La 'pesadilla Gorbachov'
La visita del presidente soviético a Berlín Este coincide con una ola de conflictividad
La vertiginosa escalada de la conflictividad en la República Democrática Alemana (RDA) en víspera de la llegada a Berlín Este de Mijail Gorbachov ha convertido ya el 40º aniversario de la existencia del Estado comunista alemán, que se celebra el sábado, en una pesadilla para el régimen presidido por el anciano Erich Honecker.El máximo dirigente soviético llega a la RDA en un momento de profunda agitación social y política, en la que no pocos ven ya paralelismos con el Pekín que visitó en vísperas del trágico 4 de junio en la plaza de Tiananmen. La gerontocracia de Honecker no alcanza a ver más que enemigos entre los ciudadanos que se niegan a seguirla con sumisión por las catacumbas ideológicas del comunismo trasnochado.
Las cerca de 50.000 personas que han huido en las últimas semanas son sólo "traidores" y "equivocados". Los que quieren quedarse e incorporar a la RDA al proyecto democratizador emprendido en países como la propia URSS, Polonia o Hungría son "fuerzas antisocialistas".
En medios políticos de Bonn, pero también en las capitales de países socialistas aliados de la RDA, se teme que el pánico del régimen y la creciente decisiónde la población a no dejarse intimidar puedan desembocar en violencia. Las milicias populares, una fuerza paramilitar dependiente del partido comunista, llevan meses entrenándose para reprimir manifestaciones.
La tercera gran crisis
La fecha del 7 de octubre, que aún hace pocas semanas las autoridades comunistas esperaban celebrar solemnemente como un gran acto de demostración de fuerza y confianza en el Estado, pasará a la historia corno el símbolo de la tercera gran crisis del segundo Estado alemán, tras el 17 de junio de 1953, con su levantamiento popular, y el 13 de agosto, con la construcción del muro de Berlín.Desarbolado en su autoridad por las masivas fugas de sus ciudadanos, incapacitado para la gestión de esta crisis por la parálisis ideológica de su anciana dirección y cada vez mas aislado entre sus aliados en la comunidad socialista, el régimen de Honecker se enfrenta estos días a las mayores protestas populares desde que los carros de combate soviéticos aplastaron las protestas hace 36 años. El cierre de su frontera con Checoslovaquia en la noche del lunes frenará laconstante llegada al palacio de Lobkowicz, en Praga, de miles de familias decididas a huir. Sin embargo, el conflicto de los refugiados, con toda su espectacularidad y sus graves consecuencias para la economía, ha pasado ya a ser un elemento marginal en la profunda crisis de poder y legitimidad en la RDA.
Hace unos meses eran unas 200 personas las que acudían los lunes a la iglesia de San Nicolás en Leipzig a las oraciones por la paz, en las que invariablemente se piden reformas democratizadoras y libertades. El lunes pasado fueron cerca de 20.000. Gritaban "Libertad, igualdad, fraternidad", "Gorby, Gorby" y "Jamás una nueva China", en referencia a la sangrienta represión de las manifestaciones en Pekín, que con tanto entusiasmo aplaudió el régimen de Berlín Este. Pero Centroeuropa no es China, y en Occidente, como entre los aliados de la RDA y también en el seno del partido de Honecker, son muchos los que saben que Berlín Este no puede ganar por las armas una paralización de las demandas de cambio.
Más de nueve millones de alemanes orientales viajaban anualmente a Checoslovaquia, el único país extranjero que les estaba totalmente abierto hasta el pasado lunes. En la frontera con Polonia, las fuerzas fronterizas de la RDA han reforzado sus patrullas y controles. Hungría es oficialmente ya un "Estado traidor" para la RDA, y sólo por Checoslovaquia y Hungría podían viajar en tránsito hacia Rumanía y Bulgarla los alemanes orientales.
Ni el más irredento estalinista puede creer en Berlín Este que la RDA sobreviviría en una albanización autoimpuesta. Europa necesita estabilidad en su corazón, y excepto Honecker y la facción dura prusiano-comunista, nadie cree ya que la política actual de Berlín pueda garantizarla ni siquiera semanas. A Gorbachov le será difícil convencer a sus camaradas alemanes.
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