_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Soldados perdidos en el Sur

LA NUEVA rebelión de Aldo Rico, saldada con rapidez, energía y poca sangre, recuerda la inestabilidad institucional de una república como la Argentina, en gran medida condicionada por su pasado militar. Casi es una sutileza escribir que las fuerzas armadas argentinas se envilecieron durante la dictadura militar de 1976-1983. Todo aquello es historia reciente y más o menos juzgada; pero lo que permanece es la quiebra moral, la abyección, de la sociedad militar argentina.De tanto desastre doblado en vileza salieron con la cadena de mando quebrada, perdido su prestigio social y hasta el histórico, y feliz y públicamente tenidos por ladrones y asesinos. La vieja guardia de las juntas militares -Videla, Viola, Galtieri y sus camaradas- terminó en penales castrenses por sus crímenes. Nadie o casi nadie levanta la bandera de su innombrable memoria. La excepción es un reducido grupo de jefes y oficiales fundamentalistas, encabezados por el coronel Seineldin, alejado en la agregaduría militar de Panamá, que reivindica la dictadura, a la que acaso sólo reprocha que fuera demasiado tolerante y amable en su metodología del terror. Otra corriente militar es la iluminada por un fanático como Aldo Rico, que pretende reivindicar el honor del Ejército, pasando por encima de todos los horrores probados y documentados, pero con la diferencia de que nada quiere saber de las viejas juntas militares y de que predica la nueva de que los oficiales medios fueron utilizados y engañados por sus mandos tanto durante la represión como durante la guerra en las Malvinas. Finalmente, la mayoría de los jefes superiores, como el actual titular del Estado Mayor del arma, José Dante Caridi, busca recomponer la cadena de mando, restablecer la disciplina perdida, rescatar al Ejército del asambleísmo y esperar tiempos mejores.

En esta ocasión, la enésima asonada se ha resuelto con energía. Caridi se ha impuesto a la línea Rico, y parece que la cúpula militar del Ejército de Tierra ha tirado al fin de las riendas. Bien es cierto que este empecinado ex teniente coronel sólo encontró apoyos entre las tropas que sublevó directamente y entre jefes y oficiales de guarniciones del Sur, allí destinados para alejarles de la capital federal, y que se tienen a sí mismos, en recuerdo de Franco, como el ejército de África. Hay que destacar la pasividad del III Cuerpo de Ejército, acantonado en Córdoba, el mayor nido de golpistas de los infantes argentinos.

Cabe preguntarse por una hipotética debilidad en estos cuatro años de democracia tan difícilmente recuperada de parte del Gobierno radical de Raúl Alfonsín. Pero ¿puede tenerse por débil al hombre que ordenó procesar a tres ex presidentes militares de su país? Acaso quepa reprochar a su Administración no haber recordado a tiempo el descubrimiento de Clemenceau de que la justicia militar tiene tanto que ver con la justicia como la música militar con la música. Debe sumarse en el haber de Alfonsín el resistirse a anegar todas estas tensiones militares en un baño de sangre que aún podrían implicar una guerra civil en Argentina.

El caso es que unos soldados perdidos en el Sur continúan poniendo en precario a la civilidad recuperada en la gran república austral. Y seguirán intentándolo. La debilidad del Gobierno radical, la pérdida de su mayoría absoluta y de sus proyectos de futuro -reforma constitucional, traslado de la capital a la Patagonia-, la enervante crisis económica, la proximidad de las elecciones generales de 1989 propiciarán, si Dios y San Martín no lo remedian, otros plantes y nuevas asonadas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_