Demonios argentinos

La victoria personal conseguida por el presidente Raúl Alfonsín frente a la rebelión desencadenada por los militares no parece tan fulgurante como podría suponerse. Tras cuatro días de extrema tensión, la fiesta de la democracia conserva un gusto amargo.Las negociaciones con respecto a los procesos en curso contra 450 militares y policías no son bien conocidas. Pero ya el fiscal general ha hecho saber que se pronunciaría "próximamente sobre la cuestión de la obediencia debida. Una interpretación favorable a los militares permitiría exculpar a la mayoría de los acusados. Así, resultaría cuando menos paradójico que, mediante la rebelión, los mandos intermedios hayan conseguido para sus camaradas la absolución gracias al reconocimiento precisamente de la obediencia debida.

De hecho, el presidente Alfonsín se ha dado cuenta una vez más de lo difícil que resulta la reconciliación entre el pueblo y el Ejército. Por querer mantenerse siempre en una línea intermedia entre los procesos generalizados y la amnistía total, el jefe del Estado ha sembrado el descontento en todas partes. Las madres de la plaza de Mayo siguen exigiendo el juicio de quienes cometieron atrocidades, mientras los militares intentan huir de su pasado.

¿Bastarán la espectacular movilización del pueblo y las concesiones hechas a los militares para establecer de forma duradera la democracia en un país en el que cuesta liquidar los viejos demonios?

22 de abril