección natural". Kimura trabaja en el Instituto Nacional de Genética de Japón.
En los años sesenta, Cavalli-Sforza empezó a trabajar, con Anthony Edwards, en un método para manejar y analizar los datos sobre variaciones genéticas. Así, se puede aislar la variación y medir con precisión la distancia genética que separa a dos poblaciones. Para aquel estudio inicial, tomaron muestras de 15 poblaciones, tres en cada continente (Australia, Europa, Asia, América del Norte y del Sur) para los cinco grandes grupos sanguíneos.
'Microsatélites'
Hasta hace 10 años, el investigador italiano y sus colegas no empezaron a utilizar marcadores de ADN para medir la cantidad de variación genética heredada. Uno de los marcadores más útiles lo forman cortos fragmentos repetidos llamados microsatélites, que están en cada cromosoma. Estos microsatélites, cuya función se desconoce, son tan variables que sirven como huellas para identificar individuos.Un estudio aún inacabado de Cavalli-Sforza y Anne M. Bowcock, que han analizado 30 microsatélites diferentes en 148 individuos de todo el mundo, muestra que el 87% de las personas pueden ser identificadas con su lugar de origen sólo atendiendo a la longitud de cortas secuencias de nucleótidos, las unidades químicas que forman el ADN. En el caso de las poblaciones del Pacífico, los microsatélites indican de qué grupo de islas proceden.
El Instituto de Patología de las Fuerzas Armadas estadounidenses desarrolla sistemas que utilizan alrededor de una docena de microsatélites para identificar soldados muertos en combate mediante el registro del ADN.
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