Pinochet, el dictador atrincherado en La Moneda
ENVIADO ESPECIAL
"Pinochet dejó de gobernar en 1982, cuando acabó el boom económico y se vino abajo su modelo político. Hoy carece de todo proyecto, incluso de ese proyecto de sociedad aristocrática, autoritaria, de derechas, con el que llegó al poder", afirma Orlando Saénz.Con el apoyo, hasta ahora inquebrantable, del Ejército, el dictador se limita a resistir consciente de que, mientras pueda seguir manejando el arma de la represión, para derrocarle será necesario poner al país al borde de la guerra civil. Pinochet puede conceder ya muy pocas parcelas de satisfacción. Su política encuentra apenas respaldo en un sector de la oligarquía que goza de todos los privilegios, incluido el de haber sacado del país entre 5.000 millones y 10.000 millones de dólares, y teme el desorden que pueda suponer su caída. EE UU se ha pasado, aunque con prudencia y plazos largos, al bando de los que buscan soluciones de recambio a la dictadura. Sin embargo, la oposición no encuentra el talón de Aquiles del general, el resquicio por el que debilitar el régimen militar.
Justificado en parte por el fracaso de la economía, el desprestigio del Gobierno es un hecho incuestionable. "Cada vez que se juntan 10 chilenos, empiezan a gritar: 'Se va a acabar, se va a acabar'", dice el sacerdote de uno de los barrios pobres que circundan Santiago. En los últimos días la policía ha detenido a decenas de niños de 13 y 14 años, estudiantes de bachillerato, que con su protesta contra la reducción de presupuestos de los institutos han desatado todo el potencial represor del régimen.
Uno de los estudiantes, Ronald Wood, murió por un disparo de la policía en una manifestación, y la esposa del presidente, Lucía Hiriart de Pinochet, comentó: "Le tocó a él como le podía haber tocado a otro, porque llega un momento en que las fuerzas del orden no pueden manejar esto solamente con un poco de agua".
Los transportistas, cuyas acciones resultaron tan importantes para la caída del régimen de Salvador Allende, han anunciado ahora su respaldo a la huelga general convocada para los días 2 y 3 de julio. Y también los comerciantes, que hasta hace muy poco eran considerados uno de los principales soportes del régimen.
Pero Pinochet resiste y todo indica que resistirá todavía algún tiempo. Orlando Sáenz, uno de los hombres que mejor le conoce, cree que "no va a salir del poder voluntariamente ni va a permitir el paso a una democracia", entre otras razones, "porque, por personalidad propia, no sería presidente constitucional ni sobreviviría en un régimen democrático. Pinochet no va a salir del poder si no es muerto".
Todos los intentos de diálogo con el Gobierno han fracasado, el más importante el reciente Acuerdo Nacional, firmado por la izquierda moderada, el centro y parte de la derecha que hasta hace poco apoyó a Pinochet. El acuerdo fue respaldado por la Iglesia, pero ignorado por el dictador.
La oposición sólo cuenta con la baza de las movilizaciones, pero eso es una baza limitada. El sociólogo Carlos Hunceus, que ha realizado varios estudios sobre tendencias políticas, considera muy diricil crear por medio de la movilización un clima de insubordinación general. Hunecus considera improbable una movilización superior a la de 1983 y cree que una mayoría de la población es partidaria de fórmulas de compromiso político. Se podría estimar que, aunque más de un 80% quiere la democracia, sólo un 30% está dispuesto a pedirla en la calle.
El presidente chileno sabe, en todo caso, que está en minoría, pero eso no es un factor que le inquiete. Su trabajo en los últimos años ha estado dirigido fundamentalmente a conseguir el respaldo de las Fuerzas Armadas. Hay signos actualmente de que sólo lo ha conseguido parcialmente. La Fuerza Aérea y el Cuerpo de Carabineros han dejado ver su deseo de alejarse del poder a la primera oportunidad. El comandante en jefe del Aire, general Fernando Matthei, ha expresado incluso públicamente que su arma quiere dejar la Junta Militar después de 1989, fecha marcada por el régimen para el inicio del cronograma de democratización. El Ejército del Aire se resistió a participar en los allanamientos de poblaciones realizados el pasado mes de mayo. Presionado hasta el máximo por Pinochet, el general Matthei accedió finalmente a ocupar un barrio situado muy cerca de una base aérea.
Durante la reunión parlamentaria internacional celebrada el 20 de mayo en Santiago aparecieron también diferencias entre Pinochet y el jefe del Cuerpo de Carabineros, el general Rodolfo Stange. Erróneamente informado de que los parlamentarios tenían previsto encabezar una marcha hacia el palacio de La Moneda para pedir su renuncia, Pinochet ordenó la movilización del Ejército, sometió a la ciudad al despliegue de fuerzas más espectacular que se recuerda y sitió literalmente a los parlamentarios en el hotel en el que llevaban a cabo sus trabajos.
Fidelidad del Ejército
Disconforme con el espectáculo y molesto por la usurpación de funciones de que había sido objeto como encargado del orden público, Stange abandonó Santiago y se fue de gira por Concepción a participar en actos benéficos convenientemente cubiertos por la televisión y la Prensa.Fuentes diplomáticas aseguran que Stange votaría en contra de una reelección de Pinochet, mientras que Matthei pondría, como mínimo, muchas objeciones. Otro integrante de la Junta Militar, el almirante José Toribio Merino, jefe de la Armada, el único que sobrevive de los primeros integrantes de lo que el régimen llama el poder legislativo, es un calco del pensamiento de Pinochet.
La Junta queda completa con el representante del Ejército de Tierra, el general Julio Canessa, designado personalmente por Pinochet. Por tanto, su posición a favor de éste no deja lugar a especulaciones. Pinochet cuenta por el momento con la fidelidad del arma de la que es comandante en jefe gracias sobre todo a su política de ascensos y al protagonismo concedido por el presidente a sus compañeros en la vida política del país.
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