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La 'contra' acepta negociar en Managua

Antonio Caño

La contra accedió finalmente a viajar a Managua para participar en la que se anticipaba como una decisiva ronda de negociaciones con el Gobierno nicaragüense. El propósito de esta reunión, cuyo comienzo estaba previsto para anoche (madrugada de hoy en España), es conseguir un acuerdo que permita un alto el fuego definitivo en la guerra que sandinistas y rebeldes libran desde hace siete años y que ha costado más de 50.000 vidas.

La delegación de Resistencia Nicaragüense, presidida en esta ocasión por Alfredo César -en las tres rondas anteriores lo fue por Adolfo Calero-, e integrada por los demás miembros del directorio de la organización, era esperada en Managua anoche. Se le suponía portadora de un proyecto de acuerdo, según se anunció en Washington, que incluye la aceptación de entregar las armas el próximo mes de septiembre si para esa fecha se han aplicado en Nicaragua la totalidad de las medidas democratizadoras exigidas por Esquipulas 2, incluida la de elecciones libres.La contra ha anunciado también que acepta la propuesta sandinista de que sea la Fundación Panamericana, una asociación privada ligada a la Organización de Estados Americanos (OEA), la que distribuya los 17 millones de dólares de ayuda humanitaria concedidos a RN por el Gobierno de Estados Unidos.

Una ola de optimismo ha sustituido al pesimismo, que, hasta las últimas horas, hizo dudar de que la reunión se llevara a cabo. El diario opositor La Prensa, que suele coincidir en muchos de sus planteamientos con la contra, afirmaba ayer en un editorial que "la paz está por venir; la democracia, que por siglos ha estado ausente de Nicaragua, comienza a vislumbrarse".

Este súbito cambio de actitud se produjo en la noche del martes, después de que todos los miembros del directorio de RN se reuniesen en Washington con el secretario de Estado norteamericano, George Shultz, y el secretario adjunto para Asuntos Interamericanos, Elliot Abrams. La contra entró a esa reunión insistiendo en que las conversaciones tendrían que ser en Sapoá (en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua) y salió aceptando la sede de Managua.

El hecho de que Shultz encontrase, en vísperas de su viaje a Finlandia y Moscú, un hueco en su agenda para hablar con los dirigentes de RN demuestra el interés norteamericano por tener bajo control la marcha de las conversaciones de Managua.

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Salta a la vista que Estados Unidos está recomendando a la contra en estos momentos moderación y habilidad para no aparecer ante la opinión pública como los responsables de la ruptura de la actual posibilidad de paz. Yendo rnás lejos, algunos observadores creen que Ronald Reagan no quiere que Mijail Gorbachov le acuse en su próxima cumbre de intransigencia con Nicaragua. Y yendo aún más lejos, se puede vislumbrar una nueva política de Estados Unidos hacia este país en la que predomine el ángulo político sobre el militar.

La contra llega a Managua, además, debilitada por las divisiones internas, precariamente resueltas la pasada semana con la confirmación de Enrique Bermúdez como jefe militar y la derrota de Adolfo Calero, de quien se comenta que incluso podría no formar parte de la delegación.

El único punto débil de lo sandinistas es su imperiosa necesidad de llegar a un acuerdo. Acuciado por una situación económica insostenible y presionado por sus aliados del bloque socialista y por Europa occidental, el Gobierno está dispuesto a hacer concesiones importantes.

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