La CGT ordenó que no se perturbara el juicio de los militares
MARTÍN PRIETO, La 21ª jornada de la vista oral del juicio de Buenos Aires se celebró normalmente, pese a la huelga general. Las seccionales judiciales de la Confederación General del Trabajo (CGT) ordenaron expresamente que el proceso no fuera interrumpido por la huelga, y de hecho, la del jueves fue la más larga sesión celebrada hasta ahora.
Ante la Cámara Federal de Apelaciones comparecieron testigos anónimos, profesionales, amas de casa, obreros, estudiantes, desaparecidos en los chupaderos Club Atlético, El Banco, Olimpo, Malvinas o Escuela de Mecánica de la Armada. Varios de ellos testificaron que habían comprobado personalmente la presencia del entonces coronel Camps y del general (prófugo) Suárez-Mason, así como de otros jefes del Ejército y la Marina en los pozos de detención ilegal y en las mismas sesiones de tortura.
Mientras las defensas parecen desmoronadas y ya apenas -sabiamente- formulan preguntas a los testigos, el fiscal Julio César Strassera continúa acumulando testimonios sobre la responsabilidad en el genocidio de altos jefes operativos de las fuerzas armadas, lo que anula la tesis -en cualquier caso atrabiliaría- de que los triunviros desconocían las acciones ilegales cometidas por debajo de su escalón de mando.
El patetismo en la jornada del jueves residió en la confirmación de que numerosos desaparecidos dados la vuelta fueron obligados a colaborar en la Administración e Intendencia de los chupaderos y en la aplicación de tormentos a otros detenidos: una reedición criolla de la figura del kapo de los campos de concentración hitlerianos.
El ingeniero Mario César Villani inicialmente se negó a colaborar, pero terminó accediendo al comprobar que la picana averiada provocaba mayores laceraciones y sufrimientos a los atormentados que bajo su funcionamiento normal.
El ingeniero Villani vio en sus sucesivos lugares de secuestro, y conversó con ellos, al coronel Camps y a los generales Suárez-Mason y Ricchieri y a los capitanes de navío Allara, Supisiche y D'Imperio. Suárez-Mason, conociendo su preparación técnica, llegó a consultarle sobre la forma de interferir emisiones televisadas con fines de propaganda.
Villani relató cómo en 1979, durante la visita realizada a Argentina por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, todos los desaparecidos en la Escuela de Mecánica de la Armada fueron trasladados a la isla de El Tigre, en el delta del Paraná.
Otros desaparecidos narraron cómo en cada chupadero funcionaba un Consejo, integrado por cautivos de confianza, encargado de tareas de administración, falsificación de documentos, sanidad y camuflaje de vehículos rodados.
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