Fascismo, derrotas y residuos
Si digo "Tejero" me parece que la cosa se aclara. A fin de cuentas, el estilo es el hombre al cual uno se dirige; o, si se prefiere, el ademán que todo estilo presupone debe coincidir con el público al que uno apela y del que, desea su comprensión, En este caso, el español.Pues bien, lo acontecido entre el miércoles 15 de abril y el. Domingo de Pascua en Buenos Aires sólo se entiende, en mi criterio, si al mayor Ernesto Guillermo Barreiro se lo inscribe en una situación análoga a la que, en 1981, padeció España con el teniente coronel Antonio Tejero. Las diferencias son notorias. Obviamente. Pero lo que me interesa ahora son los parentescos: "Peligroso un fascista", enunciaba en clase mi antiguo maestro Claudio Sánchez Albornoz, "aunque mucho más si se ha -quedado con la sangre en el ojo".
Y son las derrotas padecidas por los fascistas las que logran superponer, de manera exasperada, a ese líquido inquietante con el espacio ocular.. "Se les produce una especie de cortocircuito", concluía el autor de La España musulmana, insinuando un guiño.
Correlativamente, ¿qué derrotas sufrieron el vehemente Tejero y el módico Barreiro? Los lectores de EL PAÍS se saben de,memoria qué pudo sentir aquel fascista español, después de la muerte de Franco, como derrota, humillación o agravio; los desabrimientos de Barreiro se inauguraron, como es notorio, luego de la campaña del Ejército argentino en las Malvinas: en esas islas, a mediados de 1982, el triunfalismo castrense sufrió el resultado de su inepcia y de su grandilocuencia.
"Los militares argentinos se creyeron D'Annunzio en la campaña al Fiume", me escribió entonces Julio Cortázar, .pero en su revés de trama descubrieron a Bertoldo, el grotesco o, peor aún, a los extremos más desdichados del sainete de la calle Corrientes".
Primera derrota de los fascistas argentinos. Pero el mayor Barreiro se obstinó en demostrar en aquella circunstancia que el fracaso en el Atlántico sur había que atribuirlo, de manera prioritaria,, a la traición de Estados Unidos. "O a un compló internacional", repitió tercamente en vez de cuestionar los gestos de miles gloriosus que definieron la estrategia encabezada por el general Leopoldo Galtieri y su canciller Nicanor Costa Méndez.
La segunda derrota
La segunda derrota de los fascistas argentinos al estilo del mayor Barreiro se produjo con las elecciones de octubre de 1983: ese diminuto grupo de extrema derecha no sólo creyó que el electbrado argentino se, definía por el inmovilismo o por un gesto repetido hasta la ritualización, sino que tampoco supo evaluar los desplazamientos sociales provocados por la dictadura a lo largo del período que va de la caída de Isabel Perón al triunfo de Raúl Alfonsín. No ya que la figura del supuesto líder Herminio Iglesias era el residuo más importante (y visible, desde ya) del populismo inaugurado por Juan Domingo Perón en 1946, sino que el proceso de terciarización, entendido como ampliaciones y predominios numéricos de la clase media, era lo que empezaba a definir a la Argentina actual. Va de suyo que con sus correlatos desde la modernidad a la laicización pasando por el más explícito antiautoritarismo.
¿Hay una tercera derrota de los fascistas argentinos? Sí; y no se me olvida. Entre otras tazones porque es la que al mayor Barreiro y a otros como él le parece la más importante: el proceso judicial al que han sido sometidos los miembros de las juntas militares que dominaron la Argentina de marzo de 1976 a diciembre de 1983. Procese que no sólo ha condenado a los jefes de mayor graduación, sine que amaga con sus sanciones a los militares que pretenden ampararse en la llamada "obediencia debida".
Presunta figura jurídica que, apelando indirectamente a fueros y a una extraterritorialidad favorable a mayores, capitanes, tenientes y sargentos, pretende diluir responsabilidades de torturas, interrogatorios inquisitoriales, procedimientos dignos de campos nazis de concentración y otras aberraciones. "No hice más que cumplir órdenes", argumenta el mayor Barreiro. Y agrega: "órdenes cumplidas que se ejecutaban contra los subversivos". Y como los subversivos -concluye Barreiros- eran marxistas, su eliminación se justifica en su solo enunciado.
Hasta aquí las derrotas de los fascistas argentinos.
Pero las denuncias acumuladas en los volúmenes titulados Nunca más y las acusaciones formuladas categóricamente por Ernesto Sábato contradicen los razonamientos del mayor Barreiro y de su grupo. Y mucho más las fundamentaciones del fiscal Strassera y del juez D'Alessio.
La sublevación de Barreiro
De ahí que Strassera y el poder judicial argentino, en última instancia, hayan sido vistos por Barreiro y por el grupo de militares del cual Barreiro es su emergente, como los mayores responsables de sus derrotas. Contra esos emblemas se sublevan. Y esos símbolos son los objetivos que pretenden descalificar, tergiversar o acallar. Incluso con atentados personales como ya se vio, o con. cuartelazos como el que se acaba de producir.
La sublevación del mayor Barreiro, surgida entre el Miércoles de Ceniza y el Sábado de Gloria, debe inscribirse, entonces, para su mejor comprensión en ese contexto.
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