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El matemático azar del premio

Es difícil juzgar literatura en castellano, catalán, vasco y gallego

En la media docena de premios de literatura que concede el Estado explica José María Merino, director del Centro de las Letras Españolas, todavía no ha sido resuelta por completo la ecuación que ha de distribuir con justicia calidad, dispersión geográfica, volúmenes de producción editorial y, sobre todo, la literatura de los cuatro idiomas españoles. Además, dice un crítico, no siempre las ideas del jurado coinciden con las de la comisión de expertos que propone a los finalistas, y de todas formas la estructura de ambos grupos, que se pretende sea variada, determina la elección final. Se elige "el máximo común denominador", dice el crítico, nunca el "mínimo común múltiplo".

El Estado convoca en España los premios nacionales de Narrativa, Poesía, Ensayo, Historia y Traducción, dotados con 2,5 millones de pesetas cada uno, y que recompensan a un autor por un libro determinado; el de las Letras Españolas, dotado con 5 millones, destinado a premiar la obra de toda una vida, y el Cervantes, con 10 millones, que abarca a todos los escritores en castellano, en cuyo juicio participan por turnos académicos latinoamericanos, y que pretende una resonancia internacional. Cierto complejo de inferioridad latina le suele motejar como "el Nobel de las letras españolas". Los premios estatales tienen características distintas de los convocados por las editoriales -Planeta, Nadal, Plaza y Janés, entre otras-, más condicionados por la moda y el mercado; de los concedidos por la Fundación Príncipe de Asturias -uno de ellos de literatura-; y del premio de la Crítica, sin dotación económica. En los últimos dos años ha sido el mismo que el nacional de Narrativa, éste concedido después, y hay quien se felicita por ello y hay a quien no le gusta: el jurado de la Crítica, dicen éstos, no debiera tener mentalidad de nacional de Literatura, premio en principio dirigido a un público más amplio, y debiera apostar más por el riesgo.Con los años, en los medios literarios españoles se ha ido instalando la idea, en lo que a estricta narrativa se refiere, de que los premios nacionales recompen san a los jóvenes; que el de las Letras es más bien autonómico, y que el Cervantes se distribuye a partes iguales entre los escritores españoles y los latinoamericanos, en bloque, hasta el punto de que en las quinielas previas al fallo se suele decir: "Este año toca español", o "latino americano", según; se han producido excepciones. José María Merino niega tajantemente estas etiquetas.

El síndrome de jurado

El procedimiento para elegir a los premios nacionales y al de las letras españolas es muy parecido: sendas comisiones de especialistas que pretenden abarcar un amplio espectro de la sociedad de las letras se reúnen y establecen una lista de candidatos, que suele oscilar, en narrativa, entre cinco nombres, cuando es restrictiva como este año, y la docena. Quizá la única recomendación que hace Cultura, según dicen varios especialistas, es que se procure establecer una lista amplia.

En los primeros días de junio, en coincidencia con la Feria del Libro, y después de que las comisiones hayan establecido listas de candidatos, sendos jurados que también se pretende sean amplios y variados eligen en días sucesivos los premios nacionales de Traducción e Historia; los tres de literatura pura: Narrativa, Poesía y Ensayo (tres comisiones de expertos para un solo jurado), y el de las Letras Españolas.

En este punto se plantea el primero de los problemas reconocidos como tales por Cultura: el jurado puede incluir en sus debates obras o escritores no seleccionados por la comisión de expertos. Hasta el momento no se ha producido el caso de que el jurado elija a un candidato no propuesto por la comisión, pero podría haberse dado. "Me temo que la comisión tiene un poco síndrome de jurado", dice Merino. El poeta Carlos Bousoño, designado este año para juzgar, comentó el día del fallo que si la comisión pudiera cerrar la lista de candidatos, sería en realidad el jurado. Ocurre que Cultura busca para las comisiones seleccionadoras a especialistas que podrían participar de ambos grupos.

No parecen existir muchas diferencias entre expertos y jurados. A algunos expertos no parece gustarles realizar un trabajo negro de desbrozamiento. Algunas personas han desempeñado ambas funciones en años distintos. En el último lustro, 134 personas han sido miembros de las comisiones, más numerosas, y 63, de los jurados. Expertos y jurados cobran una dieta de 30.000 pesetas.

A la vista de que sus juicios no son definitivos, algunos especialistas seleccionadores se han preguntado sobre la necesidad de que existan los dos grupos. "La posible fusión de ambos es algo a estudiar", reconoce Merino.

Cuatro idiomas aislados

El año pasado sobraron, por falta de demanda, 15 millones de pesetas destinadas por el Estado a ayudas a la traducción dentro de España, lo que no es más que un síntoma del aislamiento que viven entre sí los idiomas españoles. Y en cierto modo tampoco se salva el castellano. La obra Passeig d'aniversari, de Joan Vinyoli, que ganó el Premio Nacional de Literatura en 1985, no ha sido traducida aún del catalán. No son suficientes algunas iniciativas como, por ejemplo, ciertas ediciones bilingües que ha comenzado a publicar la editorial Visor en unión del Centro de las Letras Españolas.Los premios nacionales y el de las letras españolas juzgan sobre obra escrita en castellano, catalán, vasco y gallego, lo que provoca la principal dificultad: salvo excepciones, ni los expertos de las comisiones seleccionadoras ni los jurados hablan los cuatro idiomas; por lo general sólo entienden algún otro, y es muy dificil que puedan juzgar. En las comisiones y en los jurados están siempre representados los idiomas minoritarios y los demás jurados se suelen fiar de los criterios de estos representantes. Pero como dijo el vasco Pello Salaburu en el último Premio Nacional de Literatura, se puede dar el caso de que cierto poeta euskaldún merezca el premio y que el representante vasco se vea obligado a explicar sus virtudes a los demás miembros del jurado que no leen euskera. En tal caso sería muy difícil que le premiaran.

Algunos proponen la utopía de que los jurados dominen los cuatro idiomas. Otros recomiendan que las obras candidatas se traduzcan en el año y que estos premios se fallen más tarde. Algo parecido a una solución estribaría en que las obras buenas en los cuatro idiomas fuesen traducidas habitualmente nada más salir y formasen también parte de las temporadas literarias en las otras comunidades.

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